A favor
martes, 21 de febrero de 2017
Guía para tomar partido en la gestación subrogada (o en los vientres de alquiler)
En este debate se generan extrañas alianzas: el ala
más conservadora del PP coincide con un sector del feminismo
Hay dos señales de que el debate sobre la gestación
subrogada se sale de lo común.
La primera es que los políticos han llegado a
sacrificar la disciplina de voto. Ocurrió el año pasado en la Asamblea de
Madrid, donde tres diputados del Partido Popular votaron en contra o se
ausentaron en la votación de una iniciativa que promovía la regulación de la
gestación subrogada. Ante la decisión de estos diputados díscolos, Cristina
Cifuentes reconoció que le parecía "sorprendente" que el voto de esos
diputados coincidiera con el de los diputados de Podemos, que también se habían
declarado en contra.
Y esa es, precisamente, la segunda señal de que
estamos ante un debate singular: se generan extraños aliados. Aunque por
razones distintas, el ala más conservadora del Partido Popular coincide con un
sector del feminismo en sus ataques a la gestación subrogada. Se trata de un
tema repleto de aristas, y con el objetivo de que las conozcas, a continuación
ofrecemos los argumentos más extendidos -y otros más insospechados- para la
defensa o el ataque a la gestación subrogada.
A favor
La gestación subrogada está prohibida en España,
aunque se permite inscribir en el registro, a nombre de los padres biológicos,
a los niños que han nacido en países donde sí está regulada. Sería deseable que
la gestación subrogada se aprobara en España para que todos los padres pudieran
acceder a ella (ahora mismo solo pueden permitírselo quienes tienen más
recursos económicos) y para que el proceso contara con las máximas garantías
para los padres definitivos, para la mujer gestante y para el niño.
También es deseable su regulación en España porque,
con el sistema actual, muchas mujeres de países pobres aceptan someterse a la
gestación subrogada porque necesitan el dinero para salir adelante. Si el
proceso se llevara a cabo en España de manera controlada, podríamos asegurarnos
de que las mujeres gestantes se encontrasen en una situación socioeconómica
adecuada y que no lo hiciesen empujadas exclusivamente por la necesidad.
De hecho, si hay mujeres dispuestas a ofrecer sus
cuerpos para estos procesos, ¿por qué no permitírselo? Si toman esa decisión de
forma consciente e informada, ¿acaso no serían personas adultas ejerciendo su
libertad individual y haciendo el uso que quieren de sus cuerpos? ¿Quiénes
somos para impedírselo?.
Todos los partidos políticos españoles debaten
internamente sobre la gestación subrogada. De momento, Ciudadanos es el partido
que se ha manifestado más abiertamente a su favor. Sea como sea, todos ellos
barajan la adopción de un modelo altruista. Esto significa que las madres
ofrecerían sus cuerpos voluntariamente y sin ánimo de lucro. Así, la gestación
subrogada sería un mecanismo de solidaridad hacia personas que desean ser
padres y no pueden tener hijos de otro modo.
Porque los procesos de adopción en España son
tremendamente lentos: pueden llegar hasta los ocho años. Y no se cubren todas
las peticiones: en 2012 se entregaron en adopción menos de 2.000 menores cuando
había 33.000 familias españolas dispuestas a acogerlos. Y el sistema público de
sanidad solo cubre tratamientos de fertilidad a menores de 40 años. Y solo un
par de intentos. Y la fecundación in vitro en un centro privado es cara: vale
unos 5.000 euros. Y un 10% de las pacientes que se sometieron en 2013 a este
procedimiento no lograron quedarse embarazadas. Y también beneficiaría a
matrimonios homosexuales que quieran tener un hijo biológico. En resumen: la
gestación subrogada allanaría la posibilidad de formar una familia a muchas que
lo desean.
Y si derribamos las barreras religiosas, nos daremos
cuentas de que la maternidad y la paternidad son cuestiones sociales, que no
están sujetas a cuestiones biológicas ni a la gestación, como queda de
manifiesto en el caso de los niños adoptados. Por tanto, los niños concebidos
mediante gestación subrogada podrán encontrar todos los cuidados que necesitan
en el seno de su familia definitiva, salvaguardando el interés superior de los
menores.
