viernes, 8 de marzo de 2019

Necesitamos hacer más para evitar que las mujeres mueran de abortos no seguros

MSF alerta de que al menos 22.000 mujeres y niñas fallecen cada año a causa de interrupciones del embarazo clandestinas, una de las cinco principales causas de mortalidad materna
Era septiembre de 2011 y estaba en mi primera misión con Médicos Sin Fronteras (MSF). No estaba preparada para encontrar lo que vi cuando entré en una concurrida maternidad de África occidental: mujeres que llegaban al borde de la muerte, con complicaciones como sangrados severos y algunas en estado de shock séptico. En el quirófano, al examinar a muchas de ellas, encontré marcas de traumas en el cuello uterino causadas por objetos, como palos, que se habían insertado para interrumpir sus embarazos. Eran ejemplos de abortos no seguros que habían causado lesiones horribles.
En ese momento fui consciente de la absoluta desesperación que debía haber empujado a estas mujeres a recurrir a eso y de lo limitadas que debían haber sido sus opciones. Estaban dispuestas a optar por cualquier medio para interrumpir su embarazo, incluso sabiendo el enorme riesgo que suponía para su vida.
Algunas de ellas necesitaron antibióticos o una inyección antitetánica para tratar o prevenir la infección. Otras requirieron una transfusión de sangre para una hemorragia que era potencialmente mortal. También hubo quienes precisaron una cirugía mayor para reparar las perforaciones en la vejiga, el intestino o el abdomen; o para extirpar el tejido infectado causado por una peritonitis o un absceso abdominal. Incluso si estas complicaciones iniciales eran tratadas con éxito, sabía perfectamente que estas mujeres corrían el riesgo de sufrir secuelas a largo plazo, como dolor crónico, anemia e infertilidad. Era posible que algunas de ellas nunca pudieran tener hijos.
Si una mujer recurre al uso de un palo o de un objeto punzante para abortar, debe sentir que no le queda otra opción
Cuando estas mujeres salieron del hospital, las consecuencias no terminaron ahí. El aborto no seguro y el embarazo no deseado pueden provocar vergüenza y un estigma que conlleva ser excluida de la comunidad y tener más dificultades para casarse o para completar su educación, entre otras. Todo esto puede derivar en problemas de salud mental.
El encuentro con este tipo de emergencia médica fue impactante. Pero no debería haberme sorprendido; ahora sé que el aborto no seguro constituye un grave problema de salud pública en todo el mundo. Al menos 22.000 mujeres y niñas mueren cada año a causa de un aborto no seguro, lo que lo convierte en una de las cinco principales causas directas de mortalidad materna. Además, se estima que siete millones de mujeres y niñas sufren secuelas a largo plazo, incluidos efectos secundarios graves y discapacidad de por vida.
Lamentablemente, es probable que estas cifras sean mucho más elevadas. Muchos abortos no seguros, al igual que los embarazos, no se notifican, ni por las propias mujeres, sus familias o por quienes llevaron a cabo la interrupción voluntaria del embarazo. Médicos Sin Fronteras es testigo cada día de las consecuencias de esta práctica. En algunos de nuestros hospitales, es la causa de hasta el 30% de las urgencias obstétricas. Sin embargo, este devastador coste para la salud y la vida de las mujeres y las niñas es completamente prevenible.
La atención para el aborto seguro es reconocida como una necesidad médica dentro del paquete de salud sexual y reproductiva, considerado en todo el mundo beneficioso para prevenir la mortalidad en las mujeres. La interrupción del embarazo es un procedimiento seguro y eficaz que puede lograrse mediante cirugía menor o pastillas, estas últimas suministradas en un régimen de dos etapas y cinco píldoras. El aborto farmacológico se usa cada vez más en los proyectos de MSF y forma parte de nuestra atención ambulatoria.
Cada aborto seguro proporcionado es un aborto no seguro evitado.
Sin embargo, las limitaciones para llevar a cabo una atención a los abortos no seguros van más allá de la vergüenza y el estigma que esto puede suponer en muchos contextos sociales, especialmente en aquellos en las que trabaja MSF. Estos obstáculos abarcan restricciones legales, factores económicos y sociales y trabas administrativas. Los responsables institucionales y los profesionales sanitarios pueden carecer de conocimientos o tener miedo a las repercusiones o tener sus objeciones por razones personales. Incluso en los lugares donde el aborto esté restringido, habrá mujeres que, por muchas razones y a pesar de los riesgos, querrán interrumpir su embarazo y recurrirán a cualquier medio disponible para hacerlo. Cualquiera que sea la razón para querer abortar, si una mujer está dispuesta a recurrir a un palo o un objeto punzante para terminar su embarazo, debe sentir que no tiene otra opción.
Debemos seguir presionando para que se avance en la atención del aborto seguro en todo el mundo
Desde 1990, el punto de referencia para los Objetivos de Desarrollo del Milenio, hemos visto reducciones en la mortalidad materna en muchos países, incluso en aquellos en los que trabajamos, pero hemos visto escasos avances en las muertes por abortos no seguros. Esto resulta del todo inaceptable.
Incluso en MSF no hemos observado el progreso que queríamos. Si bien la atención adecuada del aborto ha sido parte de nuestra política desde 2004, entre 2007 y 2016 observamos un cambio mínimo en el alcance de la prestación en esta materia. Sin embargo, en los últimos tres años, con un enfoque renovado en el tema, estamos comenzando a asistir a un cambio real.
Tengo la esperanza de que el próximo joven obstetra que realice una misión no tenga que hacer frente a la tragedia de complicaciones postaborto a la que yo me enfrenté. Debemos seguir presionando para que se avance más en la atención del aborto seguro en todo el mundo: las vidas de las mujeres y las niñas dependen de ello.

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