sábado, 28 de enero de 2017
Revistas femeninas: Su influencia en la sexualidad y el género durante la adolescencia
No es novedosa la idea donde se afirma que la
adolescencia es una etapa del ciclo vital humano llena de inseguridades, dudas
y temores gestados a la sombra de la gran cantidad y rapidez de los cambios
corporales (y también sociales) que en ella se dan. Los y las que trabajamos en
ámbitos circunscritos al campo de la salud afectivo-sexual lo sabemos muy bien. Estamos muy
relacionados/as con este tipo de inseguridades ya que por un lado (a nivel teórico) han sido ampliamente
tratadas y por otro (a un nivel más práctico) estas dudas que nos plantean
los/as jóvenes en primera persona, son una constante en el día a día de nuestro
trabajo. Apenas han cambiado, se mantienen y repiten en el tiempo. Son dudas
casi arquetípicas y muy similares aún con el transcurso de los años (y
probablemente lo serán también dentro de otros tantos).
Estas inquietudes a las que me refiero, están
asociadas a la falta de conocimientos y de información, con el miedo a lo desconocido
y la imperiosa necesidad de saber sobre el novedoso mundo de la erótica (tanto
la propia como la ajena), además de con la confusión creada por la vigencia de
muchos mitos e informaciones contradictorias en torno a las preguntas más
comunes, esas que todos y todas alguna vez nos hemos planteado en relación con
la sexualidad y los afectos.
Observamos que hoy en día los intereses de el y la
adolescente sobre la sexualidad se siguen centrando principalmente en el coito.
Un clásico entre los clásicos, serían los miedos y las dudas relacionadas con
lo que llamamos comúnmente “la primera vez” (haciendo referencia a las primeras
relaciones coitales y a la pérdida de la virginidad).
Éstas, siguen preocupando a los/las más jóvenes. Las
preguntas son las mismas de siempre: ¿me dolerá? ¿sangraré? ¿me podré quedar
embarazada?…etc.
Otro punto clave habitual en esa mitología que rodea
la idea de sexualidad adolescente serían los miedos y dudas referidas al
embarazo. Aquí entrarían todos los mitos e inseguridades relativas a como se
pueden o no quedar ellas embarazadas, además del uso de anticonceptivos y su
eficacia. El miedo al riesgo de embarazo está muy presente y es una de las
grandes inquietudes que tienen los/as jóvenes a la hora de hablar de
sexualidad. Sin embargo no lo es tanto el riesgo de infección de enfermedad por
transmisión sexual. Para el y la adolescente medio, el placer sin riesgo es
entendido principalmente como evitación de un posible embarazo y no como
protección de su salud y la de su compañero/a sexual. Es por ello que ésto, se
ha de tener muy en cuenta a la hora de trabajar en el plano de la experiencia
afectivo sexual como educadores y/o mediadores (tanto formales como
informales). Si bien es cierto que uno de nuestros deberes es contestar todas
sus preguntas con información veraz, también debemos orientar y concienciar
respecto a interrogantes no planteadas por ellos y ellas, pero no por eso menos
importantes para su salud sexual.
Otras de las dudas más frecuentes que nos encontramos
al abordar el tema de la sexualidad con los y las adolescentes, se podrían
resumir en las siguientes categorías:
-Dudas referentes al conocimiento del cuerpo (tanto
el propio como el ajeno): ¿Qué es el himen? ¿Es importante el tamaño del pene? ¿
Cuáles son las zonas erógenas?
-La masturbación: ¿Las mujeres se masturban? ¿Es malo
si me masturbo mucho? ¿Cuántas veces es normal que un chico se masturbe?
– Los tipos de relaciones (coital, oral y anal) y sus
riesgos: ¿Puedo quedarme embarazada si mi pareja ha eyaculado fuera? ¿Debo
protegerme en el sexo oral? ¿La mujer disfruta en la penetración anal?
-El orgasmo: ¿Hemos de llegar juntos? ¿Cómo saber si
llega la chica al orgasmo?
-Sobre identidad sexual: ¿Soy homosexual/lesbiana si
tengo fantasías con personas de mi mismo sexo? ¿La homosexualidad es una
enfermedad?
-Las posturas: ¿Qué posturas dan más placer? ¿Cómo es
“X” práctica sexual de la que todo el mundo habla?
