martes, 1 de agosto de 2017

La asignatura prohibida: Educación Sexual en la España de 2016

La educación  sexual,  según  la  UNESCO, “busca dar a las  personas  jóvenes  el  conocimiento, las habilidades, actitudes y valores que necesitan para definir y disfrutar de su sexualidad (física y emocional) individual o en relaciones” (UNESCO, 2010). Del mismo modo, según la  OMS  (2002),  los  programas de educación sexual deberían iniciarse tempranamente, ser específicos para cada edad y constituir una actividad continua de promoción de la salud durante los años escolares. Deberían empezar en la familia, con los niños en edad preescolar, y estar en conexión con la escuela.

Ante esta acepción y la posterior indicación de la Organización Mundial de la Salud, nos encontramos en nuestro país con un absoluto vacío en cuanto a la educación sexual reglada en las aulas. No existe, a día de hoy en España, ninguna obligación legislativa de incluir en el curriculum escolar nada que tenga un contenido relacionado con la sexualidad: ya sea a nivel biológico, social o psicológico.

Existen recomendaciones de la UNESCO, investigaciones de la OMS, así como estadísticas y recomendaciones europeas, que defienden la necesidad de impartir en los colegios y escuelas educación sexual a niños y niñas. Además, los derechos sexuales se encuentran reconocidos en el derecho fundamental a la vida que está recogido en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.

Al tratarse la sexualidad de un elemento inherente al ser humano,  que  nace  y  se  desarrolla en nosotros como personas desde nuestro nacimiento y nos acompaña durante toda nuestra vida, no es comprensible la ignorancia que hacia la educación sexual existe por parte del Estado español.

UNA CUESTIÓN DE LEY

En nuestro país la educación sexual como tal no ha estado regulada de manera expresa en ningún periodo legislativo. La LOGSE de 1990 incluía la educación sexual dentro de la ‘Educación para la salud’, que era una asignatura transversal. Sin embargo, a pesar de que había contenidos específicos, tal y como señala Raquel Hurtado (2013), ”acababa estando a merced de la voluntariedad de cada profesor”.

Con la llegada de la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 se  abarca  la  mayor  apuesta  que  se ha hecho por parte del Estado en materia de educación sexual. En ella se incluyeron algunos contenidos sobre sexualidad en la asignatura conocida como “Educación para la Ciudadania y los Derechos Humanos”.

La llegada de la nueva reforma educativa en 2013 (LOMCE) eliminó todo contenido relacionado con la sexualidad en el curriculum académico español.

Esto sucedió a pesar de que en el artículo 5.a) de la Ley Orgánica 2/ 2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, se afirma explícitamente que “los poderes públicos en el desarrollo de sus políticas sanitarias, educativas   y   sociales   garantizarán:   la   información y la educación afectivo sexual y reproductiva en los contenidos formales del sistema educativo”. Y también, a pesar de que en la Ley Orgánica 8/2013 de 9 de diciembre para la mejora de la calidad educativa, en su artículo 1.i), se dice que el Estado promoverá “el desarrollo en la escuela de los valores que fomenten la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, así como la prevención de la violencia de género”. Materia que se trabaja y desarrolla en  la educación sexual como herramienta efectiva  contra la violencia de género y favorecedora de la igualdad real.

Asimismo, no se encuentra regulado ni desarrollado ningún plan educativo específico de educación sexual o afectiva en ninguna de las Comunidades Autónomas de España. En nuestro sistema constitucional de distribución de competencias, las de las Comunidades Autónomas en materia de educación sólo pueden ser aquellas que la Constitución no ha reservado al Estado (Aragón-Reyes, 2013). Es competencia del Estado garantizar un sistema educativo globalmente coherente y a su vez, preservar la igualdad sustancial de todos los españoles y españolas en materia de enseñanza.

Por tanto, legislativamente, es necesario  que se regule por una norma estatal la educación sexual dentro de las asignaturas curriculares de la educación primaria y secundaria, como asignatura individual  y con un contenido independiente. Ya no solo como algo subsumido en otras materias o como parte transversal de la educación. Estamos ante un elemento transversal de la vida por sí misma.

