domingo, 12 de abril de 2015
Una inmunoterapia frena el VIH en ensayos en humanos
Es la primera vez que este abordaje obtiene resultados que se
mantienen durante cuatro semanas.
Parte de la eficacia infectiva del VIH es que ataca,
precisamente, al sistema inmunitario, y este se convierte en el cazador cazado.
Pero esta situación puede empezar a revertirse con ensayos como el que ayer
publicó Nature. En este pequeño
trabajo —apenas 29 voluntarios, 17 con VIH, aparte de los estudios previos en
ratones y macacos— se consiguió, por primera vez, una reducción sostenida (al
menos 28 semanas) del número de virus circulante tras aplicar un tratamiento,
un anticuerpo monoclonal, que refuerza la respuesta inmunitaria de la persona
infectada.
Los anticuerpos monoclonales se estudian, sobre todo, para el
tratamiento del cáncer. Básicamente son moléculas que se unen a las células,
bacterias o virus que hay que eliminar y las hacen más visibles al sistema
inmune. Es como si se pegaran unos adhesivos fosforescentes a un comando
invasor para que las defensas lo neutralicen más fácilmente.
Este abordaje ya se había intentado anteriormente, pero los
productos diseñados no conseguían una respuesta suficientemente fuerte (las
pegatinas no se veían bien) o duradera (se caían). Y eso cuando no causaban
efectos adversos. El equipo que dirige Michel Nussenzweig, de la Universidad
Rockefeller, ha identificado un producto, el 3BNC117, que tiene una gran
afinidad por la parte de la superficie del VIH que se une a los receptores CD4
de los linfocitos. Estas últimas moléculas son el puerto al que se ancla el
virus antes de empezar su infección, por lo que actuar sobre esa ligazón es un
abordaje muy específico.
Los propios autores del trabajo reconocen que el estudio es muy
pequeño, pero permite obtener algunas conclusiones. La primera, que el
anticuerpo era “generalmente bien tolerado a todas las dosis que se ensayaron,
tanto en las personas con VIH como en las del grupo de control”. En verdad,
este es el hito que un ensayo en fase I, la primera de las pruebas que se hacen
con fármacos en humanos, busca: demostrar la seguridad del tratamiento. En este
caso, se miden los efectos adversos. Estos se clasifican, por su gravedad, de 1
a 5. Durante el ensayo, que siguió a los voluntarios durante 56 días, no hubo
de grado 3 o superior.
Pero los primeros datos permiten ir más allá. Lo que importa de
un tratamiento contra el VIH, como los antirretrovirales que se emplean
actualmente, es que reduzcan la cantidad de virus circulante (lo que se
denomina carga viral). En el ensayo se vio que esto sucedía de manera
proporcional a la dosis de anticuerpo utilizado, con reducciones de hasta 100
veces en la carga viral en 28 días. Pero también se observó que había un
paciente que no experimentaba ninguna mejoría porque su virus ya era resistente
al nuevo anticuerpo.
Ahora habrá que seguir con el ensayo a mayor escala y centrándose
en ajustar la dosis más efectiva para conseguir la mayor reducción de la carga
viral. En ninguno de los casos del ensayo se eliminó el virus circulante, lo
que indica, afirma Nussenzweig, que probablemente este anticuerpo monoclonal no
se vaya a usar en la práctica clínica solo, sino en combinación con otros o con
los antivirales existentes. Esto es importante porque mientras no se consiga
erradicar el virus, los afectados tienen que medicarse durante toda su vida. Y
este proceso, a medio plazo, supone que aparezcan virus resistentes a los fármacos,
por lo que siempre hay que tener nuevas familias de tratamientos.
Se trata de una prueba muy pequeña, con solo 17 afectados.
José Alcamí, de la Unidad de Inmunopatología del Sida del
Instituto de Salud Carlos III, destaca varios aspectos del trabajo. "El
artículo tiene un interés grande como prueba de concepto ya que utiliza un
anticuerpo neutralizante de amplio espectro de gran potencia, a diferencia de
los utilizados previamente y además de la seguridad y la búsqueda de dosis
parte con la idea de demostrar no solo una neutralización del virus circulante
sino un impacto a medio plazo", dice por correo electrónico.
Alcamí opina que la pregunta clave es si "los anticuerpos
podrían contribuir al control a medio-largo plazo de la enfermedad". Esto
no es así, de momento, por los siguientes motivos: primero, "la producción
de elevadas dosis de anticuerpos es compleja y muy cara"; segundo, su
"vida media es muy corta" y, "de hecho es la mitad en los
seropositivos (9 días) que en los seronegativos (17 días)"; tercero, el
efecto de estos anticuerpos puede anularse por la "generación de
auto-anticuerpos".
Además, el investigador destaca que este trabajo parte de otro
en monos, pero que "el humano es un escenario más duro ya que la infección
no es clonal como en el macaco sino por un diversidad de variantes [del
virus]". "En mi opinión el futuro de esta estrategia pasa por
expresar los anticuerpos en vectores de terapia génica mediante inyección
intramuscular y verificar su impacto a medio plazo". Con ello no se
inyectarían por vía intravenosa los anticuerpos en sí mismos, sino los genes
que los crean, lo que permitiría una producción sostenida de estos. Pero el
proceso tiene complejidades añadidas. Este mecanismo debería compensarse con
"la inclusión de mecanismos moleculares" que frenaran la producción
de anticuerpos, dice Alcamí, para evitar que el propio organismo genere
anti-anticuerpos.
Andrew Freedman, de la Universidad de Cardiff, es más conciso,
informa Manuel Ansede: “Este es un estudio pequeño pero muy bien llevado en 17
pacientes con VIH. No se observó ninguna respuesta en los seis pacientes que
recibieron las menores dosis de anticuerpos, pero 10 de los 11 que recibieron
una dosis mayor tuvieron variables pero significativas reducciones de la
replicación viral. Esto sugiere que hay un efecto real del tratamiento con
anticuerpos, pero está claro que harán falta ensayos mayores antes de que este
tratamiento pueda utilizarse en la práctica clínica”.
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