miércoles, 13 de julio de 2016
Ni más ni menos que una de las patas para acabar con el sida
Las pastillas profilácticas para frenar el contagio
del VIH pueden ser una herramienta fundamental contra el virus, pero solo como
un complemento entre poblaciones de riesgo.
El tratamiento profiláctico contra el sida (conocido
como PrEP por sus siglas en inglés) fue una de las estrellas en el congreso
internacional de sida que se celebró hace justo un año en Vancouver. Aunque la
Agencia Estadounidense del Medicamento (FDA) lo había aprobado en 2012, los
estudios que se presentaron en Canadá sirvieron para certificar, con consenso
científico, que el uso de estas pastillas entre la población de riesgo puede
ser una herramienta eficaz para acabar con la epidemia del VIH. Este es, nada
menos, el objetivo que se ha propuesto la comunidad internacional de aquí a
2030, dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El tratamiento, una combinación de principios activos
antirretrovirales, ha demostrado una eficacia del 90% a la hora de frenar la
transmisión sin preservativo. Muchos de los investigadores implicados en los
diferentes ensayos que se presentaron en Vancouver aseguraban que la protección
se aproximaba mucho al 100% entre los sujetos que tomaban la medicación religiosamente.
Todo esto ha propiciado que la propia Organización
Mundial de la Salud (OMS) recomiende, como precaución adicional, el uso de PrEP
en la población de riesgo: trabajadores sexuales, transexuales, hombres
homosexuales, personas que coitan sin protección. Los especialistas lo
contemplan como una de las patas sobre las que se tiene que asentar la lucha
contra la enfermedad, junto al tratamiento antirretroviral para todos los
infectados en cuanto se detecta el virus. Con ambas medidas “se podrían evitar
21 millones de muertes y 28 millones de nuevos casos de aquí a 2030”, según la
OMS.
Esto no quiere decir que los científicos alienten
dejar el condón de lado. Seguirá como un arma crucial contra el sida, entre
otras cosas, porque el PrEP tardará en llegar a todos los que lo necesitan y
porque no es un tratamiento indicado para la gran mayoría de la población. No
deja de ser un agresivo cóctel farmacológico entre personas sanas, y todo
medicamento tiene efectos secundarios. Si insisten en sus bondades es porque se
ha asumido como inevitable que no todo el mundo use preservativos, que se
rompan o que haya descuidos, así que puede ser un buen complemento. Han
concluido que los riesgos son menores que los beneficios, siempre entre estos
grupos de riesgo.
Una de las preocupaciones que se expresaron en
Vancouver fue que al sustituir los condones por este nuevo tratamiento se
disparasen otras infecciones de transmisión sexual (ITS). Sin embargo, los
estudios que se han hecho hasta el momento han demostrado que la prevalencia de
otras ITS entre quienes usaron PrEP no había aumentado.
En unos días comenzará la edición de este año del
congreso mundial sobre sida, esta vez en Durban (Sudáfrica). Varios de los
estudios que allí se presentarán mostrarán más detalles sobre el éxito (o no)
de este tratamiento.
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