Sin embargo, se debería aclarar que en los últimos
tiempos se observa que van surgiendo y se van formulando otras dudas además de
las descritas, y que son otras también las inquietudes que nos plantean los/as
jóvenes. Esto hemos de entenderlo con total naturalidad, ya que no es sino una
consecuencia lógica de los cambios dinámicos y de forma de relación propios de
nuestra actual sociedad. Hemos de tener en cuenta y no olvidarnos nunca (puesto
que se tiene tendencia a ello) que los y las adolescentes son parte integrante
activa de dicha sociedad. Por lo tanto, es obvio que no son los/as mismos/as
que los de hace unos años, de la misma forma que no lo es su entorno, ni sus
recursos, con lo cual tampoco lo
serán sus miedos y por lo tanto sus intereses. Es tras esta reflexión, cuando se hace necesario ampliar las
miras de nuestro campo de actuación a la hora de satisfacer sus necesidades y
por ello se ha de trabajar desde
una perspectiva que tome en cuenta sus intereses actuales para garantizar de
forma íntegra su salud afectivo-sexual.
La llamada Sociedad de la Información en la que
vivimos ofrece muchos recursos debido a la amplitud de su alcance dentro de la
cultura de masas. Sin embargo dichos recursos pueden llegar a ser
desinformativos. Desde ellos se difunden realidades muy distintas sobre el
mismo hecho. Ésto contribuye por un lado a perpetuar los miedos y las
inseguridades “de siempre” y por otro a crear algunos más novedosos dentro de
un contexto de sobreinformación descontextualizada. De esta manera nos
encontramos muchas veces que la
forma en como se trata la sexualidad humana es en muchos casos incongruente y/o
deslabazada. Así, actualmente nos encontramos una sexualidad presentada en una
especie de categorías independientes entre si: como medio de reproducción por
un lado, como fuente de placer por otro, como una forma más de aceptación
social, como diversión/entretenimiento, como vulnerabilidad ante el contagio de
enfermedades, etc.
Conociendo las fuentes de aprendizaje de los/as
adolescentes desde una perspectiva de género.
Los mensajes que se reciben de los mass media y los
modelos que estos nos ofrecen en el campo de la sexualidad son contradictorios.
Un ejemplo ilustrativo lo podemos encontrar hojeando cualquiera de las
denominadas revistas femeninas para mujeres jóvenes que actualmente hay en el
mercado. El trato que recibe la sexualidad desde estas publicaciones es muy
ambiguo y está lleno de esas contradicciones a las que hago referencia. Aunque
a simple vista se pueda creer lo contrario (ya que parece que venden un modelo
de mujer activa, independiente y con iniciativa) las mujeres son definidas en
función de su éxito seduciendo a los hombres. La idea que subyace en sus
reportajes es que son ellos “el primer sexo” y que la mujer sólo existe de
forma secundaria al hombre: la moda, el maquillaje, la dieta y la sexualidad
están normalmente orientadas a agradar y a capturar la atención del género
masculino.
Observamos como desde estas páginas se imparten
cursillos “prácticos” sobre sexualidad. Vienen en forma de consejos que valen
para cualquier lectora y que no hacen más que homogeneizar al público objetivo
que consume estas publicaciones, además de reforzar y perpetuar los
estereotipos de género preexistentes y marcar las pautas de comportamiento
durante las relaciones sexuales. Se ha de decir también, que estos “consejos
sexuales” que ofertan, muchas veces son erróneos y están cargados de mitos y
por supuesto la salud sexual es casi obviada. El planteamiento de base que se
ofrece está enfocado en el disfrute del otro, olvidando que el propio placer
sexual es igual de importante que el ajeno.
El mensaje que dan es el siguiente: una mujer buena
en la cama no es una mujer que disfruta de su cuerpo, de sus afectos y de sus
emociones, sino que es la que hace disfrutar al hombre (ha de remarcarse “hombre”,
porque otra orientación sexual que no sea la heterosexualidad normativizada no
es contemplada desde este tipo de publicaciones). De esta forma, se sigue
atando a la mujer con una sexualidad al servicio del varón. Apenas existe una
relación de reciprocidad y se aborda el sexo desde la seducción, básicamente
con el fin de “cazar” a una pareja ideal. Imponen cánones estéticos. Nos dicen
que la mujer debe ser bella para atraer a ese hombre. Ha de preparar su cuerpo
para darle placer y la experiencia sexual es acotada a simples consejos sobre
como ponerlo a cien: streapteases, acrobacias sexuales, técnicas amatorias,
posturas, ropa interior para estar sexy, trucos para excitar más al hombre,
etc.
