jueves, 28 de enero de 2016
Hombres, mujeres, trabajo y familia
Más allá de la valoración de la anécdota de Bescansa
con su bebé en la sesión constitutiva de las Cortes, el equilibrio entre la
vida familiar y las exigencias del trabajo se plantea como una cuestión de
organización de la actividad económica de primera magnitud.
Más allá de la valoración de la anécdota de una
diputada llevando a su bebé a la sesión constitutiva de las Cortes, el
equilibrio entre la vida familiar y las exigencias del trabajo se plantea como
una cuestión de organización de la actividad económica de primera magnitud.
Dos
libros han tenido una repercusión internacional sobre esta cuestión, el primero
es el de Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, de 2010,
llamando a las mujeres a poner por delante su puesto de trabajo y tratar de
avanzar en sus carreras profesionales sea como sea. El segundo libro, reciente,
es de Anne-Marie Slaughter, y se titula Un asunto inacabado: hombres, mujeres,
trabajo y familia; su argumento es completamente diferente, pues considera que
las recomendaciones heroicas de Sandberg sirven de muy poco dentro un sistema laboral
que considera anticuado e ineficaz. Anne-Marie Slaughter era decana de la
Facultad de Asuntos Internacionales de la Universidad de Princenton, y luego
directora de planificación en el Departamento de Estado norteamericano, por lo
que había alcanzado ya un elevadísimo nivel profesional cuando decidió que no
podía compatibilizar la dedicación total que se le exigía con la atención que
requerían sus dos hijos adolescentes, que vivían cerca, pero en otra ciudad.
El tema es de gran complejidad, sobre todo si tenemos
en cuenta diferencias entre países y mercados laborales dispares, pero podemos
sintetizarlo en los cinco puntos siguientes.
Primero, la forma en que está organizado el trabajo y
las exigencias de dedicación que hoy tiene en un sistema muy competitivo; en
Andalucía, con un desempleo tan elevado y una oferta de bajo potencial de
productividad y proyección, tener un puesto de trabajo se convierte casi
siempre en el objetivo único.
Segundo, la flexibilidad de horarios y tiempo no es
una solución salvo en trabajos muy peculiares, pues para tener un puesto de
responsabilidad se supone que hay que poner el trabajo por delante de cualquier
otra cosa; la flexibilidad real raramente existe.
Tercero, trabajo y familia dependen del tipo de
trabajo y de las condiciones laborales, pero mucho de la situación del
cónyugue, de los recursos y relaciones familiares, y del nivel propio de renta
y riqueza.
Cuarto, hay un desequilibrio fundamental entre la
competitividad en la formación y el trabajo, y el cuidado a los hijos y la
familia, que son dos elecciones difícilmente compatibles; el que los niños
tengan o no un cuidado de alta calidad en los primeros cinco años de su vida
marca en gran medida su capacidad para aprender y rasgos de su comportamiento
como disciplina, valores, solución de problemas, y equilibrio emocional.
Y cinco, como dice Anne-Marie Slaughter, se necesita
un cambio político que establezca una estructura para cuidado de los niños,
ajustar los horarios de escuelas y trabajo, elevar el papel y los salarios de
las personas que se dedican a tareas de cuidado, e invertir en educación ya a
los tres años. Por mi parte creo que otras medidas en el ámbito de la empresa,
con ser importantes, no van a la raíz del asunto, que tiene esta dimensión
social y política amplia y compleja.
Etiquetas:
derechos reproductivos,
igualdad,
maternidad,
paternidad
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