miércoles, 1 de marzo de 2017
La hipersexualización de la sociedad: niñas sexis, infancia frágil
Los expertos aseguran que la falsa madurez y el hecho
de vivir rodeado de mensajes sexuales afecta a la autoestima
Suena a hipocresía que la sociedad se lleve las manos
a la cabeza cuando se plantea el debate de la sexualización cada vez más
temprana de la infancia, sobre todo de las niñas. Una sociedad que dice que
observa pasmada las fotos que las adolescentes y preadolescentes cuelgan en sus
redes sociales, la ropa que visten, el maquillaje que aparece cada vez más
pronto. Sólo con observar alrededor queda claro que los más jóvenes beben de un
mundo en el que se ha producido una hipersexualización generalizada, donde la
sexualidad se ha puesto en el centro con unas connotaciones muy concretas.
En los vídeos musicales, la publicidad, las series o
la moda aparece en muchísimas ocasiones este telón de fondo de la
hipersexualización (sobre todo de la mujer), los cuerpos como reclamo y como
mercancía. En este contexto, en una cultura también muy visual, señala Begonya
Enguix, antropóloga y profesora de la UOC, se añaden las redes sociales y el
uso que hacen de ellas los chicos y chicas cada vez más jóvenes. Una redes
sociales mediatizadas, indica, por la imagen, ya que es la imagen que se
proyecta en ellas la que estructura las relaciones y la convierte en una medida
del éxito.
Desde edades muy tempranas (que puede empezar incluso
antes de los diez años) se atisba el peligro de crecer bajo la falsa creencia
de que el éxito social está vinculado a la imagen, explica Amàlia Gordóvil,
profesora de Psicología y Ciencias de la Educación (UOC), y se corre el riesgo
en estas edades de perder una serie de valores fundamentales como la
espontaneidad, el disfrute o la creatividad.
En los niños se percibe menos porque en este mundo de
la infancia se trasladan también los roles de género de los adultos, pero las
niñas sí que pueden acabar a la larga actuando como objetos sexuales. Es decir,
indica Begonya Enguix, asumir un sistema de relaciones de género en el que
ellas están para agradar al chico, al hombre.
Desde edades muy tempranas (que puede empezar incluso
antes de los diez años) se atisba el peligro de crecer bajo la falsa creencia
de que el éxito social está vinculado a la imagen.
La traslación al mundo de los más jóvenes de esta
sociedad hipersexualizada afecta al desarrollo natural de las etapas de la
vida, altera el crecimiento durante la infancia, indican los expertos. Las
niñas sobre todo aparecen situadas en una falsa madurez que no entienden,
rodeadas de mensajes de contenido sexy que puede desembocar en una falta de
seguridad, en la construcción de jóvenes frágiles que se sentirán obligadas a
librar una batalla con su cuerpo en busca de un ideal inexistente.
La vida centrada en la mirada del otro resta
autonomía personal y quemar etapas vitales para niños y niñas, recuerda
Gordòvil, psicóloga en el centro GRAT, afecta a la autoestima. Y la separación
entre la conducta sexual y la afectiva puede plantear en el futuro problemas
relacionales.
Las niñas sobre todo aparecen situadas en una falsa
madurez que no entienden, rodeadas de mensajes de contenido sexy.
Hablar de una sociedad hipersexualizada no es hacerlo
desde la mojigatería. Se entiende que la sexualidad es libertad y es necesaria
también una información sexual adecuada para los más jóvenes. Asimismo, la
adolescencia tiene un pulso reivindicativo que se expresa también en las formas
de vestir, un momento en el que se producen cambios físicos, la propia imagen
cobra importancia y es lógico querer gustar. Pero esto no es sexualización.
La sexualización consiste, según un informe del
Parlamento Europeo, en un enfoque instrumental de la persona mediante la
percepción de la misma como objeto sexual al margen de su dignidad y sus
aspectos personales. “La sexualización supone también la imposición de una
sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional, ni
psicológica, ni físicamente preparados para ello”, se indica.
Precisamente el Parlamento Europeo abordó este debate
hace cuatro años cuando constató con alarma el aumento del número de imágenes
de niños con enfoque sexual. Los puntos trabajados en la comisión de Derechos de
la Mujer e Igualdad planteaban algunas reflexiones sobre las consecuencias de
esta erotización, en un trabajo que abarcaba de los seis hasta los trece años.
La influencia negativa de la sexualización en la
autoestima, se señalaba, puede llevar a trastornos de alimentación de base
psíquica. Y se alertaba, sobre todo, de que este peligro de autoobjetualización
“incrementa la posibilidad de conductas agresivas hacia las niñas”. Degradar el
valor de la mujer, se subrayaba, contribuye a un incremento de la violencia
contra las mujeres y al refuerzo de actitudes y opiniones sexistas que a la
larga acaban derivando en discriminación laboral, acoso sexual e
infravaloración de sus logros.
La influencia negativa de la sexualización en la
autoestima puede llevar a trastornos de alimentación de base psíquica
COMISIÓN DE DERECHOS DE LA MUJER E IGUALDAD DEL
PARLAMENTO EUROPEO
Asimismo, se ponía el acento en el creciente número
de niños y niñas que acceden a internet a edades cada vez más tempranas, lo que
supone también avanzar el primer contacto con la pornografía.
En el libro American girls (2016), su autora Nancy Jo
Sales explica a través del testimonio de decenas de chicas estadounidenses una
sociedad en la que todas (pequeñas, jóvenes, mayores) quieren parecer hot. Y
donde los sexting rings –en los que fotografías de adolescentes desnudos se
comparten en amplios grupos– existen en la mayoría de institutos. Entre otras
cuestiones, la autora indica que los niños estadounidenses empiezan a ver
pornografía en internet a los seis años, y que la gran mayoría lo han hecho
antes de cumplir los dieciocho.
