miércoles, 5 de septiembre de 2018

Para follar bien hay que tener el cerebro lleno de empatía (no de pornografía)

Tengo una relación de amor-odio con el porno. En líneas generales, me gusta, me divierte, y tengo una amiga que más de una vez ha llegado al orgasmo viendo porno y mira, te lo voy a decir, la amiga soy yo. La pornografía me ha abierto… la mente (ay, qué chiste más básico, pa lo que yo soy). Incluso me ha ayudado a librarme de algunos complejos.
No sé quién me dijo una vez que si tu complejo es una categoría porno entonces no tienes nada de qué avergonzarte, porque vas a encontrar a alguien a quien le excite esa parte de tu cuerpo que a ti te acompleja. A ver, en el fondo es una mierda de lección vital, pero lo que me gustaría que flotase por encima de este artículo es la idea de libertad o liberación que te da el porno. Todo vale, nada se juzga. En tu cama (o bueno, donde tú lo veas), junto a tu ordenador (o cualquier otro dispositivo), te liberas. Y ves porno. Y te excitas. Y te corres. Y venga, hasta luego.
Porno: sí, pero no tanto
Hasta aquí la defensa de la pornografía. Ahora vamos a la parte de ponerla a caer de un burro: la pornografía está bien cuando quieres saciar tu curiosidad o cuando quieres pasar un buen rato puntual. La pornografía es la peor industria del planeta para todo lo demás. No quisiera yo ponerme paternalista, pero chica, me sale la vena señora. Una se para a ver los datos y no puede por menos que sacar conclusiones: la pornografía nos hace peores personas, y, lo peor de todo, nos hace insensibles.
Aunque este es un tema complejísimo que daría no para un artículo, sino para un libro entero (que seguro que lo hay) el origen de todos los males viene de que nos han hecho creer/nos gusta creer que lo que pasa en el porno es verdad. Y yo no sé por qué ocurre esto, porque, a ver, si vamos a ver ‘Pesadilla en Elm Street’ pues nadie sale aterrorizado del cine pensando que si se queda dormido vendrá Freddy y hará picadillo con sus tripas, ¿no? Viendo la peli te puedes acojonar un poco y llevar algún sustillo, pero después te das cuenta de que todo eso es una peli de ficción y a por la siguiente.
Pero con el porno no, la gente se cree el porno. Permitidme generalizar, que está muy feo, pero qué queréis: los tíos se creen que el porno es verdad. Y como vivimos en un momento histórico en el que el porno es TAN TAN TAN accesible y hay TANTO de todo, pues apaga y vámonos. Han logrado convertir el sexo en justo lo que no es: una ficción.
Toda la vida diciendo que fingir orgasmos es lo peor que podemos hacer las mujeres porque, como decía nuestra profesora, no engañas a los demás, te estás engañando a ti misma, y ahora resulta que nos hemos tragado que el sexo es estar depilada hasta las cejas, tener el ojete blanqueado, abrirse el culo después de practicar sexo anal, babear mucho cuando haces una mamada y disfrutar desde el segundo uno. ¡Un no parar de gemir y de tener orgasmos! Y si me pegas alguna bofetada, mejor que mejor.
Pues luego pasa lo que pasa. Que cuando has visto el triple de porno de lo que has follado en tu vida se te empieza a cortocircuitar la cabeza y se te olvida lo que era tener una relación sexual. Que, como su propio nombre indica, es una relación: una manera de comunicarse con otra persona, una unión, una cosa de (al menos) dos.
Empatía: sí, por favor, toda
El sexo no es solo darle placer al chumino/pito (que también, por favor, no me malinterpretéis). El que recibe el placer, al final, es el cerebro. Y chica, no hay cosa que le guste más a nuestro cerebro que la empatía. Bueno, a lo mejor el azúcar blanco refinado, que es como un chute de droga para él, pero de droga de la mala. La empatía es droga de la buena.
La empatía es el “sentirse valorada”, el “sentirse comprendida”, el “sentirse importante”…
La empatía es una conexión cerebral bastante importante a la hora de relacionarse con el mundo que nos rodea. La empatía es también el preocuparse por los demás, valorarlos, comprenderlos y reconocer lo importante que son para nosotros. Cuando follas pensando en la otra persona, y no en el último vídeo porno que viste… ¡eso es follar bien! Yo no quiero que me pongas una pierna pa Dos Hermanas y la otra pa Calahorra. Yo no quiero que probemos mil posturas y no me dejes ni un agujero abierto. Yo quiero que me folles bien.
Y para follar bien lo que tienes que hacer es preguntar, hablar, probar, tocar, reír, sentir, expresar, sorprender… No verte veinte vídeos guarretes antes de cada polvo.

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