domingo, 23 de julio de 2017
Orientación sexual: Conocer para respetar
Cuando hablamos de sexualidad nos referimos a un
concepto muy amplio que abarca múltiples aspectos de la naturaleza humana y que
está íntimamente ligado entre otros
a factores biológicos, psicológicos y sociológicos. Por ello para hablar
de orientación sexual se hace conveniente definir también otra serie de
conceptos aunque sea de forma esquemática:
Cuando utilizamos el término Sexo Biológico nos
referimos básicamente a las diferencias biológicas que hay entre el hombre y la
mujer (es decir, la diferenciación que existe entre genitales, hormonas,
cromosomas, etc.). El sexo biológico se manifiesta en tres formas: hembra, macho
e intersexualidad (combinación de ambos sexos).
Al referimos a la Identidad de Género, estamos
definiendo la vivencia interna e
individual del género tal y como cada persona la experimenta, la cual podría
corresponder o no, con el sexo asignado al momento del nacimiento.
El género está relacionado con las palabras
“femenino” y “masculino”. Estos dos términos (femenino y masculino) van a
variar según la cultura y el momento histórico ( por ejemplo, algo que podamos
considerar hoy en día en nuestro país como exclusivamente femenino, por ejemplo
llevar falda, no tiene porque serlo en otros países, como podría ser en
Escocia). De la misma manera algo que podría considerarse también femenino hace
100 años, como por ejemplo hacer las tareas del hogar, hoy en día no es así (o
no debería serlo).
La Expresión de Género es la forma en la que cada
persona manifiesta su modo de pensar su propia sexualidad
ante la sociedad. Se refiere a cómo expresamos nuestro género: a través de la
vestimenta, el comportamiento, prácticas sexuales, los intereses y afinidades,
etc. Sobreentendiendo que ya no sólo estamos hablando de las categorías de
“hombre o mujer” sino de un abanico bastante amplio de modos de ejercer la
sexualidad.
La Orientación Sexual. Este es el término con el que
nos referimos cuando hablamos de hacia quien o quienes dirigimos nuestro deseo.
Son los patrones de atracción emocional o sexual. Normalmente se suelen
encuadrar en el binomio Heterosexualidad-Homosexualidad, pero hay muchas más
formas de orientación: bisexualidad, polisexualidad, pansexualidad, etc.
Al llegar a este punto, me parece importante incidir
en el hecho de que la orientación sexual no es una opción y, por lo tanto no
puede ser escogida ni cambiada a voluntad de la misma manera que no elegimos ni
podemos cambiar cuales son los colores que más nos gustan. Con un ejemplo se
entiende mejor: cuando yo era pequeña mi color favorito era el verde y todo lo
quería de ese color. En algún momento, no se muy bien cuando, mi color favorito
se convirtió en el morado y además, me di cuenta que me horrorizaba el
amarillo. Quizás si te pregunto a tí,
me dirás que tu color favorito es el rojo, y que lo es desde siempre. Y
si le preguntamos a una tercera persona puede que conteste que tiene desde
siempre dos colores favoritos y no sabe con cual quedarse, porque ninguno es
mejor que otro. El que nos guste un determinado color es algo que ninguno de
los tres hemos elegido, de la misma forma que no hemos elegido nuestra
orientación sexual.
Dejando los colores a un lado y una vez aclarados
estos términos, podemos concretar un poco más y decir que la sexualidad es una
actividad que dinamiza la comunicación y las relaciones humanas, y donde el
placer (tanto físico como psicológico) es un elemento básico de esta relación.
En nuestra sociedad este hecho no ha sido aceptado
hasta la actualidad y por ello no sólo ha habido una gran desinformación, sino
que la poca a la que se podía acceder era errónea en muchos casos y cargada de
mitos en muchos otros.
Una de las ideas más aferradas en la sociedad, es la
de asociar la sexualidad simplemente con la función reproductiva del ser
humano:
Hasta hace poco, la única etapa de la vida en la que
a los individuos se les reconocía su sexualidad, era el momento vital en el que
tenían capacidad de reproducción. Es por ello que seguimos relacionando
sexualidad con la idea pareja de orientación sexual hetero y adulta. Sin
embargo, es importante aclarar que la sexualidad nos acompaña a lo largo de
nuestras vidas (desde el momento que nacemos hasta en el que morimos) y lo que
se modifica es la forma de expresarla. Todos los seres humanos somos seres
sexuados y hay tantas formas de vivir la sexualidad como personas y
personalidades, así pues, cada sujeto tiene el derecho y el deber de vivir su
sexualidad como desee, como le sea más gratificante, siempre que respete a los
demás individuos implicados.
Debido a esta norma social de relacionar la
sexualidad con la etapa reproductiva (y por consiguiente con la
heterosexualidad) podemos empezar a intuir porqué los comportamientos no
heterosexuales chocan frontalmente contra todo el sistema cultural de nuestra
sociedad.
