sábado, 5 de marzo de 2016
Himen, un dios convertido en mito
Detrás del dios Himeneo se escondía en realidad el
gran mito del himen, alrededor del cual se formulan conceptos erróneos y medias
verdades.
Estos mitos afectan a la forma en la que las mujeres
pueden disfrutar libremente de su sexualidad.
Himen, un dios convertido en mito
El primer gobernador de las Islas Malvinas no
respondía al perfil clásico de político. George Rennie había soñado desde niño
con ser escultor, por lo que en su juventud decidió viajar a Roma para formarse
como artista. Al regresar a tierras británicas, Rennie expuso sus primeras
estatuas y bustos en la Real Academia de Artes de Londres. La histórica
institución, situada en la mansión Burlington de Picadilly, acogió obras como A
Gleaner and Grecian Archer (1828) o Cupid and Hymen (1831). Esta segunda
escultura es una alegoría de la pareja formada por Cupido e Himen, una
representación que puede encontrarse también en las monedas que Napoleón acuñó
para celebrar su boda con María Luisa.
La idea de la escultura de George Rennie es sencilla.
El dios romano del amor, Cupido (Eros en la mitología griega), sopla el fuego
de la antorcha de Himeneo, considerado como el dios del matrimonio. Pero su
obra, que puede contemplarse hoy en día en el Victoria and Albert Museum de
Londres, no es la única que inmortaliza a Hymenaeus. El catalán Damià Campeny
también representó al dios en una escultura en mármol custodiada en el Salón
Dorado de la Casa Llotja de Barcelona. La historia del arte nos enseña
numerosas obras más en las que la figura de Himeneo aparece como un joven con
una corona de flores en la cabeza y una antorcha pequeña en las manos,
representando las llamas del amor.
Lo que sabes del himen es falso
Según la mitología griega, Himeneo es el dios que
preside el cortejo nupcial. La noche de bodas se celebraba por aquel entonces
en un aposento conocido como tálamos, un lecho engalanado para la ocasión. Como
explica la investigadora Pilar González Serrano, "la joven esposa no era
víctima de una violencia dolorosa, ya que todas las niñas, en torno a los diez
años, sufrían un ritual de iniciación sexual en el santuario de Artemisa
Brauronia".
El objetivo era que la pérdida de la virginidad durante la
celebración del Himeneo no fuera una "experiencia traumática". Con
ese objetivo, según la profesora de arqueología de la Universidad Complutense
de Madrid, las niñas acudían vestidas de color azafrán a la conocida como
arketia o "fiestas de la osa". En esta ceremonia, una sacerdotisa
vestida con piel de oso utilizaba un falo artificial, denominado olisbos, para
"romper" el himen de las iniciadas y facilitar así sus primeras
relaciones conyugales.
Detrás del dios Himeneo se escondía en realidad el
gran mito del himen, alrededor del cual se formulan conceptos erróneos,
falsedades y medias verdadesDesde la antigua Grecia hasta la actualidad, la
errónea imagen del himen intacto ha representado la virginidad, un simbólico
rasgo de "pureza" que se presuponía ante el matrimonio. El cortejo
nupcial terminaba en la noche de bodas con unas sábanas manchadas, según la
tradición religiosa y cultural vigente durante siglos. En comunidades gitanas,
la conocida como prueba del pañuelo es practicada por una juntaora o sicobari,
que se encarga de introducir un pañuelo en la vagina de la novia para demostrar
con las manchas de sangre -o tres rosas- que la joven llega virgen al
matrimonio. En Indonesia, las mujeres que querían acceder al cuerpo de policía
también debían probar su virginidad mediante un examen similar, una práctica
condenada por los activistas de derechos humanos. Porque además de ser
contraria a los derechos fundamentales, la prueba es completamente falsa.
El error es asumido incluso por la Real Academia
Española. El diccionario de la lengua sostiene que himen, procedente del latín
hymen y del griego ὑμήν hymḗn, es el "repliegue membranoso que reduce el
orificio externo de la vagina mientras conserva su integridad".
El uso del
concepto "integridad" nos devuelve un lenguaje arcaico y despectivo,
asociando de nuevo el término himen con la supuesta pureza que refleja la
virginidad y la castidad -femenina, por si las dudas-. Sin embargo, según la
Dra. María Jesús Cancelo y la Dra. María José Rodríguez, portavoces de la
Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), "hace muchos años
que el concepto de integridad del himen ha perdido la importancia que se le
daba en generaciones anteriores". En su opinión, "desde la última
década del siglo pasado, con el adelanto del inicio de las relaciones sexuales
coitales, así como las características especiales de las relaciones en estas
edades [16 años], en las que no es infrecuente el cambio de pareja, hace que
los adolescentes hayan dejado de considerar la virginidad como un valor en sí
mismo".
