viernes, 26 de julio de 2013
El agravio ya está hecho ¿Qué derecho conculca el ciudadano que siente atracción por personas de su mismo sexo?
Hay controversias sociales más que comprensibles. La del aborto voluntario, por
ejemplo, es una de ellas porque confronta derechos: la libertad de elección de
la mujer y la vida de un proyecto de ser humano. Por muy convencido que uno
esté sobre el derecho que debe prevalecer, siempre quedará —o debería quedar—
el respeto por la opinión contraria de buena fe. Lo difícil es comprender las
razones profundas que se esconden detrás de cuestiones en las que no existe tal
confrontación de derechos, como la homosexualidad.
¿Qué derecho conculca el
ciudadano que siente atracción por personas de su mismo sexo? ¿A quién
perjudica el matrimonio homosexual?
Antropológicamente, aparte de la osadía de situarse contra las
buenas costumbres de la mayoría, solo encuentro una razón para que persista el
estigma: la imposibilidad de procrear. El origen de tanta persecución podría
tener relación con esa afrenta contra el bien supremo de la perpetuación de la
especie, tan necesaria en las sociedades primitivas carentes de los medios de
hoy para combatir la enfermedad y la muerte.
Son razones que están ya fuera de tiempo y de lugar y por eso,
afortunadamente, los prejuicios se están deshaciendo como un azucarillo a una
velocidad de vértigo. En apenas esta última década una quincena de países ha
legalizado el matrimonio homosexual. El último en sumarse a esta corriente ha
sido Reino Unido, la semana pasada. España fue, en 2005, uno de los primeros en
abrir camino, respondiendo así a los anhelos de una sociedad especialmente
abierta a este nuevo tipo de familia.
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Etiquetas:
derechos sexuales,
lgtb,
maternidad,
salud pública
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