Al final, la gestación subrogada es solo una técnica
más de reproducción asistida. De la misma manera en que existe la donación de
esperma o la ovodonación, también puede donarse la capacidad de gestar. Aunque,
en este caso, el proceso sería más largo, al producirse una cesión del cuidado
que dura nueve meses.
En contra
¿Cómo que "gestación subrogada"? ¡Querrás
decir "vientres de alquiler"! ¡O "mujeres horno"! En la
forma de referirse a este fenómeno ya hay una toma de postura. Por eso, a uno
de los manifiestos más importantes contra la gestación subrogada o el alquiler
de vientres se le llamó "No somos vasijas". Este concepto, el de
vasijas, deja bien claro uno de los problemas principales: el alquiler de
vientres cosifica e instrumentaliza el cuerpo de las mujeres. La mujer queda
reducida a continente. Y, como tantas veces en la historia, las mujeres se
convierten en seres para otros.
A menudo nos venden el alquiler de vientres como un
modelo de altruismo y de generosidad. Pero en los países donde ya se practica,
como Gran Bretaña, no todas las personas que desean ser padres encuentran a
mujeres dispuestas a ceder su vientre altruistamente. En esos casos, ¿de qué
manera podemos garantizar que las partes no lleguen a un acuerdo económico bajo
manga? ¿O que no saldrán a buscarlo a países donde sea más fácil aprovecharse
de las necesidades económicas de las gestantes?.
Por tanto, encontramos que será muy complicado
vigilar que todas los procesos sean altruistas. Y, ante eso, debemos evitar a
toda costa que los cuerpos, tanto el de las mujeres como el de los bebés,
entren a formar parte del mercado, por mucho que el neoliberalismo se empeñe en
que podamos usar cualquier cosa como moneda de cambio. De la misma manera en
que no comerciamos con los órganos, el cuerpo humano debe servir como dique al
neoliberalismo. Y si alguien rechaza el comercio de órganos, pero sin embargo
ve normal que se use el vientre de la mujer como mercancía, solo cabe una
explicación: el desprecio histórico hacia las mujeres y hacia sus cuerpos.
Y sin abandonar la terminología comercial, el
alquiler de vientres establece un contrato con cláusulas abusivas para la mujer
gestante. Porque será ella la que salga penalizada en el caso de que tenga la
intención de participar en la toma de decisiones relativas al hijo que ha
alumbrado.
El alquiler de vientres también despierta dudas sobre
la situación en la que deja a los niños, que se verían en mitad de una maraña
de relaciones personales bastante difícil de regular. En algunos casos, podrían
contar con hasta cinco progenitores: la madre biológica, el padre biológico, la
madre uterina, y los padres o madres legales. ¿Cómo regularemos semejante caos?
¿Siempre en detrimento de la mujer gestante?.
Muchas veces, en defensa del alquiler de vientres, se
invoca el derecho de los individuos a ser padres y madres, pero no olvidemos
que no se trata de un derecho fundamental. Todos deseamos que las personas vean
colmadas sus aspiraciones vitales más nobles, pero no debería hacerse a costa
de la integridad de las mujeres.
El alquiler de vientres no es, de ninguna manera,
equiparable a la adopción. Porque la adopción no es una herramienta para colmar
las ganas de ser padre, ni para solucionar problemas de fertilidad. La
adopción, al contrario, es una medida de protección de la infancia abandonada,
destinada a que los niños puedan cumplir con su derecho a tener una familia.
Por tanto, el alquiler de vientres no sustituye a la adopción, y deberíamos
trabajar para que los plazos sean más ágiles para quienes ansían adoptar.
Ya hemos dicho que el rechazo a los vientres de
alquiler no procede solo desde un frente. Los sectores más religiosos
argumentan que la familia tradicional es un pilar clave en el desarrollo de las
sociedades, por lo que deberían adoptarse las medidas necesarias para
peservarla. Y el alquiler de vientres consagra un modelo familiar
individualista y adultocéntrico, donde, a diferencia del modelo tradicional,
busca la autorrealización personal de los adultos.
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