sábado, 5 de marzo de 2016
Más diversidad... y más soledad
Los recientes modelos familiares se consolidarán, y
aparecerán otros nuevos que acabarán legitimándose entre un creciente número de
personas cada vez más ancianas que vivirán solas.
Familias tradicionales, reconstituidas, homosexuales,
monoparentales, uniones de hecho, multiculturales, con hijos adoptados,
acogidos...
La Encuesta Mundial de Valores lo ha dejado claro en
sus últimas ediciones: España es de los países que más han cambiado socialmente
en un tiempo récord. En apenas unas décadas, los españoles han sustituido
radicalmente los valores tradicionales en los que se asentaba la sociedad por
otros mucho más laxos que les han permitido convertirse en un país moderno,
dinámico, en los que la comprensión hacia las nuevas realidades y la moderación
son sus principales señas de identidad. Baste comprobar la actitud de la
ciudadanía ante el divorcio, el aborto, los matrimonios homosexuales, la
inmigración… “España es un país ejemplar en ese sentido”, señala el sociólogo
Joaquín Arango.
Pero ¿quién o qué ha sido protagonista de ese cambio
tan radical? Los expertos tienen pocas dudas: la familia, la institución social
más pequeña, pero a la vez más decisiva, porque en ella se conforman los
valores de la sociedad. La muerte del dictador Francisco Franco y la
Constitución de 1978 son vistos por muchos analistas como el origen del cambio,
pero los expertos matizan: la semilla había germinado en la familia mucho
antes, propiciando una transformación de la mentalidad colectiva que impulsó el
cambio que posteriormente se vio plasmado en las leyes.
España es de los países que más han cambiado
socialmente
Y esa transformación se ha producido para quedarse
durante las próximas décadas, según los expertos. La familia de ahora, o mejor
dicho, los modelos familiares diversos y plurales (el gran cambio registrado en
las últimas décadas ha sido la institucionalización de modelos alternativos al
tradicional padre-madre-hijos) se mantendrán, y es posible que otras fórmulas
futuras sean legitimadas. Pocos sociólogos proyectan crisis dramáticas en el
entorno familiar, porque, como demuestra lo acontecido en las últimas décadas,
lo cierto es que la familia sigue siendo la institución más valorada por los
ciudadanos, especialmente entre los jóvenes, que ven en ella un espacio de amor
y de apoyo mutuo incuestionable.
En opinión de los expertos, esta consideración
positiva se mantendrá.
Los hogares unipersonales representan un 23% del
total.
“Hay algunos aspectos en los cuales podemos decir que
la familia española mantiene sus raíces en el pasado. Podemos afirmar esto por
el valor que la institución familiar sigue teniendo para los ciudadanos y por
la importancia que se otorga a los lazos de lealtad y obligación que unen a sus
integrantes”, señalan Inés Alberdi y Pilar Escario en el estudio Los hombres
jóvenes y la paternidad, publicado por la Fundación BBVA.
Pero frente a esta realidad aparece otra, apuntan,
resultado del cambio registrado en los últimos años: el incremento de los
hogares unipersonales, personas que viven solas, bien por viudedad, por
decisión personal o porque no han tenido hijos o estos (más bien el único) no
se ocupan de ellos. Las proyecciones estadísticas revelan que el número de
hogares con una sola persona, que actualmente representan el 23% de todos los
hogares, seguirá creciendo. Un estudio del INE señala que en el 2029 el número
de hogares residentes se incrementará en 951.171 (un 5,2%), alcanzando la cifra
de 19.204.058. Y ello, a pesar de la disminución de la población residente en
viviendas familiares, que descenderá en 1.144.374 personas. En el 2029 se
llegaría a 5,71 millones de hogares unipersonales (el 29,7% del total de los
hogares), con un incremento del 27,5% (1,23 millones más) respecto a la
actualidad. El número de personas que viven solas pasaría de representar el
9,7% de la población total en el 2014 al 12,7% en el 2029. Los expertos
vaticinan graves problemas de soledad, de pobreza (las pensiones por parte del
Estado no estarán garantizadas), depresión, aumento de los suicidios y,
posiblemente, normas que legitimen el suicidio asistido.