El ejemplo de Vogue
La hipersexualización de la sociedad es un hecho,
señala la profesora Begonya Enguix, pero también se debe remarcar que a la par
crece la conciencia crítica y la denuncia. Tuvieron repercusión internacional
las críticas a Vogue cuando utilizó en el 2011 a una modelo de diez años con
ropa y poses de mujer adulta. Desde entonces, la publicación se comprometió a
no utilizar modelos menores de dieciséis. En una escala muy distinta, hace unos
días las redes reaccionaban contra un disfraz infantil de enfermera sexy que se
vendió el año pasado en San Blas (Madrid).
Es evidente que no toda la sociedad compra esta
hipersexualización, pero también es obvio que los mensajes se encuentran por
todas partes y, por tanto, se filtran en todas las edades. En su estudio El
cuerpo de las mujeres y la sobrecarga de sexualidad, la profesora de Sociología
del Género (Universidad de A Coruña), Rosa Cobo Bedia, indica que el contexto
en el que se produce esta hipersexualización es un “mercado libre y sin límites
que ha entendido que los cuerpos de las mujeres son una mercancía de la que se
extraen plusvalías necesarias para la reproducción social de los patriarcados y
el capitalismo neoliberal”.
Entre otras cuestiones, Cobo indica que tras el éxito
del feminismo radical en EE.UU. llegó una dura campaña antifeminista que cuajó
en los años noventa con una alianza entre la reacción patriarcal y el
neoliberalismo que tuvo “graves consecuencias para las mujeres” en términos de
subordinación y explotación económica.
Pero este discurso patriarcal, explica, no sólo
reclama la vuelta de las mujeres a la vida doméstica y la exaltación de la
maternidad, sino que apela también a la sexualidad femenina. Se apropia de la
libertad sexual de los años 60 y 70, pero vista como un “derecho natural” de
los varones. Y se rediseña así el ideal de feminidad incorporando elementos
explícitos de sexualidad. Bajo el paradigma de la libertad sexual lo que se
produce es una ampliación del “marco de derechos masculino”.
Bajo el paradigma de la libertad sexual lo que se
produce es una ampliación del “marco de derechos masculino”.
Cobo considera que el atractivo sexual se ha
convertido en parte fundamental del nuevo modelo que se exige a adolescentes y
mujeres adultas, imágenes sexualizadas que eclipsan otros tipos de
representación femenina. Esta presión para que las mujeres hagan de su cuerpo y
de su sexualidad el centro de su existencia se manifiesta en una cultura de la
exaltación de la sexualidad, en la pornografía y en la prostitución, señala la
profesora. La mujer, de nuevo, despersonalizada bajo el discurso de que la
sexualización forma parte de la naturaleza femenina.
Pero esto ya no es suficiente. El dominio masculino y
el neoliberalismo, indican las expertas, han puesto en el mercado los cuerpos
de las niñas. Sólo cabe por tanto la reacción crítica.
La edad y las pasarelas de moda
El debate sobre la edad en la que las chicas modelos
pueden subir a las pasarelas ha prendido también en el mundo de la moda y ha
llevado en los últimos años a elaborar distintas recomendaciones. El CFDA
(Consejo de Diseñadores Americano) aconsejó en el 2012 que la edad mínima para
desfilar fuese de 16 años, un consejo que surgió después del estudio realizado
por The Model Alliance. Esta plataforma surgida para reivindicar y vigilar los
derechos de las jóvenes que trabajan en el mundo de la moda realizó una
encuesta entre 240 modelos. Los resultados indicaron que la mayoría (un 54,7%)
empezaron entre los 13 y los 16 años, mientras que un 37,3% lo hicieron entre
los 17 y los 20 años. La encuesta también reveló que una mayoría de las chicas
menores de 18 años nunca o casi nunca están acompañadas por los padres o algún
tutor durante su trabajo.
La fundadora de The Model Alliance es la exmodelo
Sara Ziff, quien conociendo por dentro la profesión decidió dar un paso al
frente para denunciar una industria desregulada en la que no se tiene en cuenta
el bienestar emocional de las jóvenes. Y donde, a su entender, las lucrativas
carreras de unas pocas supermodelos esconde las duras condiciones económicas de
las demás. Ziff denuncia que el acuerdo sobre los 16 años se rompe en muchas
ocasiones.
La reflexión del Europarlamento
1. Contexto. El Parlamento Europeo abordó el debate
sobre la sexualización de la infancia (sobre todo de las niñas) en el 2012.
Cinco años antes lo hizo en Estados Unidos la Academia Americana de Psicología
por lo que se considera un problema social que sigue vivo.
2. Violencia. Entre sus advertencias, el Parlamento
indica que las manifestaciones de sexualización de las niñas, que pueden llevar
a la autoobjetualización incrementan la posibilidad de conductas agresivas
hacia ellas. Degradar el valor de la mujer contribuye al aumento de la
violencia.
3. Definición. La sexualización no es sinónimo de
sexualidad sino que debe entenderse como un enfoque instrumental de la persona
mediante la percepción de la misma como objeto sexual, siendo valorada en
función de su atractivo personal, Supone también la imposición de una
sexualidad adulta a los niños, sobre todo a las niñas, que no están preparados
ni emocional, ni psicológica ni físicamente para ello. La sexualización choca
con el desarrollo natural y saludable de la sexualidad.
Etiquetas:
estereotipos,
muller,
sexualidad
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