miércoles, 1 de octubre de 2014

La ley del aborto, la historia de un fiasco

Gallardón propuso su cese antes del verano, cuando Rajoy esgrimió las encuesta para no sacar adelante la ley. Nadie asume del todo la paternidad del mayor pinchazo político de la legislatura.

La ley del aborto ha sido el mayor fiasco político de la legislatura. Se promovió para contentar al electorado conservador y su azarosa tramitación y posterior retirada después de tres años de debate ha acabado molestando a la izquierda, al centro y ahora a la derecha. En el camino ha quedado la carrera política de Alberto Ruiz Gallardón, que cumplió el encargo de Mariano Rajoy y después ha intentado de todo para que saliera, hasta que antes del verano empezó a rendirse y pidió a Rajoy que le cesara. El presidente le puso encima de la mesa encuestas que recomendaban no sacar la ley, pero le pidió que aguantara. El resultado al final ha sido el mismo: un fiasco con dimisión del ministro.

Todo empezó el día en que Mariano Rajoy decidió encargar la ley del aborto, el asunto más delicado de la legislatura, al ministro de Justicia, Gallardón, y no a la de Sanidad e Igualdad, Ana Mato. Si con José Luis Rodríguez Zapatero el asunto quedó en manos de Bibiana Aido, con Rajoy se atribuyó al hijo del diputado de AP que en 1983 había recurrido la anterior ley del aborto. Una feminista frente a un exfiscal hijo del líder del antiabortismo en la derecha. Todo un símbolo. El enfoque no sería social, sino puramente político y jurídico.

Algunos en el PP lo vieron como un regalo envenenado para Gallardón, eterno aspirante al trono de Rajoy. Ya entonces, en 2012, muchos le avisaron de que este asunto podría ser su tumba política. Otros en el partido creen que él intentó aprovecharlo para reconciliarse con la derecha política y mediática, que siempre le había dado la espalda mientras él buscaba un perfil moderado que le dio cuatro mayorías absolutas en Madrid. Lo cierto es que Gallardón, fiel a su estilo protagonista, se creyó el papel y empezó a defender la nueva ley del aborto en todos los foros, mientras poco a poco se iba hundiendo en las encuestas.

La batalla de la ley del aborto no era nueva en el PP. Venía de lejos, y Gallardón fue el último en llegar a ella. Ya se produjo en 2010, cuando Federico Trillo, miembro del Opus Dei y uno de los pata negra del PP, capitaneó con Soraya Sáenz de Santamaría un recurso durísimo al Tribunal Constitucional en el que se comparaba la ley del PSOE con las normas nazis de selección de la raza precisamente por permitir el aborto por malformación que después centró toda la polémica. La batalla se abrió de nuevo en 2011, cuando se estaba cerrando el programa electoral. Rajoy y otros muchos dirigentes recibieron miles de cartas de presión de colectivos antiabortistas cercanos a la iglesia y al PP. El entorno del Opus y de la Conferencia Episcopal se movió. Jorge Fernández Díaz, amigo de Rajoy y miembro del Opus, apretó y logró que se incluyera un compromiso, aunque vago, de reformar la ley del PSOE para proteger mejor al nasciturus. Los moderados que preferían esperar al fallo del Constitucional perdieron esa batalla. Era la segunda vez que ganaban los conservadores porque así lo quiso Rajoy.

Gallardón empezó a trabajar en una ley de supuestos mejorada. Enseguida empezaron a verse los problemas. Las discusiones con La Moncloa eran constantes y el ministro ofreció públicamente varias fechas que eran sistemáticamente incumplidas. La ley estaba ya lista, con dos opciones, una más suave y otra más dura, encima de la mesa de Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. Allí estuvo meses a la espera de una solución. Gallardón puso sobre la mesa del presidente dos versiones de la ley, una más suave y otra más dura. Rajoy tomó la última decisión

El presidente, como siempre, tomaría la última decisión. Algunos dirigentes y miembros del Gobierno creen que en él influyó también su entorno personal, de origen muy conservador. Otros culpan a la insistencia de Gallardón. Rajoy decidió, pero se quería evitar que él asumiera el coste político de un asunto muy delicado. Así que el 20 de diciembre de 2013, aprovechando que el presidente estaba en Bruselas y buscando que la polémica se apagara con el eco de las Navidades, un Consejo de Ministros presidido por Sáenz de Santamaría aprobó la norma más restrictiva de la democracia, que eliminaba incluso la malformación, cualquiera de ellas, como un supuesto para abortar.
Gallardón quería que quedara claro que era una ley de todo el Gobierno, no suya. Insistió en que se basaba en el recurso que en su día presentaron Trillo y Sáenz de Santamaría. Y para que todos los ministros asumieran el coste juntos, se les envió a todos la ley dos días antes. Sabían el miércoles lo que iban a aprobar el viernes. Algunos ministros temían más a la reacción de los conservadores, por una ley que no eliminaba el aborto, que a la izquierda. Era una norma pensada para ese electorado católico, eran esos votantes los que inquietaban. Pasó exactamente lo contrario y muchos se sorprendieron.


http://politica.elpais.com/politica/2014/09/24/actualidad/1411510577_143104.html

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