lunes, 3 de abril de 2017
Cómo reconocer el maltrato psicológico en la pareja
Este tipo de violencia, más normalizada en las
relaciones, puede hacer más daño que la violencia física
"Este ansia irracional de dominio, de control y
de poder sobre la otra persona es la fuerza principal que alimenta la violencia
doméstica entre las parejas". Luis Rojas Marcos.
El maltrato psicológico en la pareja es un tipo de
violencia, yo diría que el más generalizado y sobre todo, el más normalizado.
Es este un tipo de violencia apenas detectable, difícil de probar aunque su
poder lesivo puede ser infinitamente superior al de la violencia física, mucho
más obvia y donde la víctima acaba por tomar medidas para defenderse o
protegerse. Es sutil, intermitente pero constante, lo que deriva en una gran
dependencia emocional en quien lo sufre de la mano de una lenta, pero segura
destrucción de la autoestima de la víctima. Y es este su mayor poder de
agresión, la progresiva anulación de la persona maltratada quien ya duda
incluso de su propio valor como ser humano. La desvalorización y la culpa son
los protagonistas emocionales de un fino trabajo de distorsión de la realidad
donde la persona llega a creer que lo merece, que quién la va a querer a ella y
qué ese es el precio por no estar sola o por no asumir el estigma de fracaso
que contiene un divorcio.
“Son cosas de niños” y
otras frases que usamos para no ver el acoso
Cuando los padres no son equipo: ¿qué hacer cuando
hay diferencias en la forma de educar?
Algunas pistas para poder identificarlo son ocultar
algunas cosas por miedo a la reacción despreciativa o desproporcionada del
otro: temor a contradecirlo, toma decisiones por ti, accedes a tener sexo sin
querer, evitas opinar en público delante de él o ella, minimiza tus logros
mientras que genera culpa por los errores, ocupa el rol de madre o padre que
sabe lo que es bueno para ti sin ti, organiza tu tiempo libre sin consultar,
mira tu móvil, sientes tensión o miedo a equivocarte, juzga lo que haces o
dices o te pones, te responsabiliza de su estado de ánimo, te aparta poco a
poco de aquellas relaciones que son solo tuyas (amigos, familia), en
definitiva, vas dejando de ser tú para
convertirte en una especie de fantasma que intenta encajar en un presunto
modelo hecho a la medida de los deseos de la otra persona. Es terrorismo
íntimo.
La mayoría de los estudios epidemiológicos son
concluyentes, habiendo muchas más mujeres víctimas de violencia psicológica en
el contexto de las relaciones de pareja. Algunas de las conclusiones extraídas
por el primer estudio sobre violencia doméstica realizado por la OMS en el año
2005 son que la violencia más habitual en la vida de las mujeres es ejercida
por la pareja, superando el índice de aquellas agresiones consumadas por
conocidos o extraños.
Las consecuencias del maltrato psicológico sostenido
son de toda índole, ya que somete a la persona a estrés crónico, lo que
propiciará la aparición de enfermedades físicas o servirá como detonante de
aquellas que solo estaban en estado latente. Algunos síntomas visibles que
responden a la somatización de estrés emocional son ansiedad, problemas con el
sueño y/o con la alimentación, cansancio crónico, cefaleas, tristeza, apatía,
depresión, consumo de psicofármacos y alto riesgo de abuso del alcohol.
No hay un perfil específico de persona más vulnerable
al maltrato, se da en todas las culturas y contextos socioeconómicos. Lo que sí
que hay es un perfil de persona maltratada psicológicamente ya que el maltrato
va configurando cambios en la personalidad de quien lo sufre, tales como
inseguridad y baja o nula autoestima, percepción de impotencia para manejar el
entorno, culpabilidad, sensación de fracaso vital, sentimientos ambivalentes, se
subestima la gravedad del maltrato incluso justificándolo, se adopta la visión
de la realidad de quien agrede, no se es consciente en muchos casos de ser
víctima de maltrato psicológico. Esto es más frecuente de lo que se cree: hay
grandes dosis de violencia normalizada en las relaciones, y especialmente en
las de pareja.
Se van tolerando pequeñas humillaciones, sutiles
desprecios, se permiten la violaciones de la intimidad mediante el permiso
explícito o no de mirar mi móvil o mis redes sociales, me someto a tu juicio
sobre mí, empiezo a pedir permiso (que no opinión) para tomar decisiones,
aguanto tus estallidos de irritabilidad para no empeorarlos, acepto una y otra
vez las disculpas y todo ello sostenido por la creencia de que el amor todo lo
puede y si queremos que dure, es necesario ser flexible. Cuando nosotros
decimos en terapia de pareja que el amor es condición necesaria pero no
suficiente, las personas se sorprenden. Nos han hecho creer que una vez que uno
ama, el resto está hecho y vamos a transitar durante el resto de nuestra vida
por un fluido camino de rosas. Cuando aparecen formas tóxicas de vincularse,
muchas personas las soportan en nombre del amor, y en nombre de ese presunto
amor (que no lo es) se va degradando al otro, se le va anulando hasta el punto
de que hay un día en que ese otro ya no sabe ni quién es ni en qué se ha
convertido su vida.
En cuanto al perfil de la persona que maltrata
psicológicamente, es paradójicamente alguien en extremo dependiente e inseguro,
con escasa capacidad empática, muy controlador.
Es verdad que se recoge en las estadísticas un alto
índice de maltratadores psicológicos que proceden de hogares donde fueron
educados bajo modelos de relación basados en el maltrato y en el control, así
como también el uso y abuso del alcohol favorecen la aparición de este patrón
de conducta. Sin embargo, son algunas de las variables que explicarían solo
parcialmente un patrón de comportamiento tóxico, ya que en última instancia
todos somos libres de elegir cómo queremos ser y qué tipo de relaciones
queremos construir.
Insisto en que las circunstancias influyen pero no
determinan, luego nada justifica el maltrato hacia otros aún habiendo sido
ellos mismos víctimas del mismo.
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