domingo, 2 de octubre de 2016
Por una educación sexual imprescindible
Mujeres y hombres no partimos de una misma posición a
la hora de construir relaciones, especialmente en la sexualidad, donde no se
nos reconoce como sujetos y donde se ha naturalizado que no es necesario
nuestro consentimiento para acceder a nuestros cuerpos.
Un grupo de chicas, que no superan los quince, se
sonroja y no sabe responder al ser preguntado dónde se encuentra el único
órgano de su cuerpo destinado completamente al placer. A cientos de kilómetros,
un grupo de chicos comentan por whatsapp que la noche anterior, en unas
fiestas, cinco de ellos se follaron a una chica. Nadie pregunta por la chica,
el grupo jalea la acción. En otro lugar, una pareja mantiene relaciones
sexuales sin preservativo porque él aduce "sentir menos", "perder
el momento" o convertir el sexo en "menos romántico" al usarlo.
No muy lejos, otra pareja no utiliza ningún método de protección, ya que sin
riesgo de embarazo, las ETS no forman parte del imaginario de ellas.
Cuatro situaciones cotidianas, presentes en nuestras
conversaciones y experiencias, que nos permiten abrir huecos para pensar sobre
la sexualidad, elaborar propuestas sobre educación sexual y ampliar y hacer
efectivos los derechos sexuales.
El clítoris y nuestro placer
Con muy pocos años aprendemos a dibujar penes, pero
¿sabríamos dibujar un clítoris? La mayor parte de las personas no. En clase de
biología nunca se nos habló de él y, hasta hace pocos años, la ciencia no sabía
describir su anatomía y funciones. De manera que, ¿hasta qué punto puede
resultar extraño que haya un gran número de adolescentes que no sepan dónde
está o cuál es su forma?.
Si en nuestra sociedad se pensara y hablara del
clítoris sería porque las mujeres y su placer importan. Sin embargo, el escaso
conocimiento sobre este órgano pone de manifiesto la mirada androcéntrica sobre
la sexualidad y la negación social del placer de las mujeres.
En el imaginario colectivo el cuerpo femenino evoca
sexualidad, pero ésta suele estar vinculada al placer de los otros, al servicio
de ellos. Así, la mujer se convierte más en un objeto que en un sujeto con
agencia propia en busca de su placer un imaginario que se alimenta desde la
publicidad y el arte. Un imaginario que evoluciona, sí, pero siempre dentro de
unos patrones establecidos, donde nunca se plantea el placer para sí misma.
La cultura de la violación y otras violencias
invisibles.
Mujeres y hombres no partimos de una misma posición a
la hora de construir relaciones especialmente en la sexualidad, donde no se nos
reconoce como sujetos y donde se ha naturalizado que no es necesario nuestro
consentimiento para acceder a nuestros cuerpos. En los años 70 se acuñó el
concepto cultura de la violación, para explicar cómo una sociedad normaliza y
tolera la violación y la violencia sexual.
Cinco amigos que cuentan en un grupo de whatsapp cómo
se "follaron" a una chica sin que nadie pregunte por ella. Sólo ellos
son los sujetos activos de esa acción. No es algo que se realiza con ella, sino
hacia ella, una actividad más que ocurre entre juerga y encierro, poniendo de
manifiesto el arraigo social de las agresiones sexuales. Lejos queda pensar
sobre el consentimiento y mucho más el construir relaciones, ya sean de una
noche, un año o diez, donde las personas que participan decidan y expliciten lo
que quieren y cómo lo quieren, desde posiciones de igualdad.
Gracias a la presión del movimiento feminista para
desnormalizar las violencias machistas se han creado leyes y políticas de
igualdad que además han ido transformado el discurso. Así, en principio no es
socialmente aceptable obligar a una mujer a tener sexo, aunque queda mucho
camino por recorrer; cuesta mucho más, sin embargo, identificar como violencia
el hecho de que una pareja insista para que se hagan cosas que desde el inicio
no ser querían hacer. Un ejemplo ilustrado por la anécdota que planteábamos al
inicio: muchos chicos presionan para no usar el condón.
Cientos de artículos llenan las redes demostrando que
éstas no son anécdotas aisladas, que hay argumentos de todo pelaje para
justificar por qué a ellos no les gusta utilizar condón o que recopilan
consejos para ellas (nosotras) con estrategias para persuadirlas(nos). ¿Por qué
es necesario convencer a alguien de algo que es su responsabilidad?
Responsabilidad de cuidarse a sí mismo y responsabilidad de cuidar con quienes
comparte una relación sexual. ¿Cuándo vamos a identificar que insistir no es
seducir? ¿Hasta cuándo hay que esperar para que identifiquemos que chantajear
emocionalmente también es violencia? ¿Para cuándo tendremos referentes que
enseñen que para que el placer exista las personas tienen que sentirse en la
máxima comodidad y confianza para poder expresar sus deseos y sus límites?
