sábado, 19 de noviembre de 2016
Por qué aún no tenemos una píldora masculina
Un estudio sobre la eficacia de un método
anticonceptivo para hombres se ha suspendido por los efectos secundarios.
Un estudio reciente que analizaba la eficacia de una
inyección anticonceptiva masculina se suspendió después de que los hombres que
participaban en él notificasen una mayor incidencia del acné (casi la mitad de
ellos), trastornos del estado de ánimo (más de la quinta parte) y un aumento de
la libido (más de un tercio). De hecho, había 320 hombres en el estudio... y se
notificó un total de 1.491 acontecimientos adversos. Quienes supervisaban el
ensayo consideraron que estos efectos secundarios eran más importantes que el
hecho de que, aparentemente, la inyección anticonceptiva funcionase bien a la
hora de reducir la producción de esperma (y las pruebas parecen confirmar sus
inquietudes).
Había 320 hombres en el estudio... y se notificó un
total de 1.491 acontecimientos adversos.
No obstante, muchas mujeres tendrán la impresión de
que esos efectos secundarios parecen poco importantes comparados con los de la
píldora anticonceptiva femenina (y tampoco les faltará razón). Algunos de ellos
son: ansiedad, aumento de peso, náuseas, cefalea, disminución de la libido y
coágulos sanguíneos. Lo que nos lleva a la pregunta de por qué es tan difícil
fabricar un anticonceptivo masculino. Y si este se ha dejado de lado por sus
efectos secundarios, ¿habría llegado a comercializarse la píldora
anticonceptiva femenina de haberse inventado en la actualidad?.
A primera vista, controlar la fertilidad del hombre
debería ser la opción más sencilla. El esperma se produce de manera constante,
y no por ciclos, como los óvulos de la mujer. Lo cual significa que, salvo que
exista un problema de salud subyacente, los hombres siempre son fértiles.
Además, como conocemos bien el proceso biológico de la producción de esperma,
los métodos para interrumpirlo también están claros.
De hecho, el estudio antes mencionado utilizaba la
relación de sobra conocida entre la testosterona —la hormona que confiere al
hombre sus caracteres masculinos— y la producción de esperma. Cuando se
administra a los hombres testosterona sintética combinada con un progestágeno,
que es otra hormona —similar a las que suele contener la píldora—, la
producción de esperma en los testículos se reduce drásticamente.
Y si este se ha dejado de lado por sus efectos
secundarios, ¿habría llegado a comercializarse la píldora anticonceptiva
femenina de haberse inventado en la actualidad?.
Antes de que se interrumpiese el estudio, los
investigadores de la Universidad Martín Lutero (Alemania) observaron que las
tasas de embarazo de los hombres del ensayo se reducían hasta una cifra
equivalente a tan sólo 1,5 bebés concebidos por cada 100 parejas. Si se compara
con la tasa de embarazo de las mujeres que toman la píldora combinada, nueve
bebés por cada 100 parejas, la creación del anticonceptivo masculino parece de
cajón.
Entonces, ¿cuál es el problema?
A pesar de lo anterior, nos encontramos con el final
de otro estudio (y no estamos más cerca de la fabricación de un anticonceptivo
masculino viable). En consecuencia, las mujeres vuelven a estar solas a la hora
de hacerse cargo de su fertilidad, y también de soportar el peso de los efectos
secundarios. Puede que muchas mujeres consideren que esos efectos son un mal
menor comparados con un embarazo no deseado, y puede que muchas también se
pregunten si será efectivo dejar la responsabilidad de la anticoncepción en
manos de los hombres.
Pero los efectos secundarios del anticonceptivo masculino
podrían tener, de hecho, una consecuencia beneficiosa insospechada. Si los dos
tomasen anticonceptivos —y ambos pasasen por la experiencia de los efectos
secundarios—, se crearía un sentimiento compartido de responsabilidad sobre la
fertilidad de la pareja. Además, si uno de ellos tuviese que interrumpir el uso
del anticonceptivo, el otro podría empezar a tomar el suyo, con lo que se
repartirían las repercusiones de los efectos secundarios.
