martes, 26 de septiembre de 2017
‘Chemsex’, mucho más que sexo con droga
Las sustancias utilizadas y el tipo de práctica
sexual definen a estas sesiones que ya se tratan como un problema de salud
pública.
El término chemsex surge de la expresión chemical
sex, sexo químico.
Pero para que un ayuntamiento como el de Barcelona
haya incorporado su práctica como un problema de salud pública no cabe duda de
que el chemsex traspasa determinados límites tanto en el uso de las drogas como
en el del sexo. Durante mucho tiempo se ha usado este término para referirse al
uso de cualquier sustancia en un contexto sexual de cualquier grupo de
población. Pero hoy y según todas las asociaciones especializadas en el tema,
el chemsex es el uso combinado de metanfetaminas o crystal meth, GHB o éxtasis
líquido y mefedrona (acompañados de otros estimulantes como el poppers y la
viagra) por parte de hombres que tienen sexo con otros hombres. Estas sesiones
se prolongan durante varias horas e incluso días, y aunque los servicios de
salud pública lanzan campañas contra el uso de cualquier droga, están poniendo
ahora un foco especial en las chemsex ya que suponen un reto por las
peculiaridades de esas sustancias.
Las chemsex están generando un nuevo tipo de adicto,
además de un repunte de las infecciones de VIH y otras enfermedades de
transmisión sexual, algo muy preocupante.
El alcohol y las drogas se han usado para el sexo
históricamente en todos los colectivos. El problema de sustancias como la
mefedrona, el GHB y el crystal meth (también llamado tina) es que generan una
especial desinhibición de cara al sexo, y permiten su uso durante muchas horas
con un “subidón” constante.
Esto es particularmente peligroso, ya que los efectos
de una de las drogas se contrarrestan con la otra y esto hace que estas
sesiones duren hasta varios días con el consiguiente daño físico y mental.
Dentro del chemsex está la modalidad llamada slam, en la que las drogas se
inyectan para conseguir efectos más fuertes y rápidos. Además del enorme riesgo
de compartir jeringuillas, con esta práctica aumentan enormemente las
posibilidades de sufrir una sobredosis, en ocasiones mortales. En algunos foros
sobre el tema se puede leer que en países como Estados Unidos o Reino Unido
(cuna del chemsex) lo último es llevar a uno de los participantes al límite, es
decir, jugar a rozar la sobredosis (en el argot se denomina “doblar”) o incluso
alcanzarla premeditadamente a sabiendas de que se puede terminar muerto.
Más allá de los problemas derivados de la adicción a
estas drogas, el aumento de infecciones de VIH y otras enfermedades como la
hepatitis C es la principal preocupación de las autoridades sanitarias respecto
al chemsex. Las posibilidades de caer en prácticas de riesgo estando borracho o
bajo los efectos de una droga son siempre mayores, pero se multiplican en el
caso de una de estas sesiones.
El GHB o la metanfetamina afectan directamente a la
consciencia, y chicos que normalmente usaban condón en sus relaciones aseguran
que al tomarlas es muy fácil olvidarse de tomar precauciones. En el caso del
éxtasis líquido, los médicos apuntan a que favorece el sexo anal ejercido con
fuerza ya que es un anestésico, lo que favorece aún más los riesgos de
infección por la rotura de capilares sanguíneos. El resto de papeletas para terminar
contrayendo una enfermedad lo aporta la naturaleza orgiástica de estas
sesiones. En las chemsex lo normal es tener sexo con muchos hombres. En muchos
casos se llega a perder la cuenta.
El reto ahora es abordar la problemática del chemsex
por un lado como problema sanitario. Asociaciones del colectivo gay, y desde
ahora también poderes públicos como el ayuntamiento de Barcelona, tienen
campañas de concienciación respecto al uso de estas nuevas drogas. Respecto al
repunte de contagios por VIH, estas asociaciones apuestan porque se distribuya
de forma gratuita el llamado PreP, un combinado de medicamentos
antirretrovirales que impide la transmisión del virus del SIDA. Pero advierten
de que el chemsex tiene sus raíces en las presiones sociales específicas del
mundo gay. Un colectivo generalmente más liberal en cuanto al sexo, y por tanto
más vulnerable a los excesos y sus consecuencias.
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