jueves, 26 de diciembre de 2013

Las barreras al aborto más difícil Los especialistas alertan del desamparo en que quedan las anomalías gravísimas no mortales desde la semana 22


"Son embarazos muy queridos, casos dramáticos", señalan los especialistas

Hidrocefalia grave, isomerismo derecho cardiaco, esclerosis tuberosa... Decenas de enfermedades fetales incurables que conllevan una alta probabilidad de mortalidad o que pueden provocar graves secuelas neurológicas deberán seguir su curso sin que las madres puedan remediarlo si se diagnostican a partir de las 22 semanas de embarazo. Así lo contempla la nueva ley del aborto que impulsa el Gobierno de Mariano Rajoy, una norma que no dejará más salida que partir al extranjero y pagar los entre 6.000 y 7.000 euros que puede costar la intervención, especialmente delicada dado el avanzado estado de la gestación, a quien quiera interrumpir el que quizás sea el aborto más difícil, aquel de hijos queridos con anomalías gravísimas incurables.

Cada año se producen entre 300 y 400 abortos por malformación fetal por encima de las 22 semanas. Corresponden a dos tipos de diagnósticos. Los menos numerosos, como comenta Begoña Diego, ginecóloga especialista en diagnóstico prenatal, son aquellos en los que se detectan anomalías incompatibles con la vida (según la terminología y criterios empleados por la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, SEGO). La nueva ley permitirá que la mujer interrumpa estos embarazos si demuestra que la gestación le supone un riesgo psicológico para su salud y la patología no se ha detectado antes “con un diagnóstico certero”, circunstancias que deben avalar sendos informes.

Pero las más numerosas son las intervenciones que tienen relación con enfermedades extremadamente graves e incurables. Son situaciones con una alta probabilidad de mortalidad durante el periodo fetal o tras el nacimiento, asociados con “un tiempo de supervivencia corto y/o con un desarrollo neurológico profundamente deficiente y/o una probabilidad de dependencia extrema y persistente para el desarrollo de la vida posnatal”, según la definición de la SEGO.

“Estos casos extremadamente dramáticos”, comenta Diego. “Hablamos de embarazos deseados en los que las familias toman las mejores decisiones siempre desde un punto de vista generoso, para tratar de evitar el sufrimiento y las consecuencias físicas y neuropsicológicas que pueden tener estos niños”.


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