Y es que el himen no es una membrana que
"tapice" la vagina y "deba romperse" durante la primera
penetración, ocasionando las manchas de sangre que se buscan en la "prueba
del pañuelo" y exámenes similares. El imaginario popular evocaba la
relación sexual inicial como un acto violento, que precisamente trataban de
evitar en Grecia con la ceremonia de la arketia. Hoy en día, según las
portavoces de la SEGO, "a los jóvenes no les preocupa el estado del himen
como ocurría en generaciones anteriores", en las que su ruptura
"pudiera suponer para la mujer una merma en su valía personal". Como
explican Cancelo y Rodríguez a Hipertextual, quizás en otras culturas o etnias,
como la musulmana o la gitana, la integridad de la membrana continúe aún
teniendo importancia. Porque detrás del dios Himeneo se escondía en realidad el
gran mito del himen, alrededor del cual se han formulado conceptos erróneos,
falsedades y medias verdades.
El himen es una membrana situada entre uno y dos
centímetros a la entrada de la vagina, como describió primero Avicena y
demostró posteriormente Vesalio en una disección realizada en 1544. Su función
biológica, a pesar de su conocimiento ancestral, no ha sido determinada
todavía, aunque algunos trabajos apuntan que podría servir como "barrera
protectora vaginal" frente a las heces y otros materiales, especialmente
durante los primeros meses de vida. Sea como fuere, lo cierto es que la
apariencia de este tejido mucoso varía diametralmente de una mujer a otra.
Según sostienen Hegazy y Al-Rukban en theHealth, el himen de la mayoría de
niñas al nacer tiene una forma anular. En otros casos, la membrana adopta una
estructura labial, cribiforme o semilunar. Pero la vagina no se encuentra
tapizada por completo, dado que en esa situación estaríamos hablando de un
himen imperforado, una anomalía que ocurre en un 0,1% de las recién nacidas y
provoca la obstrucción del flujo genital.
La forma, el tamaño y la apariencia del himen varían
de una mujer a otra. Los cambios pueden deberse a factores diferentes a las
prácticas sexualesTampoco es cierto que la primera relación sexual con
penetración conlleve la rotura del himen y el sangrado. Como señalan los
doctores Velásquez, Briñez y Delgado, "con la actividad sexual y partos
los desgarros del himen dejan unas carnosidades", denominadas técnicamente
carúnculas mirtiformes o himenales, unos restos "que han sido considerados
erróneamente como demostración de pérdida de la virginidad". Y es que el
tamaño y la forma del himen varían en cada mujer, además de verse afectados por
"la edad, la contextura física, el uso de tampones o las relaciones
sexuales". La falta de educación sexual y el desconocimiento nos hace
pensar que la primera relación sexual será traumática y dolorosa. ¿Acaso el
coito produce la ruptura del himen? Un trabajo publicado en JAMA Pediatrics
analizó el himen de 85 jóvenes con una edad entre 13 y 19 años. El 68%
declararon no haber practicado el coito, mientras que el 32% sí habían
mantenido relaciones sexuales con penetración.
Al analizar la presencia de muescas o hendiduras en
la membrana himenal, los investigadores de la Universidad de California
observaron que el 91% de las adolescentes "vírgenes" tenían 0-1
muescas o hendiduras en el himen, mientras que un 9% de las jóvenes presentaban
de dos a cuatro marcas de este tipo, que asociaríamos tradicionalmente por
equivocación a la práctica del coito. Pero en el caso de las chicas que
mantuvieron relaciones con penetración, los resultados eran todavía más
relevantes: el 67% tenía 0-1 hendiduras o muescas y el 33% presentaba 2-4
signos de este tipo. Es decir, la existencia de dichas marcas se observa más
frecuentemente en mujeres que hayan practicado el coito, pero los científicos
señalaron que las dificultades en el uso de tampones o los exámenes vaginales
con espéculo también pueden provocar estas hendiduras o muescas en la membrana
del himen. Por último, el artículo apunta que "las adolescentes que no
tienen muescas profundas en el himen aún podrían haber experimentado la
penetración", ya que el 52% de las participantes que admitieron haber
practicado el coito no presentaban "muescas profundas o hendiduras
completas" en las zonas laterales o posteriores del himen. Esta
observación llevó a los investigadores a afirmar que "la ausencia de
muescas no descarta la penetración", por lo que "el término intacto
se debe evitar cuando se describe un himen que está libre de hendiduras".