UN PASO POR DELANTE EN EUROPA

Es bastante notable el avance que existe en materia de educación sexual en el resto de Europa si lo comparamos con España. La educación sexual sujeta a un plan de estudios formal tiene  una  historia  de más de medio siglo en el viejo continente, más larga que en cualquier otra parte del mundo. Se inició oficialmente en Suecia, cuando el tema se convirtió en obligatorio para todas las escuelas en 1955. Aún así, no todos los países europeos cuentan con educación sexual obligatoria en la escuela. Los países que si la tienen, junto con el año de instauración de su obligatoriedad son: Austria (1970), Bélgica (1995), República Checa (1970), Dinamarca  (1970), Estonia (1996), Finlandia (1970), Francia (1998), Alemania (1968), Grecia (1995), Hungría (1974), Islandia (1975), Irlanda (2003), Letonia (1998), Luxemburgo (1973), Holanda (1993), Noruega (1974), Portugal (1999), Eslovaquia (1996) y Suecia ( 1955).

España nunca ha estado incluida en esta lista. La superan en este ámbito países que entraron más tarde a la UE como Suecia, Finlandia, Letonia o Austria. El Estado español no aprueba en estrategias y políticas, ni en educación sexual, sensibilización o prevención de la discriminación, llevando muchos años estancado en las mismas bajas calificaciones otorgadas por la propia Unión Europea en esta materia.

EDUCACIÓN SEXUAL EN LAS AULAS: MUCHO MÁS QUE UNA ASIGNATURA

La educación sexual se presenta como herramienta básica para  el  desarrollo  de  una sociedad diversa, igualitaria y rica en valores. Todas las personas desde que nacen son seres sexuados y tienen la potencialidad de  desarrollar  su  sexualidad  de  una u otra forma. La educación sexual ayuda a preparar a la juventud para la vida en general, especialmente para construir y mantener relaciones satisfactorias que contribuyan a desarrollar de manera positiva la personalidad y la autoestima (OMS, 2010).

Si deseamos tener un impacto positivo en los niños, niñas y jóvenes antes que inicien su actividad sexual, debemos integrar  la  educación  en  sexualidad al currículo oficial y asegurarnos de que sea impartida por maestros y maestras especializados que cuenten con el apoyo de la comunidad escolar (UNESCO, 2010).

Una educación sexual efectiva en las aulas puede dar a los niños y niñas y jóvenes información rigurosa y apropiada para la edad de cada estudiante. Con ello, abordaremos los temas que abarca la sexualidad y la afectividad de una manera estructurada e igualitaria que les permitirá explorar, en sus valores y actitudes, desde el conocimiento. Darles las herramientas adecuadas para la toma de decisiones con fundamento hacia donde quieran conducir su vida sexual y afectiva.

Así mismo, permite que los niños y niñas puedan apreciar su  capacidad  para  sentir  placer como algo positivo (Gómez-Blanco 2013). Favorece la capacidad de toma de desiciones de forma autónoma responsable y asertiva respecto a su propia sexualidad, respetando a los demás y en un ambiente de equidad.

LAS FUENTES DE INFORMACIÓN SEXUAL ACTUALES COMO CONSECUENCIA DE LA NO REGULACIÓN

 Las fuentes de información actuales para niños, niñas y jóvenes en la actualidad son dos: las llamadas fuentes informales (madre/s, padre/s, familiares, amigos, internet, televisión, revistas…) y las fuentes formales (sexólogos/as, psicólogos/as, pedagogos/as, médicos/as, profesionales sanitarios/as…).

La educación sexual informal no es  ni suficiente, ni las más adecuada para la sociedad moderna. Los padres y madres, diferentes miembros de la familia y otras fuentes informales son importantes para el aprendizaje sobre las relaciones humanas y la sexualidad, especialmente con los grupos más jóvenes. Sin embargo, en una sociedad desarrollada esto no es suficiente porque estas fuentes informales carecen de los conocimientos necesarios.

La desinformación, el miedo, los tabúes y las presiones sociales siguen siendo constantes. Los roles de género siguen estando muy presentes, a veces de manera tradicional y visible, y otras muchas, bajo una falsa imagen de igualdad, afirman Soraya González y Marta Monasterio [9] (2011). Esto da como fruto una educación sexual sesgada por elementos ideológicos, morales, religiosos o patriarcales que solo va  a generar mayor desconcierto y/o desinformación en aquellas personas que la reciben. De este modo, no se alcanzarán los objetivos que la educación sexual busca y fomenta.

