viernes, 3 de abril de 2020

EL LABERINTO DEL CORONAVIRUS, UNA REFLEXIÓN DE FINA SANZ

En estos tiempos de recogimiento, la autora de Kairós Fina Sanz nos propone pensar la pandemia del coronavirus como un laberinto, en el que hemos entrado y del que podremos salir. Para ello, será preciso pensar en su estructura —inicio, desarrollo, salida— y en todo lo que ello implica —en lo personal, lo relacional y lo social—.
Psicóloga, sexóloga y pedagoga, Fina Sanz ha sido profesora de psicología en la Universidad de Valencia y cofundadora de la Sociedad de Sexología del País Valenciano. Sus investigaciones le han llevado a crear métodos  terapéuticos que ha expuesto en numerosos congresos y publicaciones.
Curiosamente, el encierro en casa por la pandemia del coronavirus me ha hecho recordar el concepto del laberinto, del que ya he hablado en alguno de mis libros, especialmente en  Los laberintos de la vida cotidiana, en donde presento un laberinto básicamente personal, el de la enfermedad. También hablo de ello en el libro de La pareja: un proyecto de amor, en donde lo presento también como un laberinto relacional. 
LA PANDEMIA DEL  CORONAVIUS TIENE LAS CARACTERÍSTICAS DE LABERINTO SOCIAL, RELACIONAL Y PERSONAL. 
¿Por qué lo quiero poner como ejemplo en este libro de La escucha terapéutica o el desarrollo del corazón compasivo? Porque, a diferencia de como se la presenta, “una guerra”, que implica una visión de combate, lucha, enemigo… se puede enfocar el proceso de otra manera que permitiría una lección para una transformación personal, relacional y social; desde el autoconocimiento, instrumentos para abordar el problema, el camino que hemos de recorrer, la complementariedad de la palabra y la escucha, y cómo esas palabras  que escuchamos pueden ayudarnos en el proceso y fortalecernos, o por el contrario, hacernos sentir más vulnerables y conectarnos con emociones que nos hacen daño.
El laberinto es un camino; un camino confuso, lleno de emociones: miedo, rabia o tristeza. A veces, de alegría, porque creemos que ya vamos a salir, pero luego vemos que todavía no, y volvemos a dar vueltas y más vueltas y volvemos a sentir miedo o rabia. Es un camino tortuoso: no sabemos ni cómo nos hemos metido, ni sabemos cuándo, ni cómo vamos a salir de ahí. 
Los laberintos tienen:
Un inicio
Un desarrollo, el camino 
Una salida
EL INICIO
Es cuando nos preguntamos ¿cómo estoy aquí?, ¿cómo me he metido? Y, luego: ¿cómo voy a salir?
Los laberintos se inician porque la Vida nos coloca ahí, sin que hayamos hecho nada para facilitarlo. Pensemos por ejemplo en un terremoto que nos destruye la casa, o que muere alguien querido; o un virus que surge y multiplica los contagios y al que quizás estás expuesto porque tienes un cuerpo vulnerable.
Y en otras ocasiones nos metemos en un laberinto —inconscientemente— por nuestros guiones de vida; te metes en situaciones complicadas, laberínticas, por tus creencias, por tus actitudes, etcétera. En definitiva, por cómo te colocas en la vida, que te va mal, que te colocas en situaciones difíciles, complicadas, laberínticas, sin que seas consciente de ello.
EL DESARROLLO DEL LABERINTO, EL CAMINO
Pero, sea como sea, “ya estás dentro del laberinto”. Y, ahora, “¿cómo salgo?”
Cuando se está dentro del laberinto no se puede salir a voluntad, no es una salida racional —aunque utilicemos también nuestra racionalidad—. Es un camino de transformación, es un proceso de transformación.
No es un camino fácil ni corto. Eso es lo que quisiéramos. No es posible. Si fuera fácil, seguramente no sería un laberinto, sería un pequeño problema. No. Un laberinto es un camino largo, enredado, donde se viven muchas emociones, se tienen muchos pensamientos, muchas sensaciones. Es un camino caótico. No sabemos por dónde ir, cómo dirigirnos. Y eso nos genera miedo, enfado, inseguridad…
Es un camino en donde hemos de hacer también muchos duelos, despedirnos de muchas cosas, quizás de creencias, quizás de antiguas formas de actuar, también de personas.
Es un camino de transformación personal, y eso requiere un tiempo. No cambiamos de un día para otro. Necesitamos tiempo, tiempo para centrarnos, reflexionar, acompañarnos, soltar lo que ya no nos sirve  y acoger nuevas posibilidades, nuevas propuestas. En definitiva, entender algo. Que el camino nos de nuevas claves para nuestra vida, para vivir mejor, para entender algo y cambiar. 
Y en ese camino laberíntico vamos a encontrarnos con aliadas/os y con monstruos.