Antes o después este país se dará cuenta de la necesidad
de apostar por la familia”.
Hay investigadores que, sin embargo, creen que la
familia del futuro está por reinventarse. Cualquier previsión es susceptible de
equivocación, porque los planteamientos se hacen a partir de la realidad
actual, en unas circunstancias y un contexto determinados. De ahí que algunos,
como el sociólogo Javier Elzo, pongan en cuarentena cualquier previsión más
allá de un tiempo prudencial.“Antes o después este país se dará cuenta de la
necesidad de apostar por la familia y pondrá su plena atención en los hijos,
como ha hecho Francia, por ejemplo”. Los investigadores sociológicos coinciden
en señalar la “necesidad imperiosa” de apoyar a la familia, máxime con el grado
de envejecimiento de la sociedad española tan elevado a corto y medio plazo (en
el 2052, el grupo de edad de mayores de 64 años pasaría a constituir el 37% de
la población total de España, según el INE) y ante una tasa de natalidad que
oscila entre 1,3 y 1,5 hijos por mujer (dentro de 40 años se prevé que la
población de España se cifra- ría en 41,6 millones, un 10% menos que en la
actualidad). “Desde el punto de vista económico no hay otra opción que
rediseñar una política familiar completa, que permita a las parejas tener los
hijos que desean”, señalan.
En lo que sí coinciden todos es en que el modelo
actual de familias seguirá siendo un motor fundamental de la sociedad, como lo
ha sido desde finales del siglo XX. Y recuerdan cómo en la familia española se
aglutinan todos los elementos del cambio social que ha dibujado la España
actual y que dibujará la venidera. “El futuro se construirá desde las
peculiaridades que la familia ya cuenta y no desde el vacío. Y en ese sentido
habrá que tener presente que su futuro arranca de los enormes cambios que ha a
travesado la familia en el último medio siglo”, señala el sociólogo Cristóbal
Torres en su último libro España 2015: situación social.
El s.XX, el período de la revolución social
Para dibujar ese futuro hay que viajar a un pasado
cercano, origen de los cambios. Muchos son los expertos que han analizado lo
ocurrido en el último tercio del siglo XX, un periodo apasionante y que desde
el punto de vista social se puede considerar una verdadera revolución iniciada
en los salones de unas casas –la mayoría, de alquiler– presididas por
televisores en blanco y negro (quien tenía), con la radio como acompañante y en
el que padres, hijos, abuelos compartían espacio. Son los tiempos de la familia
extensa, donde varias generaciones vivían bajo estrictas normas casi
incuestionables… hasta que se empiezan a cuestionar.
La transformación de la familia extensa a la nuclear
(formada por padres e hijos) se produce en los años sesenta, cuando se
registran los grandes desplazamientos de población, tanto los orientados al
interior, a las regiones más industrializadas y a las grandes ciudades, como
los que se dirigieron a otros países de Europa. Una de las consecuencias más
importantes de ese movimiento migratorio fue que España dejó de ser un país
eminentemente rural para convertirse en una sociedad urbana moderna, industrial
y tecnológica. En consonancia con ello, las formas familiares vinculadas con la
vida rural tendieron a la extinción, en especial la familia extensa, y
decayeron algunos de sus rasgos más distintivos, como la preeminencia de los
varones y de los primogénitos, la relegación de la mujer, la autoridad de los
ancianos y la pronta transición de la infancia a la vida adulta, tal y como
explican Salustiano del Campo y María del Mar Rodríguez-Brioso, en La gran
transformación de la familia española durante la segunda mitad del siglo XX,
publicado en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas. Así, el
tamaño medio familiar pasa de cuatro miembros en 1960 a 2,51 en el 2014 (INE).