Como fuente informal también tenemos los medios de comunicación o internet. Cuando se aprende sobre el sexo a través de lo que los medios nos quieren contar, lo que se recibe es la reproducción de estereotipos machistas, de relaciones violentas y basadas en falsas expectativas. Se reproduce un modelo que deja fuera las prácticas de cuidado mutuo y muchas opciones diferentes a las de la heterosexualidad (Alexa Segura, 2015), lo que asegura una visión que asienta de nuevo las bases de la sexualidad en el binarismo, la discriminación y la desigualdad.

Las fuentes formales por su parte son insuficientes, no están  dotadas  presupuestariamente,  son irregulares y no son aplicadas (generalmente) por profesionales formados/as en materias de sexualidad y afectividad. Son los propios centros los que eligen dar algunas charlas aisladas, que muchas veces son impartidas por empresas privadas del área de la higiene íntima o los profilácticos y que se centran en una educación basada en el componente biológico, las ETS’s y los embarazos no deseados. Dejan completamente de lado cualquier atisbo del componente psicológico o social en positivo de la sexualidad.

Como consecuencia encontramos que la educación sexual se imparte o no según el ideario, interés o presupuesto económico de los propios centros, dejando a su voluntad por tanto que niños, niñas y jóvenes accedan a un derecho que se encuentra recogido en la propia Declaración de los Derechos Humanos de 1948, y a la que España se encuentra sujeta.

Dicho esto, es importante hacer hincapié  en que se necesita tanto la educación sexual informal como la formal. Ambas no deberían oponerse,  sino que se complementan una  con  otra.  Por  un  lado, los jóvenes necesitan amor, espacio y el apoyo en su entorno social cotidiano para desarrollar su identidad sexual. Por otro lado, también necesitan adquirir conocimientos  específicos,  actitudes  y   habilidades, en lo que los profesionales tienen un papel importante que desempeñar (OMS, 2010).

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

La escuela es la única palanca universal que tenemos para garantizar que todos los niños y niñas puedan desarrollar su sexualidad desde una base firme y certera de formación e información.

La educación sexual se erige como una herramienta educativa. Desde el colegio, como agente socializador, se combatirán problemas estructurales como la desigualdad, la violencia de género, el machismo o  la exclusión social  por  razones  de  sexo o género, y que ayudará en la construcción de una sociedad mucho más igualitaria. Además, los programas de educación sexual pueden ser muy eficaces y rentables y generar ahorro al tiempo que cumplen su objetivos. Como resultado  de  su implementación  en la educación formal tendremos a largo plazo un menor gasto presupuestario en sectores como la sanidad.

La educación relativa a la sexualidad ayuda a que los alumnos y alumnas desarrollen las aptitudes sociales necesarias para evitar riesgos (Kai Haldre, 2011) tanto a nivel biológico como emocional. La educación sexual y afectiva trabaja aspectos como la autoestima, la seguridad, la toma consciente de decisiones, los límites, la evolución y conocimiento del cuerpo, el fomento de los buenos tratos en las relaciones, la socialización, la asertividad y/o la diversidad.

Una sociedad que trabaje la sexualidad en niños y niñas desde edades tempranas va a tener como resultado una sociedad conformada por personas que hayan desarrollado todos los  aspectos que antes hemos citado: una sociedad mucho más rica en principios y valores humanos.

Por todo ello, es necesaria la implantación de la educación sexual como materia curricular en España, como asignatura propia y de contenido específico, desde el inicio de la educación primaria hasta la finalización de la educación secundaria. Asimismo, su contenido deberá atender a los tres ámbitos de la sexualidad: biológico, psicológico y social, y desarrollarse en todos ellos.

Los docentes con la capacitación y motivación adecuadas son fundamentales para aplicar esa educación de calidad, por ello deberá ser impartida por profesionales específicamente formados en sexualidad.


Asimismo, deberá procurarse la inclusión de la asignatura en todo el territorio español, con un mismo programa educativo de obligado cumplimiento, para evitar desigualdades y/o usos políticos de la educación sexual.

1 comentario:

Jul} dijo...

La falta de educación sexual promueve, el auto mal trato y el mal trato a otr@s, potencia las ITS, embarazos no deseados, o productos infectados. Además, también aumenta el número de casos de abusos y violaciones sexuales. Acercarse con especialistas te ayudaran a acercarte a tus hij@s y dotarl@s de herramientas para una sexualidad libre y responsable.