lunes, 21 de septiembre de 2015

La violencia del amor romántico en el aula

La Ley Wert profundiza en los principios que justifican los valores patriarcales.

La escuela contribuye a construir nuestra identidad social, quiénes somos, cómo nos relacionamos, qué actitudes naturalizamos, qué comportamientos legitimamos socialmente y cuáles no. Esto, los gobiernos lo saben. Por eso, como señala el docente y sociólogo Lucas Platero, “a todos les parece tan importante la ley de educación y, cada vez que hay un Gobierno nuevo, se cargan la anterior. Son conscientes de que están generando un contenido ideológico”. Y para muestra, un botón: en 2013 el PP aprobó en solitario la Lomce, que este año termina de implantarse en secundaria y bachillerato.

Contra la llamada Ley Wert han corrido ríos de tinta y mareas verdes prácticamente por las calles de todo el Estado, pero quizá uno de los mejores resúmenes que se puede encontrar sobre su contenido son las declaraciones de la presidenta del PP de Valencia, Isabel Bonig, en la clausura de un encuentro de Nuevas Generaciones en el Capello el pasado mes de agosto: “Es necesaria la libertad de los padres a elegir el centro donde van sus hijos y la educación que reciben, la libertad en el ámbito de la empresa, la libertad para asistir a festejos taurinos o no, la libertad para ir a una iglesia o no, la libertad de concejales a asistir a una procesión o no, de eso estamos hablando”.

En un contexto de vuelta al cole y con un verano marcado por decenas de asesinatos machistas, que se incrementan cada semana –36 en tres meses, según la plataforma feminicidio.net, 13 según datos del Gobierno, que por ley sólo contabiliza parejas y exparejas–, resulta inevitable preguntarse qué papel puede jugar la educación en la prevención de la violencia machista y de qué manera las declaraciones de la señora Bonig pueden considerarse un acto de violencia algo más que simbólica.

"La Lomce ha cambiado la educación en igualdad por los emprendendores", dice Lucas PlateroAmbas preguntas son muy pertinentes, sobre todo si se tiene en cuenta que en la Lomce, como señala Lucas Platero, “todo lo que aparecía relacionado con la igualdad ha sido sustituido por el tema de emprendedores, un sinónimo dulcificado de empresariado”. 

Así, la poca base legal que abría la puerta a poder tratar temas de igualdad, sexualidades o identidades se cierra de un portazo. Para Lucas Platero, “cuando la gente joven piensa que puedes controlarle el móvil a tu novia o que es normal sentir celos, es que algo estamos haciendo mal en la educación, que no basta con decir ‘niños no os peguéis’. Habrá que explicar las relaciones de poder, la masculinidad, y desde luego, la Lomce no nos ayuda a hacer eso”.

Más allá de las materias que la nueva ley ha barrido, como Educa­ción para la Ciudadanía, la violencia de género en los centros escolares es, como señala la docente de Len­gua y Literatura Natalia Rodríguez Mora, un problema global. “Nos encontramos con algo que ni siquiera los profesores tienen muy trabajado”. Rodríguez Mora se refiere aquí al currículo oculto, esto es, todo el aprendizaje que el alumnado adquiere a través de las imágenes, los libros de texto, de la práctica diaria de docentes y alumnado e incluso la decoración del aula. Conte­ni­dos que no aparecen en el programa, pero que están cargados de comportamientos tradicionales, roles de sexo-género, violencia o “esquemas muy tradicionales de mujer objeto”, explica esta docente. El currículo oculto también es una correa de transmisión de valores enmarcados en la heterosexualidad. Para Platero, “la escuela hace cosas que dice que no hace, como heterosexualizar la vivencia del estudiantado cuando la mayor parte de las experiencias de los libros toman como modelo las familias nucleares, de padre, madre e hijo, algo que no coincide con la rea­li­dad de las familias en España”. Junto a los docentes, otro elemento muy importante que promueve el machismo son los libros de texto. Un estudio de Julia Casero, Isabel García y Aránzazu Moratilla sobre el currículo oculto en los libros de Conocimiento del Medio evidencia que la presencia de los hombres es mucho mayor que la de las mujeres y que estas últimas, ni siquiera en las imágenes más actuales, aparecen representadas ocupando posiciones de poder, sino asociadas a los roles clásicos. Si llevamos el análisis a la Biología y al campo reproductivo, es habitual, como señala la socióloga Sara Lafuente, encontrarse imágenes que alimentan el imaginario heteronormativo donde el espermatozoide aparece más humanizado y masculino mientras los óvulos son los que esperan ser conquistados: “Los espermatozoides encarnan la masculinidad hegemónica, presentados como aguerridos luchadores capaces de conquistar tierra prometida a través de penetrar al óvulo”.

El origen de la violencia

Todas las materias transmiten roles, estereotipos y hasta un modelo amoroso dominante: el del amor romántico. Nieves Salobral, que lleva más de una década trabajando en prevención de violencia de género, alerta sobre este modelo, ya que es la base de un montón de violencias que están naturalizadas en nuestra sociedad. “El amor romántico exige e impone un grado de complementariedad y dependencia mutua dentro de unas relaciones de dominación y poder que, por sí solas, fundamentan la violencia y la construcción de las identidades: la mujer dulce y sumisa y el hombre dominante. De ahí el paso a la violencia de acto sólo es cuestión de otra serie de factores”.

Un enfoque más crítico sobre las materias depende de la voluntad del docente, de sus ganas de problematizar el contenido y abordarlo desde un enfoque crítico, como señala Rodríguez Mora. “En Len­gua y Literatura es fundamental una lectura sociológica de movimientos como el romanticismo, parangón del ma­chismo, o cualquier movimiento literario en el que la mujer es el objeto, como la donna angelicata o el amor cortés, que forman parte del paradigma patriarcal. Son modelos que aún perviven. Por eso es importante conectarlo con la actualidad, con la experiencia del alumnado”.

La escuela es un lugar privilegiado de trabajo a pesar de reproducir las mismas lógicas y relaciones de poder que la sociedad. Una buena legislación educativa podría desempeñar un papel fundamental para prevenir no sólo la violencia machista, sino todo tipo de violencias. “Hay que pensar cómo abordamos el tema de la violencia, del poder de unos sobre otros, hombres sobre mujeres, autóctonos sobre migrantes o los que no tienen discapacidad frente a los que sí la tienen, aunque sea una percepción subjetiva”, concluye Platero.


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