jueves, 16 de octubre de 2014

El silencio político alienta la violencia machista

Se está produciendo un círculo siniestro: los partidos no se arriesgan con el feminismo porque piensan que eso no da votos y ese silencio envalentona a los misóginos.

Es evidente que sufrimos un retroceso en el combate contra la violencia de género y por la igualdad. Es un retroceso visible no sólo en el número creciente de asesinatos machistas, sino también en que estos se producen en un ambiente social, legal, mediático, ideológico, diferente. Si nunca fue mucho el interés social hacia la violencia de género, ahora parece haber caído aún más. Los medios de comunicación, si alguna vez intentaron informar correctamente acerca de los asesinatos machistas, han vuelto a su querencia por informar de manera morbosa y apolítica, por privatizar esta violencia y por volver a intentar justificarla. Los neomachistas, cada vez más organizados, están continuamente en las redes atentos ante cualquier noticia que tenga que ver con los derechos de las mujeres o con el feminismo; desatan campañas de desprestigio contra cualquier feminista, se infiltran en los partidos y las asociaciones para boicotear cualquier tema relacionado con la igualdad de género. Si antes se escondían, ahora se hacen visibles. Esta visibilidad de los activistas del neomachismo ha dado alas a todos los machistas silenciosos, que son multitud y que antes callaban porque el ambiente no les era propicio. Basta con leer los comentarios en cualquier artículo que tenga que ver con el feminismo, con los derechos de las mujeres, con la igualdad, para darse cuenta de la rabia y la violencia que anida en la mayoría de los comentarios.

No es que ahora haya más machistas que hace dos años, sino que antes no se atrevían a manifestarse tan descaradamente y que el cambio hacia la igualdad no tuvo tiempo de arraigar como para transformar las estructuras y las conciencias.

Más que en los comentarios de los medios, más controlados, es en las redes sociales, allí donde no hay control, donde los neomachistas desatan una enorme violencia verbal. Antes los llamábamos trolls pero ahora ese nombre quizá no sea apropiado porque se presentan con sus nombres y sus fotos y en sus comentarios no es extraño que justifiquen la violencia; la culpa es de las feminazis, dicen. Basta con colgar la noticia de un asesinato machista, de una violación, para que ésta noticia atraiga decenas de comentarios que lo justifican o que incluso parecen alegrarse. Eso en cuanto a la violencia, pero si de lo que se debate es de igualdad, entonces aparece una legión de machistas que van a por todas, que discuten todo, incluso logros que parecían asentados o, por lo menos asumidos socialmente, como la necesaria paridad en política. Y no hay distinción entre partidos de izquierdas o de derechas, entre gente conservadora o supuestamente progresista.

No es que fuéramos el paraíso igualitario del feminismo, pero es obvio que se está produciendo un cambio. Es de suponer que no es que ahora haya más machistas que hace dos años, sino que los machistas de antes no se atrevían a manifestarse tan descaradamente y que el cambio que se estaba produciendo hacia una mayor igualdad y una mayor visibilidad del feminismo no tuvo tiempo de arraigar lo suficiente como para transformar las estructuras políticas y sociales, las conciencias; como para ser capaz de construir identidades masculinas no aferradas a sus privilegios patriarcales; como para educar a la mayoría de la población en lo que significa el feminismo. Cambiar ciertos usos sociales es mucho más fácil que cambiar la manera en que hombres y mujeres nos construimos, pero es un primer paso necesario. Hubo un impulso y ahora hay una reacción de retroceso.

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