¿Educación sexual en el aula?
Acabar con las agresiones sexuales no es una
prioridad para el gobierno. Solo hace falta recordar las bochornosas
recomendaciones por parte del Ministerio de Interior que culpabilizan a las
víctimas y nos aconsejan a las mujeres quedarnos en casa en la noche, no beber
y no vestir provocativas. No sólo no es una prioridad, sino que las agresiones
no parecen ni ser vistas como un problema cuando en la ley educativa en vigor,
LOMCE, se ha eliminado la mínima visión crítica del género que pretendía
promover la igualdad y prevenir la violencia.
La sexualidad es central en la vida de las personas y
a lo largo de ella. Es imprescindible tener conocimientos, empoderarse y tener
herramientas, pero ¿dónde lo aprendemos? Las reivindicaciones históricas del
movimiento feminista sobre educación sexual siguen hoy vigentes. La educación
sexual ha estado poco presente en las aulas, nunca a lo largo de la vida, no se
ha tratado de manera integral y mucho menos ha recogido la diversidad
existente. Wert, el Partido Popular y la LOMCE, considerando este asunto una
materia controvertida, decidieron excluirla del currículo en lugar de dar
respuesta a las retos que la sociedad tiene que afrontar.
Si bien las Comunidades Autónomas tienen cierta
capacidad de maniobra, al final, la educación sexual depende de la voluntad de
profesoras y profesores. Las chicas y chicos que tienen profesorado interesado
en la materia acceden a una formación que la mayoría del alumnado no ve. En
general, esta educación se reduce a visitas de personal médico, asociaciones o
empresas (de copresas y tampax o de métodos de protección), que hablan
principalmente de la prevención del embarazo joven, las enfermedades de
transmisión sexual o ETS, y con un poco de suerte sobre diversidad sexual.
Y aquí de nuevo aparece el condón en el relato,
porque sí lleva décadas en las aulas. El resultado: según diferentes estudios
el cóndón es el método de protección más usado. Sin embargo, se utiliza poco y
mal.
Como decíamos antes: hacen falta conocimientos, sí,
pero desde una perspectiva feminista, que informen para darnos seguridad y no
miedo, que hablen desde la diversidad de personas, de cuerpos y de relaciones
posibles buscando el empoderamiento. Necesitamos redistribuir el empoderamiento
y el sentido de responsabilidad para que todas y todos podamos expresar
nuestros deseos y escuchar y respetar a las otras personas de manera que
contribuyamos a erradicar la violencia y a lograr sexualidades plenas y
placenteras.
Heterosexuales hasta que se demuestre lo contrario
Los talleres de educación sexual que hemos visto,
bien podían llamarse talleres de reproducción: centrados en relaciones
heterosexuales refuerzan la idea de que toso el mundo es heterosexual hasta que
se demuestre lo contrario, que los cuerpos se pueden dividir en dos sexos, que
el sexo es binario. Estas ideas suponen una pérdida para todo el mundo y
mantienen el privilegio de una parte. Privilegio que tiene consecuencias
prácticas: invisibilidad, desconocimiento y discriminación. Si bien en las
relaciones entre hombres, se tiene un mayor conocimiento de riesgos, como
consecuencia del SIDA, y del placer, como consumidores de un mercado construido
ad hoc. Sobre las relaciones sexuales entre mujeres existe un desconocimiento
enorme, tanto sobre sus formas de placer como sobre los riesgos que conllevan,
o los medios de protección existentes, que están muchos menos extendidos.
Ampliando las respuestas feministas
Llevamos varias décadas exigiendo una educación
sexual feminista, diversa e integral. Es fundamental exigir información de
calidad sobre la salud y la sexualidad tanto de las mujeres como de las
personas trans y superar la mirada androcéntrica del conocimiento. Se han
elaborado propuestas para fomentar la igualdad, pero necesitamos proyectos que
pongan en relación el conocimiento sobre nuestros cuerpos con herramientas como
el empoderamiento y donde se aborde tanto la prevención de la violencia como la
diversidad sexual. Y lo más urgente, necesitamos que estos proyectos sean
accesibles para todas y todos.
Es fundamental posicionar los derechos sexuales y
reproductivos dentro de la agenda social, entendiéndolos de manera amplia para
que formen parte de los contenidos que aprendemos para ser y vivir en sociedad.
Es imprescindible una educación sexual que nos permita conocernos a nosotras
mismas, crear relaciones saludables con quienes así lo queramos y decidir qué
proyectos vitales queremos emprender.
Este sentido, consideramos esencial
despenalizar el aborto y garantizar su acceso de manera libre en la red pública
de sanidad a todas las mujeres. #EducaciónSexualYa para decidir y Aborto Libre
YA.
Etiquetas:
derechos sexuales,
educación sexual
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