viernes, 28 de junio de 2013

La senadora que habló durante once horas seguidas para impedir el voto de una ley antiabortista


Los republicanos de Texas tenían la mayoría numérica a su favor para aprobar, en la Cámara de Representantes estatal, la ley contra el aborto más severa de la historia reciente: una que prohibiría la terminación del embarazo pasadas las 20 semanas de gestación, restringiría el acceso a multitud de drogas abortivas y, en definitiva, provocaría el cierre de 37 de las 42 clínicas que hay en el Estado.
En su contra tenían el sentir popular y algo con lo que no contaban: lo singular que puede ser la legislación estadounidense, un país que mezcla las leyes federales (que afectan a todos los Estados) con las propias de cada territorio. Así, esta propuesta tenía que estar sobre la mesa del gobernador Rick Perry al día siguiente para convertirse en ley. Y para eso, tenía que estar aprobada por la Cámara antes de la medianoche. Los votos podían predecirse: 19 a favor y 10 en contra. Lo que no podían predecir era el caos que se iba a desatar.
Ayer, día de la votación, la senadora Wendy Davis pidió turno de palabra para expresar sus preocupaciones ante esta ley. Tenía consigo un puñado de documentos que no parecían legales. Eran en realidad cartas de votantes suyos, en su mayoría mujeres, consternadas ante la idea de que el gobierno estatal se tomara tantas licencias para decidir sobre su cuerpo. Empezó a leer y a leer... y leyó durante diez horas y 45 minutos.
Sin parar para comer ni ir al baño. Es lo que se conoce como filibusterismo: prolongar todo lo posible una votación con la esperanza de sus responsables abandonen la sala, agotados, y cambiar el resultado o, en el caso más extremo, dilatar tanto el turno de palabra que se agote el tiempo destinado para decidir sobre él.



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