jueves, 11 de enero de 2018

El VIH en los medios: estigma y morbo

La prensa sigue resaltando prácticas menores como el ‘chemsex’ o el ‘bugchasing’, en lugar de centrarse en la prevención y los nuevos tratamientos.

En 1981, el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta publicó los primeros casos del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Se diagnosticó en cinco varones homosexuales internados en varios hospitales de Los Ángeles. Entonces, la prensa y las televisiones estadounidenses extendieron la denominación del cáncer gay. Relacionaron la infección, causante del sida, con este colectivo concreto. Luego se sumarían las prostitutas y los drogodependientes. Han pasado casi cuatro décadas y el estigma permanece. A pesar de que los datos han demostrado que la dolencia puede afectar a cualquier persona, indistintamente de su orientación sexual o profesión.

No hay más que ver las cifras más recientes. En España, según el último estudio del Ministerio de Sanidad, se detectaron 3.353 casos nuevos en 2016. Unos 10 al día. Con un 26,5% de transmisión heterosexual y apenas un 3,6% por inyección de drogas. Sin embargo, un recorrido mental por algunas noticias que han resaltado la vigencia del virus deriva en temas como el chemsex —reuniones de sexo sin protección y consumo de estupefacientes— o el bugchasing, la búsqueda voluntaria del bicho. Prácticas minoritarias, tal y como expusieron este miércoles Mili Hernández, editora y fundadora de la librería Berkana, Jorge Garrido, director de la asociación Apoyo Positivo, Juan Roures, periodista en M21Radio y el crítico de cine Yago García. El encuentro se produjo en la presentación del filme francés 120 pulsaciones por minuto, que se entrena en España el próximo 19 de enero, y versó en torno a la representación de VIH en películas, libros y medios de comunicación.

“Se ha creado cierta conciencia a golpe de titulares y existe desinformación en los jóvenes. Se resalta un fenómeno mínimo en lugar de hablar de prevención o de los nuevos tratamientos. Hay mucha política desde los medios. Falta interés y tienen una gran responsabilidad. Eso es continuar con el estigma”, reflexionó Garrido. “No les gusta la normalidad, siguen apostando por el morbo”, apostilló Hernández, que rememoró sus años en Estados Unidos bajo el yugo de ese mencionado cáncer gay cuando las lesbianas también estaban incluidas en esa categoría. Ambos, junto a sus compañeros de debate, insistieron en que la imagen del enfermo del VIH suele corresponderse con la de “hombre blanco homosexual” y se desdeña que gran parte de los 40 millones de casos y fallecimientos ocurren en países africanos o asiáticos. “No vemos la realidad del sida actual, sino del VIH occidental”, matizaron.

Una mirada etnocentrista, coincidieron, que también se produce en series de televisión y cine. Desde la irrupción en taquilla de Philadelphia, en el año 1993, con un abogado encarnado por el actor Tom Hanks, no hay tantas producciones que se hayan detenido en mostrar todas las aristas del VIH-sida. “Se nota una fijación por el gay blanco. Y se suele tratar desde un plano más individual”, apuntó Yago García mientras a su espalada desfilaban fotogramas de los telefilmes Amor fatal (1992), En el filo de la duda (1993) o una de las cintas más recientes, Dallas Buyers Club (2013). Por norma general, incidieron, el enfoque hacia este virus no ha dejado de señalar al homosexual que contrae VIH como “castigo” por su comportamiento. Como consecuencia de experiencias promiscuas.

Al otro lado del espectro audiovisual se incluyen la controvertida Kids, de 1995, o la exhibida en el acto, 120 pulsaciones por minuto, galardonada con el Gran Premio del Jurado en el pasado festival de Cannes. En este largometraje se aborda el papel de Act up París, una agrupación derivada de la matriz neoyorquina que emprendió su lucha por la sensibilización del VIH durante los años noventa, cuando –según narran en los primeros minutos- se producían en Francia 6.000 infecciones al año, el doble que en Alemania o Inglaterra. Y cuando, tal y como expresan al inicio, la mayoría creía que usar preservativo era “un signo de desconfianza o de vida sexual muy activa”.

