Muchas profesiones tendrían que perder el miedo de
asumir, humildemente, que necesitan manejar unas cuantas nociones de Educación
Sexual. Y no quiero decir con ello que se pongan a estudiar Sexología, para eso
ya estamos los sexólogos y las sexólogas y cada profesión tiene su espacio.
Pero unas nociones de cómo atender las cuestiones de sexualidad en su quehacer
cotidiano, no les sobran a aquellas profesiones que tienen como característica
el trato con personas, porque todas las personas somos personas sexuadas, con
nuestra sexualidad diversa e irrepetible y no todos los profesionales saben
manejarse a la hora de dar respuesta a esa diversidad.
Las primeras profesiones en las que estoy pensando
son las de los ámbitos educativos, sanitario y social. Yo que además de
sexóloga soy profesora de Secundaria, llevo años dándome cuenta de que por
muchas campañas, legislaciones y programas que se pongan en marcha, en nuestras
aulas sigue imperando la heterosexualidad normativa. Y pobre del alumno o
alumna que se atreva a salirse de
esa norma.
Por supuesto, para eso está el profesorado, para
educar en estas cuestiones...
Pero ¿quién educa a este profesorado? La
formación, en estas materias y en otras, es voluntaria para los docentes, así
pues, quienes quieren hacer un curso lo hacen y quienes no, siguen al margen. Y
nos encontramos con personas que no saben dar respuesta a las diversidades
sexuales que se encuentran en el aula. Que no entienden que las chicas y los
chicos se pueden enamorar de chicos o de chicas, independientemente de los que
ellos y ellas sean, que no saben que hacer con un alumno o alumna en situación
de transexualidad, que no siempre dan la respuesta adecuada a diferentes
situaciones de las relaciones de pareja que surgen en la vida cotidiana de un
instituto o colegio.
Que desconocen que la Educación Sexual va más allá de
cuestiones genitales y perigenitales y por tanto reciben con pudor, risita
nerviosa y escaso interés cualquier sugerencia de formarse en este sentido.
El ámbito sanitario
En el ámbito sanitario, está
mucho menos claro. Como nuestra sociedad sigue anclada en ese paradigma que
confunde sexualidad con genitalidad y a las profesiones sanitarias se les
supone que de anatomía y fisiología saben un rato, pues parece que ya lo van a
tener resuelto. Pero cuando a los profesionales de la sexología nos tocó en
alguna ocasión formar a médicos, nos hemos encontrado con las mismas
limitaciones que con los docentes, e incluso muchas más. Hablamos de erótica,
deseo convivencia, identidades, orientaciones del deseo... Es muy importante
para que al médico de familia no se le olvide preguntar a sus pacientes si todo
va bien en ese aspecto, para que pueda detectar y dar respuesta a situaciones
que les lleguen a consulta y para que dejen de llegar a los servicios
sexológicos, abuelos a los que un medicamento les afecta a su erótica y su
deseo y el doctor de turno les ha dicho: «Total a su edad ya, que más le da»; o
adolescentes a quienes les ha reñido la enfermera a la que han ido a consultar
por un retraso en su menstruación; o familias cuyo pediatra no ha sabido
gestionar ni derivar las preocupaciones que le consultaban sobre sus retoños:
«que mi niña se toca ahí», «que mi niño se quiere vestir de princesa», «que mis
peques me han visto con mi pareja y qué hago»... En fin... Que sería
imprescindible...
En el ámbito social, también resulta muy importante.
Yo que trabajo cotidianamente con profesionales que están en el tajo,
atendiendo a unidades familiares, a menores, a mujeres en situaciones
problemáticas, a personas mayores, a personas con diversidades funcionales e
intelectuales... Se la necesidad que estos y estas profesionales manifiestan
con respecto a los asuntos de las sexualidades de su población usuaria. En
general en el ámbito de los servicios sociales, cualquier formación que les
resulte de utilidad y facilite su trabajo cotidiano es bienvenida. Solo haría
falta una apuesta por ofrecerles de manera periódica que su formación
continuada incluyese Educación Sexual. Al menos las y los profesionales de
Servicios Sociales con quienes yo trabajo, me consta que lo valoran y lo
agradecen.
Peritajes y redes sociales
Podría seguir, porque se me
ocurren muchas más profesiones. Por ejemplo, quienes realizan peritajes de
delitos tipificados como «sexuales» resulta que no tienen la mayoría de las
veces la más mínima formación en sexología... Quienes trabajan con las redes
sociales, aun a sabiendas de que son los nuevos espacios de seducción y
encuentro, tampoco tienen nociones de educación sexual para saber como resolver
las situaciones de intimidad y privacidad que pueden requerir una
intervención...Por no hablar de los profesionales de los medios de
comunicación. Cuando yo estudiaba Sexología, uno de los ejercicios que nos
proponían en clase era coger artículos de prensa que abordase temas sexuales, o
que incluyesen la palabra «sexual» y sus derivaciones. Y ver de qué hablaban
esos artículos cuando hablaban de sexualidad...
Perpetuando mitos y creencias erróneas, confundiendo
conceptos, transmitiendo falsos estereotipos y creando opiniones sin el marco
teórico adecuado... Cuántas veces los profesionales de la Sexología habremos
soñado con la idea de hacer un curso de formación en temas de sexualidad para
profesionales de los Medios de
Comunicación...Total, que nos queda mucho camino por andar. Que cuando hablamos
de Educación Sexual, no sólo estamos hablando de prevenir embarazos no deseados
en adolescentes, ni infecciones de transmisión genital, ni de aprender a poner
preservativos. Esto ya lo habíamos dicho muchas veces, pero conviene seguir
recordándolo.
Y por supuesto, que los destinatarios de la Educación
Sexual no son solo la juventud y la infancia, ni las personas que acuden a los
cursos de esta temática por el gusto de hacerlos. Que en muchas profesiones es
una necesidad que tendría que ser abordada. En ello estamos.
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