viernes, 2 de diciembre de 2016
La resistencia del VIH a los fármacos retrasa la erradicación de la epidemia
La OMS calcula que la propagación de cepas
resistentes generará 420.000 muertes en los próximos cinco años.
El camino que se había enfilado en la lucha contra la
epidemia del VIH ha comenzado a torcerse. Pese a los avances logrados en acceso
al tratamiento antiviral —unos 18,2 millones de personas, casi la mitad de los
infectados, tienen acceso a las terapias antirretrovirales, mientras que en 2001
apenas accedían un millón de infectados—, el virus ha desarrollado resistencias
a los fármacos que amenazan con desandar el camino andado. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) alerta que las resistencias del VIH a los
tratamientos antirretrovirales ha pasado del 5% al 15% en cinco años en los
países de rentas medias y bajas. Si no se ataja el problema, advierte, unas
420.000 personas fallecerán por esta causa en el África subsahariana de aquí a
2021.
La expansión de los fármacos antirretrovirales en
países de rentas medias y bajas, donde la incidencia del VIH es mucho mayor, ha
traído una consecuencia inesperada. Si bien se ha conseguido tratar a mucha
gente con fármacos de primera línea (una combinación de tratamientos más
baratos, potentes y en una pastilla única), los recursos de esos países siguen
siendo limitados para monitorizar el éxito de los tratamientos y la adherencia
de los pacientes a los fármacos. “Cuando el tratamiento funciona, el virus deja
de replicarse y baja la carga viral en el organismo del paciente. Sin embargo,
cuando el virus no responde al tratamiento, sube la carga viral y, aunque el
paciente no note nada, el virus acumula mutaciones”, explica el doctor Roger
Paredes, del centro de investigación IrsiCaixa y miembro del comité de la OMS
de resistencias del VIH a los medicamentos. Según Paredes, la carga viral puede
subir porque el paciente se olvide de tomar el fármaco o porque haya escasez de
stock en las farmacias.
“Los fármacos de primera línea son susceptibles a
desarrollar resistencias más rápido porque una sola mutación en el virus ya
puede generarlas”, reconoce el médico. En cualquier caso, añade, el gran
problema al que se enfrentan los facultativos es que los hospitales de los
países con pocos recursos no disponen de máquinas para detectar la carga viral,
esto es, los equipos que ayuden a los sanitarios a comprobar si el tratamiento
está funcionando o se han generado resistencias. Cuanto más tarden en detectar
que el tratamiento no ha funcionado, mayor será la probabilidad de contagio y
la acumulación de resistencias. En caso de que el virus se siga replicando, el
paciente tendría que tomar los fármacos de segunda línea, mucho más complejos,
tóxicos y caros.
Según la OMS, el 37% de los infectados en países de
renta baja o media han desarrollado resistencias a los tratamientos.
“Las resistencias del VIH son un poco alarmantes. Hay
bastantes signos que indican que el porcentaje de personas con virus
resistentes a los fármacos han aumentado. En algunas zonas, han crecido hasta
el 20%”, advirtió la responsable del programa de la OMS de resistencias del VIH
a los medicamentos, Silvia Bertagnolio, durante unas jornadas sobre el fin del
VIH en África celebradas el pasado martes en el Cosmocaixa de Barcelona. Según
la OMS, el 37% de los infectados en países de renta baja o media han
desarrollado resistencias a los tratamientos y un 15% de las nuevas infecciones
lo hacen directamente con un virus resistente.
Los expertos achacan a estos virus resistentes el
estancamiento en el número de nuevas infecciones, que se sitúa alrededor de los
dos millones de personas cada año. Hasta 2010 la cifra seguía una tendencia
decreciente pero, desde entonces, ronda los dos millones. Si el tratamiento
funciona, la carga viral en el organismo es indetectable y el paciente no puede
transmitir el virus. Sin embargo, si el virus se escapa a la acción de los
fármacos y el tratamiento fracasa, la carga viral sube y se abre una ventana
donde el paciente puede infectar a otras personas. La falta de un control
periódico de la carga viral, amplía este período de ventana. “Nos estamos
encontrando que, en países de ingresos reducidos, hasta el 80% de los pacientes
en tratamiento tienen el virus indetectable en sangre pero del otro 30%, el 90%
tiene virus muy resistentes”, apunta Paredes.
Para atajar este nuevo frente que se ha abierto en la
lucha contra el VIH, los expertos proponen acercar las plataformas tecnológicas
de detección de carga viral a todos los centros. “No se trata de descubrir
cosas nuevas, sino de aplicar las que ya existen y sabemos que funcionan. Aquí
en Europa también teníamos un problema con las resistencias del VIH en 2004,
pero han ido disminuyendo porque tenemos mecanismos para ver cuando el virus se
está replicando y tratamientos más fuertes para darle a los pacientes si eso
sucede”, señala el médico de IrsiCaixa. En los países desarrollados, los
facultativos pueden saber casi de forma instantánea la carga viral del paciente
y tomar la decisión más adecuada. En África, en cambio, los médicos pueden
tardar de nueve a 15 meses en tener la información necesaria para tomar esa
misma decisión.
Con el objetivo 90-90-90 sobre la mesa — que en 2020,
el 90% de las personas con VIH conozcan su estado serológico, que el 90% de las
personas seropositivas accedan al tratamiento y que el 90% de los infectados
que reciban tratamiento tenga una carga viral indetectable—, una de las líneas
estratégicas que prepara Paredes, por ejemplo, es en desarrollar tecnologías de
secuenciación masiva de virus para reducir costes. “Trabajamos en nevas
tecnologías que permiten detectar las resistencias con más robustez y para eso,
analizamos muchas muestras a la vez. Lo que tenemos que hacer es mejorar los
test de resistencia, acercar los test de carga viral a los centros donde se
toman las decisiones, y trabajar con la OMS para crear guías y recomendaciones
de abordaje”, indica Paredes. El test de resistencias tendrá una aplicación
antes de empezar el tratamiento porque los facultativos pueden conocer a ese
15% que generará resistencias y dirigirlos directamente hacia los tratamientos
de segunda línea, sin perder tiempo ni dinero administrándole fármacos de
primera línea que previsiblemente fracasarán con ellos. El equipo de Paredes
también trabaja para simplificar los algoritmos bioinformáticos con los que
funcionan esas máquinas de detección de carga viral, para que cualquier agente
de salud pueda utilizarlas.
Según Bertagnolio, si no se aborda esta amenaza de
las resistencias, en 2030 se contabilizarán 870.000 muertes más, 485.000 nuevas
infecciones y los costes de los tratamientos aumentarán en 6.700 millones de
dólares. “Si no hacemos nada, retrocederemos a los niveles de hace 10 años”,
advierte Paredes.
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