Cuando se administra a los hombres testosterona
sintética combinada con un progestágeno, que es otra hormona, la producción de
esperma en los testículos se reduce drásticamente.
Entonces, ¿por qué resulta tan difícil crear un
anticonceptivo masculino eficaz, cuando las mujeres toman la píldora, y
soportan sus efectos secundarios, desde principios de la década de 1960? De
hecho, si nos fijamos en los resultados del estudio original de 1956, resulta
difícil entender que la píldora anticonceptiva llegase a comercializarse.
El primer ensayo a gran escala en mujeres se llevó a
cabo en Rio Piédras, un complejo de viviendas subvencionadas de Puerto Rico.
Las mujeres que participaron recibieron poca información sobre el producto que
se les administró, en parte porque se sabía poco y en parte, quizás, porque
ninguna de las personas que dirigían el ensayo lo consideró necesario. Así eran
los ensayos clínicos en la década de 1950.
Las mujeres vuelven a estar solas a la hora de
hacerse cargo de su fertilidad, y también de soportar el peso de los efectos
secundarios.
Aunque ya entonces las mujeres notificaron efectos
secundarios como cefaleas, mareos, náuseas y coágulos sanguíneos, se les quitó
importancia en la mayoría de los casos. Menos mal que, desde entonces, la
píldora ha conocido mejoras y modificaciones constantes, hasta convertirse en
un método anticonceptivo utilizado por unos 225 millones de mujeres en todo el
mundo.
No cabe duda de que la píldora ha transformado la
libertad sexual de la mujer, y le ha permitido tener un mayor control sobre el
momento en que tener hijos. De hecho, en 2012, las mujeres británicas eligieron
la píldora como su invento preferido del último siglo (por delante de formas de
entretenimiento como Internet y la televisión).
En consecuencia, resulta extraño que las grandes
farmacéuticas no hayan invertido más recursos en una píldora masculina. El
propio éxito del anticonceptivo femenino parece ser uno de los responsables.
Como muchas empresas farmacéuticas obtienen suculentos beneficios con los
anticonceptivos femeninos, no muestran demasiado interés por centrarse en otras
opciones.
Como muchas empresas farmacéuticas obtienen
suculentos beneficios con los anticonceptivos femeninos, no muestran demasiado
interés por centrarse en otras opciones.
También da la impresión de que no todos los hombres
desean este tipo de anticonceptivo. Así lo refleja un estudio de 2005 en el que
se encuestó a más de 9.000 hombres de nueve países sobre si estaban dispuestos
a tomar una píldora masculina. Aunque alrededor del 70 % de los hombres de
España y Alemania afirmó que le gustaría tomarla, menos del 30 % de los hombres
de Indonesia mostró una actitud positiva al respecto.
¿Responsabilidad compartida?
Mientras tanto, parece que, hasta que haya una mayor
demanda de una “píldora” propia por parte de los hombres, la responsabilidad
recaerá en las mujeres. Lo cual significa que hoy sigue siendo tan necesario
como siempre un regulador de la fertilidad tan potente como la píldora
anticonceptiva femenina.
Hay que recordar que muchas mujeres toman la píldora
por sus beneficios adicionales, como la disminución del sangrado y el dolor
menstruales, la reducción del acné y el alivio del síndrome premenstrual. Con
la aparición de nuevas píldoras anticonceptivas mejoradas, que contienen dosis
menores de hormonas, los efectos secundarios negativos de este fármaco también
parecen reducirse.
De hecho, a la luz de los enormes beneficios que la
píldora anticonceptiva ha reportado a las mujeres y a su salud sexual, resulta
difícil imaginar un mundo sin ella. Pero quizás también debamos preguntarnos
por qué, en pleno siglo XXI, la idea de que un hombre tome una “píldora”
anticonceptiva sigue resultando tan llamativa.
Etiquetas:
anticoncepción,
investigación
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