Las aliadas y los aliados: son personas, animales o cosas —circunstancias— que nos ayudan a transitar el camino, que nos dan autoconfianza, que nos ofrecen claves de conocimiento, ayuda, ánimo, compañía, seguridad. En suma, que nos hacen el camino —de por sí difícil— más fácil. 
Los monstruos: son personas, animales o cosas —circunstancias— que nos hacen el camino más difícil, nos engañan, nos ponen obstáculos, nos hacen sentir mal.
Y ese hacernos sentir bien (aliados/as) o mal (monstruos) se hace sobre todo a través del lenguaje, de la palabra: “Tú puedes, tranquila”, “Eres incompetente, no vales nada”, que escuchas. También por un gesto, una sonrisa —¿amorosa?, ¿de burla?—, etcétera. 
Siempre que estamos en un laberinto hemos de buscar aliadas/os para que, si bien no pueden hacer nuestro viaje, al menos nos ayuden a transitarlo mejor y con menos tiempo.
Pero los aliados y las aliadas y los monstruos no solamente son externos, sino que tú misma/o puedes actuar contigo como aliado/a o como monstruo. Cuando te maltratas, te dices cosas desagradables, hirientes o te desvalorizas, actúas como monstruo. Por el contrario, cuando respiras, meditas, te centras, tratas de relajarte, te animas, te acompañas con ánimo, te das confianza o haces algo que te gusta, actúas como tu mejor aliada/o.
No te sirven los aliados y las aliadas si tú funcionas contigo como monstruo, porque tienes más fuerza que los/as aliados/as. Para salir del laberinto, una condición importante es, no solo buscarte aliadas/os, sino que seas tu mejor aliada/o. De esta forma te ayudas a transitar el camino, aprendes.
LA SALIDA DEL LABERINTO
La salida del laberinto es la transformación, el conocimiento. Algo has tenido que aprender en el camino, te ha dado claves, has tenido que transformarte. Y cuando sales, no eres la misma persona. Has cambiado alguna creencia, valores o comportamientos.
EL LABERINTO DEL CORONAVIRUS EN LAS TRES DIMENSIONES
Hay laberintos fundamentalmente personales, en los que quizás nadie se da cuenta de que vives en ese laberinto salvo tú mismo/a; hay laberintos relacionales, como por ejemplo los que se pueden producir en las relaciones duales: con tu pareja, en las relacionas madres/padre e hijos/as o con las amistades. Y luego están los laberintos sociales, donde la comunidad se ve inmersa de una u otra manera en ese laberinto.
Apliquemos todo esto a lo que hemos vivido en la pandemia del coronavirus, y qué hemos sentido frente a todo lo vivido externamente e internamente. Pensemos en cómo hemos reaccionado día a día, ante una noticia, ante unas palabras o ciertos gestos. ¿Qué aliados/as y monstruos podemos reconocer externos e internos? ¿Estamos aprendiendo algo? ¿Lo que escuchamos nos ayuda, nos da fuerza o nos bloquea?.
Pongo algunas preguntas para la reflexión:
¿Cómo me sentí cuando escuché que el coronavirus había aparecido en China?
¿Qué sentí cuando aparecieron las primeras personas contagiadas en mi país? ¿Cuándo aparecieron lejos de mi comunidad? ¿En mi comunidad?
¿Qué ocurrió cuando se propusieron medidas como mantener una distancia en la calle?
¿Y en los supermercados? ¿Qué ocurría allí?
¿Cómo me sentía frente a diferentes audios y vídeos que aparecían en los whatsapps y que se compartían? ¿Qué ocurría cuando alguien te decía que esa noticia era un bulo?
Y cuando hubo confinamiento en la casa ¿cómo lo llevabas? ¿qué hacías? ¿Cómo te sentías o qué hacías para sentirte bien?
Y las relaciones en casa, con la familia, ¿facilitó las relaciones, la convivencia o generó violencia, conflictos?
¿Cómo te sentías con tu perro cuando paseabas?
¿Puedes identificar quiénes te servían de aliados/as externos e internos —qué palabras te decías, qué hacías para sentirte bien—?
¿Cuáles han sido los monstruos externos e internos —lo que tú te decías o hacías— que te favorecía el encontrarte mal?
¿Cómo identificarías en lo social a las entidades o grupos sociales que estaban en la sanidad, en los transportes de alimentación, a agricultores/as, voluntariado?
Estas son algunas preguntas para la reflexión, en general. Pero tú eres la única persona que sabe cómo ha transitado el laberinto, en donde, en última instancia, te has ido comunicando —palabra hablada, gestos, lenguaje corporal, simbólico— y has ido escuchando los mensajes, las emociones tuyas y de los demás. Y es bueno saber si eso ha facilitado y facilita el tránsito por el laberinto, así como el pensar cómo ha sido tu respuesta frente a ello y qué has aprendido.
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