Una nueva realidad urbana que modifica las normas que
hasta entonces regían los hogares, en gran medida, impulsada por unas mujeres
que empiezan a controlar su natalidad (en 1978 se despenaliza la venta de los
anticonceptivos), que aumentan su formación, que salen al mercado laboral, para
las que tener un marido no es el objetivo prioritario de la vida, que se casan
más tarde, que entienden que el matrimonio no es para toda la vida (ley del
divorcio de 1981), que quieren hijos deseados (primera ley del aborto de 1985)
y, muchos, al margen del matrimonio (hoy en día, el 39% de los nacimientos se
produce fuera del marco legal del matrimonio)… Todo esto y lo que conlleva
modifica la organización interna de las familias, en especial el modo en que se
reparten y comparten las responsabilidades económicas y las tareas de cuidado.
Uno de cada cinco matrimonios es una segunda unión
para al menos uno de los cónyuges.
Algunos indicadores sociodemográficos ayudan a
apreciar la dimensión de esos cambios recientes. La edad media del primer
matrimonio ha aumentado casi ocho años desde 1980 hasta el 2012 –pasó de 23,9 a
31,7 años entre las mujeres y de 26,2 a 33,8 años entre los hombres–, y la
cohabitación está desplazando rápidamente al matrimonio como vía de formación
de pareja entre las generaciones más jóvenes. La tasa de divorcio se ha
duplicado en la última década –pasando de 0,9 divorcios por 1.000 habitantes en
el 2000 a 2,4 en el 2012–, y actualmente se sitúa ligeramente por encima de la
media europea. A las cifras de divorcios habría que añadir también las
separaciones de parejas de hecho, para las que no existe un registro oficial. En
paralelo al incremento de rupturas conyugales, se ha producido un notable
aumento de segundas uniones.
Se habla de la crisis de la familia, pero si hay
crisis es de éxito, pues es la institución social más antigua junto a la
Iglesia”, dice Javier Elzo, sociólogo.
Se habla de la crisis de la familia, pero si hay
crisis es de éxito, pues es la institución social más antigua junto a la
Iglesia”, dice Javier Elzo, sociólogo (Manuel Orero Galan - Otras Fuentes).
Actualmente, uno de cada cinco matrimonios (22%) es
una segunda unión para al menos uno de los cónyuges, y esta cifra sólo capta
parcialmente la incidencia de segundas uniones, ya que las personas que han
experimentado una ruptura conyugal son más propensas a optar por una pareja de
hecho que un matrimonio como segunda unión, resumen las investigadoras Teresa
Castro y Marta Seiz, del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del
CSIC. Toda una serie de cambios que se acompañan con otros no menos importantes
en los ámbitos sexuales y en las relaciones entre los miembros familiares,
mucho más democráticos y con mejor grado de entendimiento, tal y como resalta
Javier Elzo. También por la secularización de las relaciones familiares.
Somos seres sociables y queremos compartir nuestra vida
con otra persona
En definitiva, cambios que rompieron, en muy pocos
años, con el modelo tradicional familiar imperante durante largos años y que
modifican sustancialmente el panorama familiar actual, hasta tal punto que ya no
se puede hablar de familia como un conjunto homogéneo sino de modelos
familiares diversos y plurales: familias tradicionales, reconstituidas,
homosexuales, monoparentales, uniones de hecho, familias multiculturales, con
hijos adoptados o acogidos…Un extraordinario puzzle que, sin embargo, no ha
deteriorado la institución familiar como algunos expertos habían augurado desde
el siglo pasado.
“Se habla mucho de la crisis de la familia. Pero si
hay crisis es de éxito, de exigencia. La familia es la institución social,
junto a la Iglesia, que más tiempo perdura entre nosotros, la más antigua.
Porque somos seres sociables y queremos compartir nuestra vida con otra
persona. No queremos vivir solos. Queremos vivir con otra persona. Y queremos
vivir felices con otra persona. Muchos queremos además que nuestro amor no sólo
perdure sino que se traslade a nuestros hijos”, señala Javier Elzo.
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