martes, 17 de mayo de 2016
Capitalismo hasta en los ovarios
Un análisis sobre la relación entre la regla, el
lobby de la industria de los tampones, la copa menstrual y las CUP.
El mes pasado la CUP presentó, en el Ayuntamiento de
Manresa, un plan para fomentar medidas alternativas a los tampones, como las
copas menstruales.
Tildada de polémica, la moción provocó un revuelo
realmente sorprendente. La CUP tuvo que aclarar que con su petición no quería
demonizar al tampón ni institucionalizar el sangrado libre en Manresa, y que la
moción sólo insta al Servicio Catalán de Salud y a los equipos del programa de
Atención a la Salud Sexual a que informen de métodos alternativos.
Algunos calificaron la propuesta de despropósito,
otros de sorprendente, y el Consistorio adujo cuestiones de competencia.
"Lo que pretendemos", explica la concejal de la CUP en Manresa Gemma
Tomàs, "es que los institutos puedan elegir si quieren que vaya una
empresa privada a dar charlas sobre higiene intima a las adolescentes o que lo
haga una institución pública que incluya
talleres sobre alternativas".
"Hasta ahora han sido las empresas privadas las
encargadas de visitar los institutos para explicar las ventajas de sus
productos como únicas opciones".
Cabe subrayar que hasta ahora han sido las empresas
privadas las encargadas de visitar los institutos para explicar las ventajas de
sus productos como únicas opciones. "Evidentemente, no esperamos que las
mismas empresas que obtienen beneficios con la venta de tampones y compresas
difundan métodos alternativos", han afirmado las diputadas de las CUP.
En la polémica hubo quien se preguntó si se puede
regular algo tan íntimo como la menstruación. Entendiéndose que la moción no
pretende regular, si no informar, nos preguntamos, más bien, si la menstruación es realmente sólo una
cuestión íntima.
Analicemos los motivos que aporta la CUP, según la
cual las alternativas a los tampones son "más saludables, más sostenibles
y más asequibles económicamente".
La CUP defiende que se informe sobre métodos
"menos agresivos para el cuerpo de la mujer".
Las copas menstruales, hechas de silicona médica
hipoalergénica, no llevan químicos y no dejan restos, mientras que los tampones
y compresas llevan blanqueantes, neutralizantes de olor y aromas.
Además, la copa recoge el flujo menstrual, dejando
inalterados el PH y la flora vaginal, tan útil para protegernos de candidiasis
y demás infecciones.
La composición de los tampones fue un tema central ya
en los años 80 a causa del número
preocupante de casos de Síndrome del Shock Tóxico (SST), enfermedad que podría
estar relacionada con el uso de tampones.
Ya en 1999 una resolución de la Cámara de EEUU
informaba que "la dioxina es un subproducto de los procesos de
blanqueamiento con cloro utilizados en la fabricación de productos de papel,
incluso tampones".
En 2003 otra resolución ordenaba al Instituto de
Salud estadounidense "investigar los riesgos de endometriosis y cáncer de
mama, ovarios y cuello uterino, por la presencia en los productos femeninos de
dioxina, fibras sintéticas y otros aditivos".
En 2015, la muerte de una joven británica por SST
provocó que los fabricantes revelasen por fin la composición de sus productos.
En los folletos informativos leemos que los materiales con los que se fabrican
los tampones son el algodón y el rayón. De los procesos de blanqueamiento no
hablan.
Sin embargo, avisan sobre los riesgos de SST y
aconsejan cambiar el tampón cada 4-8 horas y dejar un tiempo a lo largo del día
sin ello. Para quedarse tranquila.
Sostenibilidad ecológica y consumo responsable
El rayón es una fibra artificial celulósica, cuyo
proceso de producción lleva disulfuro de carbono y otros subproductos de efecto
contaminante. Leamos la composición publicada en los folletos: además de
algodón y rayón, llevan poliéster, polipropilene y polietiylene, o sea
plástico, material que probablemente sea el que llevan los aplicadores.
Para analizar el tema de los tampones desde la
sostenibilidad y del consumo responsable tomaremos como ejemplo la marca
Tampax, por ser un excelente paradigma de como "lo íntimo" no es sólo
íntimo y por representar la vanguardia en el diseño de tampones.
Tampax es uno de los numerosos productos de Procter
& Gamble (P&G), multinacional estadounidense que aparece en varias
listas de boicot ecologista contra la experimentación con animales.
Un gigante financiero que en su web presume de
generosas relaciones económicas con el estado de Israel y cuyas inversiones en
I+D son amablemente agradecidas en la web del Ministerio de Economía e
Industria israelí. Es además, como informan las campañas de Boicot Desinversión
y Sanciones (BDS), uno de los mayores clientes de la compañía israelí Avgol,
productora de textiles para productos higiénicos, que opera en el complejo
industrial de Barkan, en los territorios ocupados de Cisjordania.
Según una empresa española que fabrica copas
menstruales, cada año se desechan en nuestro país casi 3.000 millones de
tampones y compresas. Añadámosle los aplicadores y envoltorios de plástico de
cada tampón de última generación. De acuerdo con la lógica de mercado, a más
sofisticación del producto, precio más alto y más basura inútil. Una copa
menstrual dura unos 10 años y conlleva un coste mucho inferior y menos basura.
Cierta razón tiene Jasmina Garcia, de la Asociación
para la Difusión de la Copa Menstrual, cuando desmonta la creencia de que un
tampón sea más higiénico simplemente por deshacerse de él y critica la lógica
subyacente de "una sociedad de usar y tirar".
La tendencia del mercado de la higiene intima
femenina ha sido la de desnaturalizar la menstruación, queriéndola convertir en
algo perfumadísimo (no se olviden los tampones con aromas añadidos) que te
permite saltar en un mundo de colorines y flores ceñida en prendas inmaculadas.
Parece llamativo, además, que la evolución del diseño de los Tampax haya ido
hacia un cada vez mayor alejamiento del propio cuerpo.
Al principio eran simples y había que introducirlos
con un dedo. Luego Tampax inventó el aplicador, que te permite ponerte
cómodamente el tampón sin ni tocarte, no te vayas a manchar. Inicialmente los
aplicadores eran de cartón y de diseño sencillo. Con el tiempo fueron
perfeccionados y pasaron a ser de plástico de colores.
Poco después aparecieron los Tampax Compact,
envueltos cada uno en su propio envoltorio, éste también de plástico de
colores, ideales para llevar "discretamente" en el bolso. Y tras el
Compact, el Tampax Pearl, última evolución de la aplicación segura, ahora con
un diseño mucho más sofisticado, colores irisados y la punta más redondeada y
suave.
El nuevo diseño del aplicador, con relativo
incremento de plástico utilizado, elimina cualquier riesgo de que el mismo,
accidentalmente, se desmonte y acabemos teniéndonos que introducir el tampón
con el dedo. Algunas nos preguntamos qué será lo próximo, ¿un aplicador modelo
lanzacohetes?.
Quizás no sea tan disparatado que Gemma Tomás, de la
CUP, afirme que "la menstruación sigue siendo tabú”.
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