jueves, 11 de enero de 2018
Cuando la pornografía sustituye la educación sexual
La
popularización de Internet provoca un cambio en la manera de relacionarse de
los adolescentes a nivel afectivo y sexual.
A los
adolescentes urbanitas de los ‘90 no les dejaban entrar a las discotecas con
zapatillas. Esperaban a las puertas con sus náuticos y sus botas de cordones la
bendición del portero de turno. Tampoco sin el carné de identidad. Eso si
tenían la edad, porque muchos se pasaban el DNI del decano del grupo con la
esperanza de no quedarse fuera mientras el resto cantaba a pleno pulmón el
Zombi de los Cramberries. Hablamos de una época sin acceso a internet, sin
tabletas, sin móviles y, en muchísimas casas, sin un PC, esa rara avis que
arrebató el corazón de los más frikis de la clase pero que no todos los hogares
podían permitirse. Aún.
Por aquel
entonces era difícil imaginar que pocos años después aparecerían plataformas
como YouTube, Facebook o Tuenti que cambiarían la forma de relacionarse para
los jóvenes de generaciones venideras. También de ligar y de tomar contacto con
el sexo. Estrenado el siglo XXI los adolescentes ya no tenían que descifrar
entre líneas el porno codificado del Plus ni conformarse con las fotografías de
la revista del vecino o las que años antes se descargaban a ritmo de los
routers de 56kb. La popularización de internet y de los nuevos dispositivos
tecnológicos que llegaron con el cambio de siglo ya les abría el camino hacia
un mayor (y más rápido) acceso a contenidos sexuales y pornográficos, y con
ellos a un cambio en la manera de relacionarse también entre ellos a nivel
afectivo y sexual.
Expuestos
a la hipersexualización y a los estereotipos
“Todos
llevamos un smartphone en nuestro bolsillo. La información está a nuestro
alcance en milisegundos y cualquier cosa que podamos hacer la logramos mucho
más rápido, de forma más sencilla. Esto es así a la hora de obtener información
sobre cualquier tema, de comunicarnos entre nosotros y, por supuesto, para
"hacer el bien y hacer el mal"”, explica Nayara Malnero, psicóloga,
sexóloga y autora de 'Sexperimentando': aprende y disfruta' (Planeta), para
quien ya no es sorpresa que cuando en cualquier clase de Educación Secundaria
pregunta "¿Cómo se liga?" siempre haya alguien que responda:
"Por Instagram".
Vivir en
una sociedad tan tecnológica como la actual, hace inevitable que todos los
adolescentes tengan un acceso ilimitado a la red. Con las ventajas que esto
conlleva pero también con sus riesgos porque para Malnero el quid está en cómo
encaja esa democratización de la tecnología con la hipersexualización en la que
estamos inmersos. “Nuestro entorno hipersexualizado utiliza la sexualidad como
medio de venta, como medio de humor y pocas veces como medio de educación o
aceptación. Todos creemos saber mucho de sexo, todos nos exponemos (o somos
expuestos) a situaciones sexualizadas y, sin embargo, muy pocos contamos con
los recursos suficientes (información, habilidades, seguridad en nosotros
mismos) para afrontarlas”, se lamenta.
Según la
autora de 'Sexperimentando', esa hipersexualización también tiene como
consecuencia un adelanto en el interés por el sexo: “Los niños cada vez
preguntan antes y, por supuesto, también encuentren las respuestas antes. Y
obviamente en Google no siempre encuentran las más adecuadas”. Y si no se lo
preguntan da igual, porque a la temprana edad de 9 años un elevado porcentaje
de niños ya ha tropezado accidentalmente con contenido para adultos mientras
navegan por la red.
Contenido
que distorsiona lo que es el sexo y que enquista estereotipos de género y
prácticas sexuales violentas no consentidas. Lo sabe Mar Cubero, psicóloga y
coordinadora de Sin Género de Dudas, un proyecto de prevención de la violencia
sexual y de género en adolescentes desarrollado por la Fundación para la
Convivencia ASPACIA, quien se muestra preocupada no solo porque los jóvenes
cada vez consuman porno antes y tengan un mayor acceso, más rápido, libre, y
“con mucho menos filtro” que otras generaciones anteriores, sino por el modelo
de relación que se les está trasladando. “Nos encontramos en los talleres que
hacemos con adolescentes con relatos de parejas adolescentes en los que las
chicas no entienden por qué se enfrentan a la violencia sexual por parte de sus
compañeros; y en los que ellos verbalizan con normalidad que es que “eso es lo
que les gusta”. El porno traslada un modelo de relación desigualitario en el
que la mujer cumple una función de objeto sexual disponible para el hombre y se
perpetúan los estereotipos de género llevados al extremo: el hombre es el que
tiene el deseo sexual permanentemente y la mujer quien responde a ese deseo
masculino. Esto al final hace que las primeras experiencias de los adolescentes
estén muy marcadas por esa idea”, explica Cubero.
La ciencia
ficción de la sexualidad humana
“Al porno
yo lo llamo ciencia ficción de la sexualidad humana”, se queja con humor Nayara
Malnero. Para la autora de 'Sexperimentando' el problema está en que no existe
una apuesta fuerte por la educación sexual en nuestro país, ni por parte del
sistema educativo ni tampoco en la mayoría de las familias. “Según un estudio
del portal pornográfico Pornhub la gran mayoría de los niños ya han estado
habitualmente en contacto con contenido pornográfico al llegar a los 11 años.
Los jóvenes utilizan la pornografía como sustituto de la educación sexual y,
aunque menos es nada, ¿te imaginas aprender a conducir basándote en cómo lo
hace Bruce Willis en sus películas de acción? Pues esto es exactamente lo
mismo”, añade Malnero, quien opina que somos nosotros, los padres, los que
debemos contrarrestar esto “a través de la prevención, la educación,
disponibilidad para lo que necesiten y la respuesta a todas sus dudas”. En
definitiva, “crear un buen clima de naturalidad” para el diálogo.
En 2014 el
taller con adolescentes Consent Cookies: A confidence-building workshop for
teens de la educadora sexual Yana Tallon-Hicks, se hacía popular en muchas
escuelas estadounidenses por el giro que le daba a sus clases: Tallon-Hicks
centra sus talleres sexuales en la búsqueda de lo positivo del sexo, basándose
en el sexo consentido y placentero, y no en la parte negativa ni en el miedo.
En mayo de 2016 Yana fue invitada a hablar sobre su trabajo como educadora
sexual en el TEDxVienna, donde abordó temas como la educación sexual moderna,
la importancia del consentimiento y lo que la pornografía convencional agrega a
la conversación para los jóvenes, planteando la cuestión que apuntaba Malnero
de si el porno es nuestro “nuevo educador sexual”.
Por su
parte Mar Cubero incide en la importancia de no tratar el sexo como un tema
tabú, “ni por parte de las familias, ni de los colegios ni de la sociedad en
general”, porque esto tiene una consecuencia directa en el consumo de porno en
internet por parte de los jóvenes: “Yo no sé y como nadie me lo explica, lo
busco en la red. Y lo que se encuentran generalmente es ese tipo de porno
estereotipado que incita a la violencia sexual y a la desigualdad”.
Precisamente
preocupada por el tipo de sexo que sus hijos pudieran encontrar en la red,
Erika Lust, pionera del cine porno feminista, lanzaba a principios de año junto
a Pablo Dobner, su marido, el proyecto The Porn Conversation, una serie de
recursos para ayudar a los padres a dar un paso más en la temida charla de sexo
con sus hijos y hablar abiertamente de porno con ellos. “Nuestra misión es
brindarles a los adultos la oportunidad de ayudar a los niños y adolescentes a
tomar decisiones inteligentes e informadas con respecto a la pornografía. Hoy
necesitamos algo más que educación sexual en la escuela: necesitamos que los
padres tengan una conversación pornográfica”, dicen desde la web del proyecto.
La web
contiene herramientas en inglés, alemán, español e italiano divididas en
función de la edad: menores de 11 años, de entre 11 y 15 y mayores de 15. A
través de los recursos que Erika y Pablo ofrecen, los padres pueden tratar
cuestiones como qué es el porno (“El porno no es, ni representa un sexo real”),
o cuestiones afectivas y relacionadas con la importancia del consentimiento
(“El sexo siempre es mejor cuando lo haces con alguien en quien confías y que
te trata con respeto”).
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