miércoles, 8 de junio de 2016
Igualdad de género: más fecundidad y mejor economía
El
reparto de tiempos se ha convertido en un hándicap continuo para el
empleo de las mujeres.
Las políticas publicas han alentado en los últimos
años a una mayor ausencia de las mujeres en el mercado de trabajo.
La implicación del hombre en los cuidados es básica
para la sostenibilidad económica y demográfica.
El
reparto de tiempos está influido por los papeles de género y se
convierte en un hándicap continuo para el empleo de las mujeres. A ellas se les
asocia la etiqueta de menos disponibles y la consideración de mayor riesgo
relacionado tanto con la maternidad como con las actividades de maternaje. La
mayor dedicación de las mujeres al cuidado infantil durante los primeros años
tras el nacimiento de un/a hijo/a (sobre todo mientras no se da la
escolarización) y la falta de políticas públicas eficientes para atender la
responsabilidad social de los tiempos y necesidades de cuidado son factores
explicativos de la penalización sobre el empleo de las mujeres.
El efecto de los estereotipos asociados a la
maternidad –patriarcal– se traslada directamente a las tasas de empleo
femenino, en forma de reducción de horas de trabajo remunerado, lo cual origina
una penalización que se inicia con la pérdida de ingresos durante el período de
interrupción laboral, así como la profundización de la brecha salarial durante
toda la vida laboral, la consiguiente merma de derechos económicos futuros
(menores prestaciones económicas contributivas, como revela la brecha de género
de las pensiones –34% en España en 2014–) y la mayor incidencia del riesgo de
pobreza –monetaria y de tiempo– sobre las mujeres. Esta secuencia está
contrastada estadísticamente, por lo que resulta sospechoso que en los últimos
años se haya reactivado el enfoque maternalista de las políticas públicas,
alentando a una mayor ausencia de las mujeres del mercado de trabajo para el
cuidado de su bebé.
El empleo de las mujeres puede actuar como elemento
facilitador del desarrollo demográfico, sobre todo cuando se dan otros factores
que inciden en la igualdad de género. De todos ellos, algunos tienen una
especial relevancia: 1) Efecto sustitución del salario de las mujeres; es
decir, que la decisión de ser o no ser madre no suponga tener que asumir una
pérdida monetaria que acentúe el riesgo de pobreza relativa o las subsuma en
una involución de dependencia económica. 2) Existencia de servicios para el
cuidado y atención infantil (childcare) suficientes y accesibles, teniendo en
cuenta que a mayor precio de los servicios de cuidado, menor acceso y
participación, y menor es también la probabilidad de que influya positivamente
alentando nuevos nacimientos. 3) Disponibilidad de tiempos para el cuidado, la
crianza, el desarrollo profesional y emocional. 4) Implicación de los hombres
en las responsabilidades del cuidado.
Según cuál sea la combinación de los cuatro factores
mencionados, se posibilitarán unos efectos determinados u otros. Lo que parece
evidente es que a mayor igualdad de género, mejor comportamiento de la
fecundidad y, por lo tanto, de la sostenibilidad económica y demográfica.
DESEQUILIBRIOS
El análisis comparado del sistema de permisos por
nacimiento –maternidad, paternidad y parental– en 27 países europeos (25 países
de la UE, Islandia y Noruega) permite profundizar en la potencialidad para
transformar los desequilibrios de género. A través de esta pieza de políticas
públicas se regulan aspectos básicos que inciden en la conciliación de las
responsabilidades derivadas del trabajo remunerado y de las responsabilidades
familiares, focalizadas en el cuidado infantil; por ello sus implicaciones y
efectos se trasladan a la economía y a la sociedad en su conjunto.
Numerosos estudios revelan ya que cuanto más
equitativa es la distribución del permiso parental en una familia biparental,
más igualdad de género existe en la toma de decisiones; y a mayor implicación
de los hombres-padres en el cuidado infantil, menor es el tiempo semanal que
pasan en su puesto de trabajo, lo cual, en cierto sentido, diluye parcialmente
el efecto penalizador sobre el empleo de las mujeres.
Esta potencialidad género-transformativa de los
permisos por nacimiento tiene su máximo nivel en los permisos iguales,
intransferibles y bien remunerados –100% del salario–; algo que se sigue resistiendo
en el ámbito europeo, en donde la mayoría de los países continúan desarrollando
un enfoque maternalista, con escasa capacidad transformadora de las normas
sociales de género implícita en la configuración actual de los sistemas de
permisos por nacimiento. Sólo tres países presentan una orientación favorable a
la igualdad de género: Islandia, Noruega y Portugal.
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