jueves, 26 de diciembre de 2013
La 'marca España' de Gallardón vuelve a abortar en Londres o en Portugal
Alberto Ruiz Gallardón, ministro español de Justicia.
La ley de Gallardón esconde la promesa de retomar la hipocresía moral de los años 60 y 70, con las hijas
de las familias pudientes acudiendo a abortar a Londres.
Es una pena que el
Gobierno del PP haya decidido imitar a China no
en los índices de crecimiento del PIB, sino en las políticas de intromisión del
estado en las decisiones sobre la maternidad. Frente a la política del hijo único,
la de todos los hijos que Dios te envíe. A diferencia de las autoridades
chinas, al PP no le preocupa en absoluto la natalidad. Lo sabemos bien los
gallegos, demográficamente depauperados, sin que sucesivos gobiernos de Fraga o
Feijóo sean capaces de diseñar medidas que mejoren la situación de la pitrámide
demográfica. Lo que a los populares les preocupa es fijar, por la vía
legislativa, la visión místico-infantil de la maternidad como destino único e
inexorable de la mujer. El triunfo del útero sobre la persona.
Las metáforas cursis que comparaban a las mujeres con flores han
acabado teniendo una realidad terrible. A efectos de la reproducción -Wert lo
corregirá en los libros de texto-, la mujer ya no pertenece ni siquiera al
reino animal. Ha quedado reducida a la categoría de vegetal. Como el cáliz de
cualquier flor, su útero debe llevar a término cualquier siembra, cualquier
grano de polen. Llegada la semilla, deja de haber mujer, solo útero.
Una brutal injerencia
del Estado
Esta brutal injerencia del Estado en la vida privada de las
personas casa mal con la ideología liberal que dice defender el PP. Veamos
algunos ejemplos absurdos. Una joven de 17 años, buena estudiante, a punto de
ir a la universidad, o una estudiante que solo quiere llegar a la mayoría de
edad y buscar un trabajo porque en casa ya hay varios miembros en paro, sale
con su novio. Queda embarazada. Tiene que ser madre. Obligatoriamente. Lo ha
decidido el Estado, en un gesto digno del Big Brother de Orwell.
Una mujer de 40 años,
profesional o quizá en paro, con dos hijos de 12 y 9 años, que echa una mano a
sus suegros, que tienen una pensión muy modesta, o que está a punto de
conseguir un ascenso porque su empresa marcha bien, tiene un despiste con su
marido y queda embarazada. No puede decidir si quiere otro hijo. Ha sido mayor
de edad para todo, para estudiar, para casarse, para decidir cuántos hijos y
cuándo era el momento de tenerlos. Ahora vuelve a ser niña, el Estado decide
por ella (y por su marido y por todo su entorno familiar).
Interpretación
enfermiza del catolicismo
Trufada de una interpretación enfermiza del catolicismo, la ley
esconde por supuesto la promesa de retomar la hipocresía moral de los años 60 y
70, con las hijas de las familias pudientes acudiendo a abortar a Londres y de
paso a comprar en Harrod’s (que buena imagen para la marca España) o buscando
un médico amigo que les resuelva el problema con discreción. Y las familias
pobres, a abortar con riesgo o a tener hijos, porque Gallardón, como tanto
pseudo liberal del PP, presume de católico, pero es en realidad un protestante:
el dinero, como los hijos, los manda Dios. Y si Dios no ha querido que tengas
dinero, por algo será, y no voy yo a darte sanidad gratuita, guarderías
públicas, colegios públicos de primera y todas esas memeces para enmendar sus
decisiones.
Quizá hagamos mal en preocuparnos. Rajoy se ha apresurado a
decir que se ha hecho una ley como la del 85, porque sabe que esta ley, pensada
para satisfacer al nacionalcatolicismo más recalcitrante, llega en el peor
momento, con Rouco en retirada y la iglesia de Bargoglio recordando los mejores
tiempos de Juan XXIII. Y le proporciona a la izquierda un argumentario que
lleva a poner en segundo plano la cuestión de los liderazgos. Por frenar esta
ley, los socialistas votaríamos hasta a Almunia. Así que seguro que todo queda
en una interpretación laxa de los supuestos de daño permanente y ya veremos si
la policía vuelve a los quirófanos, porque al final, el que se presente a
presidente no será Gallardón.
La Biblia y Gallardón
Sería interesante saber si Gallardón va a apurar su lectura de
la Biblia y se propone a continuación legislar contra la masturbación. Al
final, si un aborto es un crimen –aunque por lo visto no lo es si causa “un
grave riesgo a la madre” o si es “fruto de una violación”… vamos, que es un
asesinato pero sólo a
veces..- no lo es menos la
práctica de Onan, desperdiciando la semilla y privando así a miles de
individuos del derecho a nacer. Entendemos que si el Estado puede decidir
cuándo tenemos que tener hijos, también tiene capacidad moral para determinar
qué prácticas sexuales -todas las no reproductivas- deben ser erradicadas.
Aunque el tono patriarcal de las religiones del Libro hace que los hombres, al
final, siempre salgan mejor parados.
Puede que en el fondo no sea una cuestión de ideología sino un
homenaje paterno filial, del hijo que treinta años después quiere honrar la
memoria del padre que presentó el primer recurso contra la ley socialista del
85. Lo que Gallardón hijo olvida es que la España del 2014 no es la misma que
la del 85. Y que su padre, a diferencia de muchos españoles, viviría igual de
cómodo en el régimen de Franco, en la Transición, en una hipotética España de
Tejero, en democracia o incluso en la China comunista. Y la mayoría de los
españoles no, la mayoría queremos vivir en un régimen de derechos y libertades
laico, igual para hombres y mujeres, que nos trate siempre como ciudadanos
adultos y evite mezclar en la legislación los consejos del Libro Sagrado y sus
adoradores.
Etiquetas:
aborto,
derechos sexuales,
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saúde pública
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