Los seres humanos somos “animales sociales”, y nos
desarrollamos como tales mediante el aprendizaje. Desde que nacemos y a lo
largo de toda nuestra vida, vamos interiorizando ideas, conceptos y valores a
través de diversos agentes socializadores (primero mediante la familia, luego
la escuela y los amigos, más tarde los medios de comunicación) de esta forma y
a través de elementos como el lenguaje, los juegos y las tareas que se nos
asignan, interiorizamos miles de normas sociales de las que no somos
conscientes y de las cuales ni
siquiera nos planteamos su porqué ( pero sin embargo llega un momento en el que
todos sabemos que tenemos que salir de casa con zapatos puestos y nunca
descalzos, que cuando hacemos nuestras necesidades tenemos que ir al baño y
nunca hacerlas en el suelo…).
Así, poco a poco, vamos aprendiendo a distinguir
entre otras cosas, lo que está bien de lo que está mal, y lo que es normal de
lo que no lo es. Y de la misma forma que nos vamos construyendo a nosotros/as
mismos/as, también ayudamos a construir la realidad que nos rodea (sin ser
apenas conscientes del importante papel que jugamos cada uno/a de nosotros/as).
Al interiorizar estas normas sociales de las que
hablamos (la palabra norma viene de “normalidad”, esto es, lo que es y/o tiene
que ser normal) también interiorizamos y aceptamos lo que es anormal. Partimos
de que la normalidad (y por eso también la mayoría) es la heterosexualidad. Por
ello, y debido a que se saltan
esta normatividad, las personas no heterosexuales tienen que ser personas
anormales (por eso se asignan características relacionadas con la enfermedad y
la perversión y se refieren a
ellas con términos negativos).
Como vemos, de una forma u otra, la sociedad controla
mediante el castigo a todos los que se saltan las normas en las que se
sustenta. Pero, ¿por qué la sociedad castiga a las personas no heterosexuales?
¿Cuáles son esas reglas de control o normas que se saltan con su orientación
sexual?:
Por un lado, se transgrede la norma reproductiva de
la que hablamos anteriormente (una pareja homosexual no puede tener hijos de
forma “natural”).
Por otro lado, Interfiere el contrato matrimonial
clásico y el sistema de herencia consecuente.
También se enfrenta a la normativa religiosa de
nuestra cultura (aquí saltarse esa norma se llamaría “pecado”).
Además, confunde la norma del reparto de los roles
sexuales en los que se basa nuestra organización social de trabajo, donde el
hombre y la mujer juegan un papel diferente (el hombre como padre de familia, y
la mujer como madre relegada al cuidado de sus hijos y a las tareas del hogar).
Y decir, como última transgresión de la norma, que
con su comportamiento sexual, el colectivo LGTBQI (lesbianas, gays,
transexuales, bisexuales, queer e intersexuales) desafían lo que se espera de
ellos/as por el hecho biológico de haber nacido hombre o mujer .
La enumeración de estos puntos ayudan un poco más a entender la causa
del rechazo hacia este colectivo (es decir, lo que normalmente se denomina
homofobia, transfobia, bifobia, etc). Aceptar la libre existencia de la
sexualidad no heterosexual, implicaría que todos estos valores de nuestra
sociedad heteronormativa se tendrían que rehacer.
Esta reconstrucción social, es algo que poco a poco
va pasando, porque la sociedad se mueve, porque no es estática y porque aunque todos estemos mediatizados por
la sociedad, a ésta la construyen al fin y al cabo las personas que viven el
día a día en ella.
Así, y desde hace unos años, de la misma manera que
los roles sexuales tradicionales ya no sirven (“la mujer hace cosas de hombres
y los hombres hacen cosas de mujeres”) también la sexualidad empieza a
aceptarse como algo más que la mera reproducción (esto podemos observarlo en
que por ejemplo, los métodos anticonceptivos son de uso diario y ya no hay que
esconderse para comprarlos y en que el aborto está despenalizado). De la misma
forma que se dan estos cambios, la aceptación de la sexualidad del colectivo
LGTBQI también se va gestando poco a poco.
Sin embargo, es indiscutible que la
homo/trans/bifobia también es una realidad social y que ésta además puede tener
muchas caras (por invisibilidad, por violencia directa, institucional, social,
etc.).
En el día a día son comunes los chistes sobre la
orientación sexual, los términos “marica”, “maricón” o “bollera” son utilizados
como insultos… Este uso del lenguaje es aceptado por el grupo de iguales hasta
en los centros educativos. Violenta a los/as jóvenes del colectivo LGTBQI que
lo escuchan. Les advierte del peligro de expresar libremente su orientación,
vulnera su dignidad, destroza su
autoestima y sobre todo, les hace vivir en el miedo a ser rechazados/as. Y es
que mientras que los/as jóvenes heterosexuales aprenden a socializarse, los/as
demás aprenden a esconderse, a silenciar su situación porque la escuela, hoy en
día, aún no es un lugar seguro para este colectivo.
El miedo de los/as adolescentes LGTBQI a aceptarse
y/o hacerse visibles está más que justificado. Aunque la Constitución Española,
en su artículo 14 dice que: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que
pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo,
religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o
social”, vemos todos los días, de
una forma u otra, que esto no es real y que son objetivo de discriminación o
abuso por no responder al supuesto del imperativo de la orientación sexual
heteronormativa.
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