La presencia de un himen "intacto" no
significa que no haya habido penetración sexual, por lo que los expertos
recomiendan evitar el uso de este términoEl estudio, según explican las
portavoces de la SEGO, "admitió que no se pueden establecer diferencias
concluyentes [sobre las características del himen en niñas o adolescentes que
habían tenido o no relaciones con penetración], pues niñas sin relaciones
sexuales presentaban hallazgos similares a las que reconocían haberlas
tenido". La importancia de investigaciones como la de JAMA Pediatrics
estriba, según Cancelo y Rodríguez, en determinar si existen "datos
diagnósticos de certeza de existencia o ausencia de penetración que permitan una
valoración en los casos de sospecha de abuso sexual". La presencia o no de
himen, por tanto, "no debe aplicarse a otras situaciones de la vida
real", sostienen las ginecólogas.
En otras palabras, la primera relación sexual con
penetración puede resultar dolorosa, pero esa sensación no tiene por qué estar
provocada por la "ruptura del himen intacto". En ocasiones la
inexperiencia de la pareja, la falta de lubricación, las infecciones o una
práctica poco cuidadosa pueden causar pequeños desgarros y/o la presencia de
sangre que asociamos erróneamente con la pérdida de la virginidad.
Otras veces,
sin embargo, el dolor (dispareunia) continúa en posteriores coitos, una
sensación que se relaciona con un "problema emocional". Pero nada más
lejos de la realidad, ya que puede estar asociado con el vaginismo, un
trastorno que produce espasmos involuntarios que cierran la vagina dificultando
o impidiendo la penetración. Se han llegado a describir casos excepcionales,
como el reportado por unos ginecólogos en 2008 en el que una mujer descubrió,
décadas después de practicar coito uretral sin saberlo, que su himen estaba
microperforado. Sucesos como este pueden considerarse como problemas médicos
poco frecuentes, dado que el himen cambia con la edad y con el efecto de las
hormonas femeninas. Como señalan Cancelo y Rodríguez a Hipertextual, el aspecto
de la membrana varía desde una estructura fina y pálida en las niñas a un himen
más engrosado y rosado en las adolescentes. Aquellas mujeres que no hayan
mantenido relaciones con penetraciones pueden, según las portavoces de SEGO,
"presentar hendiduras similares a aquellas que sí las han tenido".
Estas muescas pueden aparecer "de forma espontánea o a veces tras la
introducción traumática de tampones, objetos o estimulación manual",
afirman Cancelo y Rodríguez. "Y al revés, sostienen las doctoras, existen
hímenes elásticos que permiten la penetración sin desgarrarse".
La evidencia científica ha logrado ya desmontar el
mito del himen como una "estructura intacta que tapiza completamente la
vagina y que no se modifica por factores distintos a las propias relaciones
sexuales". En ese sentido, otro estudio, publicado en Journal of Pediatric
and Adolescent Gynecology, determinó que las jóvenes al entrar en la pubertad
presentan una membrana himenal redundante y con tendencia a plegarse, dos
características diferentes a las que tiene el himen de las niñas pequeñas. Esta
evolución es debida a la influencia de los estrógenos, las hormonas citadas por
Cancelo y Rodríguez, que provocan un aumento en su elasticidad y engrosamiento.
En línea con estas conclusiones, un tercer trabajo en Forensic Science
International también planteó que la presencia de muescas o hendiduras puede
observarse tanto en jóvenes que hayan mantenido relaciones con penetración como
en adolescentes que no hayan practicado el coito. Este último artículo apuntó
además la posibilidad de que el uso del tampón se asociara con un incremento
del número de hendiduras completas en la membrana himenal. Resultados que
demuestran, por tanto, que el himen "intacto" poco o nada tiene que
ver con el concepto tradicional y religioso asociado con la virginidad.
¿Se puede reconstruir el himen?
La técnica de la himenoplastia saltó a los medios de
comunicación hace un año, cuando Leticia Sabater anunció que se había sometido
a una operación de reconstrucción del himen en una clínica de Miami por 6.000
euros. La intervención quirúrgica, que consiste en reconstruir las posibles
roturas o desgarros que pudiera tener la membrana himenal, se ha hecho popular
en múltiples consultas de cirugía estética y ginecología. Clínicas como The
Gynae Centre en Londres ofrecen la posibilidad de realizar una himenoplastia a
aquellas mujeres que lo requieran por cuestiones culturales o religiosas. Desde
Hipertextual nos hemos puesto en contacto con varios centros especializados en
España, que ofertan la intervención por un precio aproximado de 2.500 euros.
