domingo, 2 de diciembre de 2018

La educación sexual es demasiado importante como para usarla como arma de crispación

Para contribuir a que se comprenda qué es y por qué es necesaria, y a que no se use para alentar discursos que no tienen que ver con ella y titulares falsos, recordamos algunas evidencias.
El debate político y mediático sobre el programa Skolae de la Consejería de Educación de Navarra, que incluye educación sexual, se suma a ciertos discursos públicos de rechazo a dicha educación sexual, por fortuna minoritarios. La FPFE, con el ánimo de contribuir a que se comprenda qué es y por qué es necesaria la educación sexual en todas las edades, y a que no sea usada para alentar discursos ideológicos que nada tienen que ver con ella y como excusa para publicar titulares escandalosos y falsos, quiere recordar algunas evidencias.
Hoy en día no hay casi ninguna organización o institución que trabaje en el ámbito de la salud, sexualidad o educación y pueda negar con argumentos basados en los hechos el beneficio de la educación sexual para las niñas y niños más allá de convicciones morales e ideológicas, con las que la educación no tiene por qué entrar en conflicto. Estamos hablando de equipar a todas las personas, a cualquier edad, con los conocimientos y herramientas que contribuyan a que puedan vivir con bienestar y dignidad, y a que tengan en cuenta el bienestar de las personas con las que se relacionen y actúen respetando sus derechos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la UNESCO, UNICEF,  los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas o numerosos ministerios nacionales de salud y educación, entre otras instancias,  recomiendan y han puesto en marcha la educación sexual dentro y fuera de las escuelas. Y no solo como un derecho -que lo es- o una mera prevención de riesgos, sino como herramienta de CULTIVO de un hecho que conforma la personalidad y el desarrollo de todos y todas.
En la guía de la OMS titulada “Estándares de educación sexual para Europa. Marco para las personas encargadas de formular políticas educativas, responsables y especialistas de salud“,  se recuerda que: “A pesar de que la sexualidad de la infancia difiere comparada con la de las personas adultas en muchos aspectos, por ejemplo, en su expresión, contenidos y objetivos, un niño o una niña se entiende como un ser sexuado desde el principio de su vida. En cada grupo de edad y fase de desarrollo, aparecen preguntas y comportamientos específicos (por ejemplo, mutuo descubrimiento e investigación entre pares: jugando “a médicos y enfermeras”, placer por mostrar partes del propio cuerpo, mirando a los demás, mostrando vergüenza frente a las demás personas, etc.) a los que se ha de reaccionar de una manera pedagógica”.
La erótica infantil es un hecho, por más que algunas y algunos quieran mirar para otro lado. Con el silencio y la ocultación enseñamos a las niñas y niños a instalarse en la “clandestinidad” a la hora de aprender, y más tarde llegan las consecuencias negativas. La educación sexual no les quita la “inocencia”, sino que les ayuda a entender lo que ya están preguntando y explorando. Se trata, por ejemplo, de nombrar las partes del cuerpo, de hacerles ver que sus preguntas son normales, de mostrarles que existen límites que deben ser respetados y expresados (se puede decir que no, se puede pedir ayuda).
Estos contenidos hacen parte de la educación sexual a las y los más pequeños, y a ellos se asigna un título más conceptual que sirve como guía para las personas educadoras. Por ejemplo, “juegos eróticos infantiles”, que se refiere a la curiosidad y el descubrimiento que las niñas y niños experimentan con su cuerpo y con el cuerpo de quienes les rodean. Eso no significa que el programa pretenda enseñar a las niñas y niños ciertas prácticas, sino que se vean como normales sus comportamientos. Pensar otra cosa supone interpretar estos comportamientos desde la mirada adulta. Cuando se leen titulares como “Se obligará a todos los niños de 0 a 6 años a que tengan vivencias sexuales a través de juegos eróticos”, sólo podemos pensar que no se ha respetado el principio básico del periodismo de preguntar a todas las partes o que dicho titular responde a intereses políticos de acoso y derribo.
La educación sexual, por otro lado, es una labor compartida entre las y los profesionales y las familias. No conocemos ningún manual de educación sexual que diga que las familias no deben implicarse en la misma. Las familias tienen un papel imprescindible que ninguna otra instancia puede asumir. Inculcan valores y actitudes, y deberían ofrecer afectos, hacer sentirse a sus hijos e hijas dignos/as de ser amados/as y respetados/as, nutrir su autoestima.
Las y los profesionales aportan su mirada científica y el conocimiento que da la especialización y el haber trabajado con multitud de situaciones y personas. Relacionan los aspectos genitales y/o reproductivos de la sexualidad con otros como la comunicación, las relaciones, los afectos y el placer. Porque el objetivo no es sólo actuar cuando hay problemas, sino ayudar a niñas y niños, a adolescentes y jóvenes a conocerse, aceptarse, respetarse y respetar al otro u otra, a elegir sólo aquellas prácticas con las que sienten comodidad y que conectan con sus valores y, por supuesto, a prevenir riesgos.
Por último, si hay algo que caracteriza a las y los profesionales expertos en sexología y en educación sexual es el respeto por todas las vivencias, y por eso se habla de sexualidades en plural. En las sexualidades las posibilidades son muy amplias y están atravesadas por diversidad de valores y creencias personales. La educación sexual ayuda a que las y los niños y jóvenes encuentren respuesta a sus dudas y que puedan tomar decisiones más libres y autónomas de acuerdo con sus valores, cultura, creencias.
La Federación de Planificación Familiar Estatal recuerda, en definitiva, que sólo el conocimiento y la capacidad de tomar las riendas de un aspecto tan fundamental de la vida como es la sexualidad nos hará más libres y felices.
El Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa ha advertido a los gobiernos europeos que deben actuar para brindar “educación sexual integral de manera obligatoria”. Y nos felicitamos de que algunas comunidades autónomas hayan puesto en marcha sus propios programas educativos, aunque en algunos casos estos provoquen escándalo entre algunos sectores que siguen viendo desde el tabú lo que en realidad es una dimensión profundamente humana y positiva. La educación sexual debe ser ya una realidad en todo el Estado español, para que la convivencia desde y entre los sexos genere más felicidad y menos dolor. A cualquier edad.

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