domingo, 12 de marzo de 2017

La caspa de HazteOir no merece la cárcel

La libertad de expresión se pone a prueba cuando lo que escuchas te disgusta

El mensaje del famoso autobús de HazteOir contra los niños transexuales es fanático, repugnante, integrista... y además es falso. Hace tiempo que está más que demostrado científicamente que la sexualidad no siempre depende de tus genitales: es un hecho, no una ideología. Hay algunas niñas con pene y también algunos niños con vulva, y por eso la campaña transfóbica de los ultras de HazteOir es especialmente peligrosa, porque afecta a un colectivo muy vulnerable: los menores transexuales.

El autobús de HazteOir no debería circular, de la misma manera que se debe vetar cualquier publicidad engañosa o determinados mensajes en televisión durante el horario infantil. Debe ser retirado, más aún cuando la mentira de esa campaña puede provocar tanto daño en niños. Si los seguidores de HazteOir quieren autoengañarse con su odio a la homosexualidad,  que lo sigan haciendo en esas conferencias frikis que organizan y a las que no va casi nadie, pero no en el espacio público donde sus falsedades pueden afectar a menores. Hay que vetar ese autobús, pero también creo que esta campaña odiosa y reaccionaria no debería ser penada como un delito ni perseguida por la Fiscalía.

"Que tu opinión te lleve a la cárcel es un absoluto exceso de nuestra legislación",  escribí hace unas semanas a cuenta de la sentencia contra César Strawberry. Sigo pensando lo mismo. La libertad de expresión se pone a prueba cuando lo que escuchas te disgusta. Los dirigentes de HazteOir y los grupos ultracatólicos que los financian no se merecen la cárcel. Sí la mayor de nuestras repulsas, y también que el Gobierno retire a esta asociación la condición de "utilidad pública" y todas las ventajas fiscales que esto implica. Ni un euro público para discriminar a menores.

Ese sector de la Iglesia al que representa HazteOir ha perdido en España todas sus batallas culturales durante las últimas cuatro décadas. Perdieron la batalla del divorcio, la del aborto, la del matrimonio gay… Hasta Mariano Rajoy, el que  llevó al Constitucional la reforma de Zapatero que permitió las bodas entre personas del mismo sexo, ahora baila la conga en bodas gays de dirigentes de su partido. Son ya una minoría menguante en la sociedad quienes hoy niegan a los homosexuales los derechos más fundamentales, por no hablar de los que quedan en España que hoy piden ilegalizar el divorcio, el toples en las playas o el cine porno.

HazteOir representa a un país que ya no existe, a una minoría anacrónica y casposa, superada por sus prejuicios y frustrada por su incapacidad para imponer su moral a los demás, como hicieron durante tanto tiempo. Incluso en un partido como el PP, sus valores excluyentes huelen a rancio. Aunque les pese a los ultras, la sociedad española es hoy más abierta, más tolerante, más educada, menos fanática y menos reaccionaria. En el último medio siglo, España ha dejado de ser esa "reserva espiritual de Occidente" que impuso la represión franquista para convertirse en uno de los primeros países del mundo en legislar los derechos de las parejas del mismo sexo.

¿Existe aún la homofobia y la transfobia? Sin duda. Pero la casi unánime repulsa que esta campaña ha provocado incluso en gran parte de la derecha demuestra hasta qué punto ese discurso odioso está en retroceso en España. Hasta el portavoz del PP, Rafael Hernando, ha calificado esta campaña de "disparate".

Desde la posición de HazteOir, la polémica provocada por su autobús ha sido un éxito. Nunca antes habían logrado tanta repercusión con ninguno de sus repugnantes mensajes. Pero el griterío que rodea a este grupo cada vez más ultra también muestra su debilidad. En los últimos años han perdido el apoyo de la jerarquía católica y del PP, que durante años les ampararon. Hoy son más ruidosos porque son irrelevantes.


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