Así, nos encontramos que el papel de la mujer queda
reducido al de una protagonista cosificada (como objeto y no como sujeto de
placer). Su cuerpo se conforma como un icono del deseo masculino. Es en la
imagen de este disfrute del cuerpo de la mujer, donde la superioridad y la
fantasía masculina se presenta como un discurso normal que muestra y asume unas
relaciones de poder que a posteriori modularán las prácticas sexuales de los y
las adolescentes, donde los deseos “reales” de la mujer apenas tienen cabida.
De alguna manera se podría decir que hoy por hoy, estamos volviendo a retomar la
idea de “mujer objeto” que había hace años, antes de la revolución sexual de
los sesenta. Sin embargo hay una clara diferencia con aquel momento histórico:
en la actualidad, las mujeres han pasado de jugar un papel de sumisión (es
decir, un papel pasivo en la sexualidad) a uno donde han de ser activas (e
incluso agresivas sexualmente). Ese papel de “mujer objeto” es asumido con
orgullo, ya que se considera una forma de igualarse a los varones (de ahí la
falsa idea de independencia femenina que se oferta desde estas revistas).
Actualmente, es fácil observar la urgencia que tienen
las mujeres por iniciarse al sexo a través de la bajada de la edad media de las
primeras relaciones sexuales. Además, a hora de mantener relaciones, éstas
toman más la iniciativa que hace unos años y de una forma más activa. Esto no
quiere decir que sea un avance (aunque desde los mass media en general nos lo
vendan como una nueva liberación sexual). Simplemente hemos convertido el sexo
en otra forma más de aceptación social, ya que si no se mantienen estas
relaciones se ve afectada de forma negativa la autoestima femenina, puesto que
el no hacerlo implica el no ser lo suficiente deseable para los hombres lo cual
es vivido como un fracaso en la mujer. Nos guste o no, de alguna forma la
sexualidad en la adolescencia se ha convertido en los últimos tiempos en una
forma más de aceptación social que se conforma como una obligación debido a la
presión social, donde el sexo ha pasado de ser una parte negada de la mujer, al
eje fundamental en su vida.
Después de todo lo dicho, a simple vista parecería
que los hombres salen ganando, pero ellos también son esclavos de los
estereotipos de género que se conforman desde estos medios. No hemos de
equivocarnos, este modelo que nos venden no afecta sólo de forma negativa a las
mujeres. Ellos también han de representar su papel y han de actuar como se
espera que ha de hacerlo un varón heterosexual, sobre todo ante una mujer que
se le insinúa sexualmente (perpetuándose
así otro mito: “el hombre siempre está dispuesto”).
Es el pez que se muerde la cola: el atractivo sexual
de una mujer se supone que es el principal indicador de su éxito social (y en
el que se basa la autoestima de la gran mayoría). Este éxito se contabiliza con
el número de relaciones sexuales (cuanto más atrevidas mejor, porque eso es lo
que quieren los hombres). Ellos a su vez, han de actuar también en
consecuencia.
Cabe señalar que tanto desde las instituciones como
los diversos agentes psicoeducativos, intentamos ofertar una visión global
sobre la sexualidad basada en la educación, en la salud, en la responsabilidad
y en la igualdad (tanto de géneros como de orientaciones sexuales). Sin
embargo, la mayoría de las veces, las intervenciones psicoeducativas suelen
quedarse cortas ya que los mensajes se centran básicamente en los peligros que
rodean la experiencia afectivo-sexual (campañas de riesgo de embarazo, riesgo
de ITS, violencia de género). Los modelos que tienen los/as adolescentes
(tomados principalmente de los medios de comunicación) chocan a menudo
frontalmente con estas ideas, ya que el sexo es entendido en gran parte como
una forma más de consumo y de aceptación social que los asedia de forma
ininterrumpida. Así el y la adolescente de hoy en día se ve envuelto en una
continua serie de contradicciones.
Existe pues, un cierto desfase de nuestra oferta
educativa con respecto a las necesidades actuales de los y las adolescentes. Si
bien es cierto que muchas de dichas necesidades son cubiertas (las expectativas
tanto en el plano biológico, de reducción de riesgos, etc). Existen otras que
surgen a raíz de las propias experiencias de socialización que apenas son
abordadas y menos desde una perspectiva de igualdad de género, dejando un gran
vacío a interrogantes generados debido a la insistencia de los modelos de
sexualidad ofertada desde los mass media. Preguntas tipo ¿Cómo me comporto en la cama?, ¿tengo
que ser muy lanzada?, ¿tengo que hacer de todo lo que me pida?, etc. no son
contestadas desde el plano de la educación teniendo en cuenta la realidad
sociocultural que los/las rodea.
Podes seguir lendo: http://www.baldomirpsicologa.com/2017/01/13/revistas-femeninas-sexualidad/
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario