martes, 13 de octubre de 2015
Comprometidos de nuevo con el sida, la tuberculosis y la malaria
Políticas eficaces, derechos humanos, y una inversión
adecuada pueden poner fin a estas pandemias en 2030.
Este pasado fin de semana, durante la 70ª asamblea
general de la ONU, se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS),
que continuarán hasta 2030 el sendero ya empezado por los Objetivos de
Desarrollo del Milenio. Los ODS son un programa de desarrollo de 17 puntos que,
en un marco de erradicación de la pobreza y la desigualdad, fija en su punto
tres lograr para 2030 la cobertura sanitaria universal y el “fin” de las
epidemias del sida, la tuberculosis, la malaria y las enfermedades tropicales
desatendidas, uno de los peores problemas de salud pública existentes.
El sida sigue infectando a 6.000 personas cada día y
ya son 35 millones las personas que viven con el virus (el 95% en países en
vías de desarrollo). Mató a 1,5 millones de personas el año pasado. La lucha
durante estos años se ha intensificado, y se han alcanzado algunos objetivos
notables. Por ejemplo, en 2014, por primera vez en la historia, el número de
personas que se incorporaban al tratamiento para VIH fue mayor que las que se
infectaban por el virus. Pese a la estabilización y a la mejora de calidad de
vida en la gente que puede acceder al tratamiento (alrededor de 15 millones de
enfermos) el sida, especialmente en los países de ingresos bajos o medios,
sigue siendo un terrible problema: más de 25 millones de afectados que reúnen
las condiciones para recibir esa terapia no tienen acceso a los medicamentos
antirretrovirales.
Lo mismo ocurre con la tuberculosis: pese a que su
prevalencia está disminuyendo en la mayoría de las regiones, y las tasas de
detección han aumentado considerablemente, más de un millón de personas murió
el año pasado a causa de esta enfermedad. Y también con la malaria, cuya
mortalidad se ha reducido a la mitad, pero que durante el último años terminó
con la vida de alrededor de otras 500.000 personas.
Las declaraciones de Onusida y numerosos expertos
permiten decir que estas tres pandemias podrían dejar de ser un problema de
salud pública en 2030, como marcan los Objetivos de Desarrollo. Nos encontramos
en un punto de inflexión que nos permite soñar con el fin de estas
enfermedades. ¿Cómo? A través de políticas eficaces, derechos humanos, una
inversión adecuada en cooperación internacional y aportaciones al Fondo Mundial
de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria.
El Fondo Mundial, actor clave
En 2002, la devastación producida en muchos países y
comunidades por estas tres pandemias, llevó a la creación del Fondo Mundial de
lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria, una iniciativa
internacional creada al amparo de Naciones Unidas que recauda e invierte cerca
de 4.000 millones de dólares al año para financiar programas dirigidos por
expertos locales en los países afectados por estas enfermedades y las comunidades
que más lo necesitan. En su último informe, publicado la semana pasada, el
Fondo Mundial mostraba los resultados más destacados: 17 millones de vidas
salvadas desde 2002 y un descenso de un tercio en el número de personas que
mueren a causa de estas tres enfermedades en los países donde invierte. 8,1
millones de personas reciben tratamiento antirretroviral para el VIH. 13,2
millones han recibido o reciben tratamiento para la tuberculosis. Y han
distribuido más de 548 millones de mosquiteras mediante programas para la
malaria.
España llegó a ser el quinto país en aportaciones al
Fondo Mundial contra las tres grandes pandemias. Hoy no dona ni un céntimo.
Desde Salud por Derecho, una organización que
defiende globalmente el acceso a la salud, hemos observado con preocupación la
trayectoria de España en la ayuda al Fondo Mundial y de los niveles de Ayuda
Oficial al Desarrollo. Entre 2001 y 2010 España aportó más de 650 millones de
euros, llegando a ser el quinto donante más importante del Fondo, pero desde hace
más de tres años no aporta ni un solo céntimo. Esta situación es consecuencia
clara del descenso en ayuda al desarrollo que ha habido en la última década:
España destina solamente el 0,15% del PIB, volviendo a cifras de los años
ochenta, cuando España dejó de ser receptor de esta ayuda para pasar a ser
donante.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible han renovado
el compromiso incumplido por muchos países de alcanzar el 0,7% en ayuda al
desarrollo. Por eso, de cara a las elecciones generales, hemos lanzado la
campaña Comprometidos, con la que buscamos un compromiso de todos los partidos
políticos con subir los niveles de ayuda y con volver a ser donante importante
del Fondo Mundial, como hace una década. Para ello, nos reuniremos con todos y
cada uno de los partidos, y corroboraremos su compromiso estampando el sello de
la campaña en su programa electoral.
Además, para alcanzar el fin de las tres pandemias en
2030, es fundamental la destinación de parte de esos fondos a organizaciones
como el Fondo Mundial, que desde 2002 no ha dejado de financiar proyectos y
programas de prevención, tratamiento y atención a hombres, mujeres y niños
afectados por el sida, la tuberculosis y la malaria. No es utópico, no es
irreal; es algo alcanzable. Por ejemplo, destinando solo un 0,5% de la
recaudación del Impuesto a las Transacciones Financieras en España (estimada en
5.000 millones si se alcanza un acuerdo ambicioso), alcanzaríamos las cuotas
con el Fondo Mundial que nos llevaron a ser uno de los más importantes donantes.
Vivimos en el comienzo del fin de estas pandemias. Y hay que fortalecer, ahora,
la respuesta. Si no, si disminuimos los niveles de ayuda o si los mantenemos en
los niveles de hoy en día, millones de personas morirán cada año por unas
enfermedades que pudieron ser historia y seguirán siendo actualidad.
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