“La respuesta institucional es muy tardía, como la respuesta del cine. Y el desconocimiento siempre lleva a la estupidez”, anotó Roures. El VIH, del que aún se investiga su origen, ha sido calificado como la gran pandemia del siglo XX. La Organización Mundial de la Salud afirma que “sigue siendo uno de los más graves problemas de salud pública del mundo” y calcula que 36,7 millones de personas de todo el mundo vivían en 2016 con el virus. De ahí que uno de los principales objetivos de la oficina del VIH/sida de la Organización de las Naciones Unidas (Onusida) sea acabar con la epidemia para 2030. De momento, este organismo internacional expone grandes avances en su erradicación: en el informe de 2017 destaca que el 81% de personas con el virus conoce su estado serológico, un 72% de estos recibe tratamiento y un 79% tiene la carga viral suprimida, es decir, con una presencia casi inexistente en sangre y semen.

No vemos la realidad del sida actual, sino del VIH occidental

Factor esencial en el progreso de la dolencia, que ha pasado de deteriorar el sistema inmunitario hasta la muerte —generalmente provocada por alguna infección o cáncer— a ser algo crónico, posibilitando una vida prácticamente similar a la de los no afectados. De hecho, la medicación antiviral continuada puede conseguir que la transmisión del VIH entre parejas o de forma horizontal (madre-hijo) se reduzca un 96% y la investigación en posibles vacunas o pastillas preventivas pretenden eliminar las infecciones en un futuro próximo. “No se retratan estas novedades. Y da la sensación de que, cuando salen, solo se mira hacia un lado: por ejemplo, se habla de la profilaxis que evita la infección del feto en embarazadas, pero no de esta misma medicación en el homosexual con pareja. En este caso se le tacha de promiscuo, con tintes peyorativos, de sexualidad libre o marginal”, lamentó Jorge Garrido, que incluso culpó al propio colectivo LGTB de “serófobo” (rechazo a los seropositivos) e hizo hincapié en “no tirar balones fuera”. “Al final, la sociedad refleja cómo nos tratamos los unos a los otros”, concluyó.

Dictamen que Mili Hernández complementó aludiendo al papel que los homosexuales han tenido que desempeñar en la visibilización de sus batallas: “Siempre nos hemos visto obligados a dar un paso al frente, a sacarlo a la luz, a reivindicarlo”, exclamó, vinculando esta pelea a la que han hecho muchos escritores o directores por hablar del tema desde su propia posición gay. Fijándonos en España, una de las películas que ha tratado el VIH es Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar. Anteriormente, algunas de la época del denominado cine quinqui (en la que hasta los propios autores fallecían por la enfermedad) y en este año, la reciente Verano 1993, que gira a su alrededor del virus sin nombrarlo en ningún momento. “La primera interacción de cine y sida en Holywood fue la muerte de Rock Hudson, que creó en la industria una reacción de angustia”, agregó García.

La desaparición del actor a los 59 años “abrió los ojos al drama del sida”, según titulaba la BBC, por recaer en una figura que todos calificaban como la de un galán (“epítome de la masculinidad”, describen). A él se le enterró bajo las iniciales en mayúsculas del sida. Una conducta no tan habitual en el presente, donde se oculta a menudo la enfermedad con expresiones del tipo “una larga enfermedad” o “complicaciones cardiorrespiratorias”. “Hay más información. Hace años, llamaban a nuestra tienda día sí, día no para preguntar sobre dudas del VIH. Ahora, no”, sostuvo Hernández, “pero no es gracias a los medios”. Estos, zanjó, están más preocupados por el sensacionalismo y por mantener el estigma de que es cosa de homosexuales, prostitutas o drogadictos.


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