Según estas informaciones, "el procedimiento se realiza bajo anestesia
local y es cómodo, solo requiere evitar las relaciones sexuales durante los
primeros treinta días". Los centros de este tipo también aseguran que
"siguiendo las recomendaciones del ginecólogo no existe ningún
riesgo". Afirmaciones como estas, sin embargo, giran alrededor de los
mitos que han existido históricamente en torno a la membrana himenal.
Los mitos sobre el himen afectan a la forma en la que
las mujeres pueden disfrutar libremente de su sexualidad en el mundoLa falta de
información fiable sobre la virginidad y el sexismo imperante en la cultura
popular no son nuevos. Ya en el siglo XV Fernando de Rojas hizo famosa la
reconstrucción del himen en su obra más conocida, La Celestina. En la también
denominada Tragicomedia de Calisto y Melibea, la Celestina es célebre por
"restaurar el virgo" a "vírgenes ya corruptas". Como
asegura Sempronio a Calisto en la obra, "pasan de cinco mil virgos los que
se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad". Una actividad
que, en palabras de Enrique Montero y María Cruz Herrero, "no dejaba de
tener su mérito y su rendimiento económico en una sociedad en la que la honra
de una mujer se colocaba en su virginidad".
Seis siglos después de la publicación de la novela,
resulta terrible pensar que en algunas culturas o etnias la honra de una
persona pueda depender de si ha mantenido o no relaciones sexuales. Y más
cuando dicha virginidad, según los estudios, no se demuestra con la presencia
de una membrana himenal intacta. Autores como V. Raveenthiran cuestionan la
necesidad de aprobar la himenoplastia por razones éticas. "¿Es aceptable
inventar y promover una técnica quirúrgica que no tiene una indicación
científica válida y que simplemente respalda falsas creencias?", se
pregunta. Y es que al contrario que la circuncisión, que puede ser practicada
por causas médicas más allá de motivos religiosos, la reconstrucción del himen
no hace más que perpetuar consideraciones pseudocientíficas y sexistas.
Juristas como Rebecca J. Cook y Bernard M. Dickens
apoyan esta visión, aunque también comentan que la pérdida del himen puede
afectar el bienestar mental y social de algunas mujeres en determinadas
regiones del mundo y que, por tanto, la intervención tendría que ser aceptada
en estos casos. "Muchas adolescentes pierden su virginidad [...] por
violación o coacción, y, sin reconstrucción del himen, las mujeres pueden
enfrentarse a la violencia e incluso la muerte", sostienen. Estos
investigadores afirman además que "el procedimiento suele ser legal"
y debe ser distinguido de prácticas tan terribles como la mutilación genital
femenina.Según los especialistas, la rotura del himen no tiene ninguna
influencia para la salud, por lo que no existen razones médicas para realizar
la himenoplastia.
Pero sus aseveraciones chocan con la realidad de la
práctica clínica. Un estudio publicado en The Lancet demostró que la
himenoplastia estaba asociada con diversos problemas de salud, como
infecciones, hemorragias, incontinencia, fístulas o dolor extremo durante el
coito. Estos resultados coinciden con los recogidos por la Sociedad Española de
Ginecología y Obstetricia, que señala que "pueden producirse
complicaciones como la infección o el sangrado". Cancelo y Rodríguez
comentan a Hipertextual, por último, que "no hay ninguna razón médica para
realizar esta cirugía, ya que el himen no tiene ninguna funcionalidad en el
organismo de la mujer y, por tanto, su rotura no tiene ningún tipo de
influencia para la salud".
En otras palabras la reconstrucción del himen, muy
popular en algunas culturas, no tiene sentido médico y puede provocar trastornos
en las mujeres. Pero lo más significativo es que intervenciones como estas
ayudan a respaldar los mitos que existen sobre el himen. Una búsqueda rápida en
Internet también nos permite comprar un himen falso por 29,95 dólares o unas
píldoras por 59,95 dólares con las que aparentar que hemos sangrado tras
mantener una relación sexual. Tres ejemplos que demuestran que el
desconocimiento va más allá de la desinformación y se adentra en el terreno
arcaico y despectivo del sexismo. Porque el himen, según la evidencia
científica disponible, sigue rodeado de mitos que afectan a la forma en la que
las mujeres pueden disfrutar libremente de su sexualidad en el mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario