El descubrimiento surgió de un banco de pruebas de la Universidad de Bar-Ilán, en Israel. Allí, en 2006, el profesor Haim Breitbart aseguró su paso a la posteridad científica al descubrir que el semen lograba sobrevivir en el útero hasta tres días, lo que prolongaba por tanto el tiempo de su potencial fecundador después de una relación sexual.
Breitbart se propuso utilizar su hallazgo, que se publicó en la revista «Genes & Development», con el fin opuesto: la anticoncepción. Para ello, identificó el mecanismo que confiere potencial fecundador al semen y trató de bloquearlo químicamente con diversos compuestos, «con muchísimos», confiesa a LA RAZÓN–, pero sólo uno de ellos, el más eficaz, es el que pasará a la historia como la píldora masculina.
Las diferencias de la nueva fórmula anticonceptiva masculina con la pastilla que han tomado las mujeres desde hace décadas son esencialmente dos: se trata de un compuesto «muy específico para el semen que no contiene hormonas» (lo que elimina los efectos adversos atribuidos a la versión femenina, como ganancia de peso, hinchazón, fotosensibilidad e incluido el riesgo de algunos tumores) y no se toma diariamente, sino cuando se necesita, aunque advierte su inventor que «el varón tiene que planear con antelación si la va a necesitar porque tarda varios días en hacer efecto». +
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