viernes, 2 de febrero de 2018
Una nueva educación sexual
Mucho de
lo que hoy nos molesta está relacionado con los modos en que se instruyó a los
niños.
Una de las
mayores sorpresas que nos deparó el futuro, es que con él no llegó la completa
modernidad. No como la imaginamos. Las libertades no son tan generales como
supusimos, la igualdad y la equidad están descuidadas, y la tolerancia y la
empatía muestran huecos amplios y preocupantes. En las últimas semanas esta
situación ha sido particularmente aguda al mostrarnos violaciones a la libertad
sexual de las mujeres. Los varios movimientos, las muchas protestas y denuncias
acumuladas en diversos países, así lo acreditan.
Al lado de
estas visibles voces, hay otras que se expresan con menos contundencia, como en
el trabajo sexual semiforzado, y otras todavía menos sonoras como la abierta
trata de personas con el mismo fin. En todos estos procesos hay una diversidad
de factores actuantes, constitutivos de un arco que va de los abiertos
aprovechamientos económicos a la aceptación natural del fenómeno, pasando por
la corrupción pública y privada o ciertas e inveteradas prácticas culturales.
La superación de algo tan grande, arraigado y multifactorial, no será asunto
simple, desde luego, más allá de prédicas momentáneas o días conmemorativos. La
superación de las condicionantes sexuales de explotación de los miembros de
cualquier género, salvo que quiera aceptarse una supuesta y consustancial
naturaleza humana o la completa irreversibilidad cultural que, por lo demás, no
es de suyo natural, ha de pasar por la educación.
Salvo los
colectivos arraigados y con presencia, y ellos en los márgenes de su agenda, no
existen discusiones públicas sobre sexo y sexualidad.
Por simple
y obvio que nos parezca su utilidad y funcionalidad, la sexualidad es uno de
esos temas que tratan de evitarse para, desde ciertas posiciones, mantener lo
evidente. Una temática que pronto se constituye en un campo de batalla en el
que el dinero, las creencias, las ideologías y los favores influyen de modo
inusual. Tómese cualquiera de los componentes del campo, tales como las
preferencias sexuales, las prácticas posibles, la calidad o condición de las
partes o el modo de contender con sus efectos, y se verá la profundidad de lo
que conlleva lo sexual. La propia complejidad de las discusiones, el riesgo
calculado de que las cosas se salgan de orden o signifiquen retrocesos a lo que
se tenga por ganado, provoca la tangencialidad de mucho de lo que se dice y del
modo como se dice. Salvo los colectivos arraigados y con presencia, y ellos en
los márgenes de su agenda, no existen discusiones públicas sobre sexo y
sexualidad y lo que conllevan.
En
sociedades como las nuestras, crecientemente sexualizadas de muchas y variadas
maneras, es poco lo que se habla y debate públicamente en el tema. Lo que se
provoca es que cada cual adopte de entre la oferta de posibilidades, aquellas a
que tenga acceso, por lo demás bastante mediatizadas y estandarizadas,
independientemente del daño que pueda provocarse o provocar, la adopción de
pautas poco generosas o la reproducción de prácticas discriminatorias o
estereotípicas.
En días
pasados, la UNESCO y otras organizaciones afines emitieron la Guía
Internacional de Técnicas de Educación en Sexualidad, un instrumento de enorme
importancia para contender y revertir el actual estado de cosas y generar uno
nuevo para el ya no tan lejano 2030. La pretensión del documento es lograr que
los educadores cuenten con directrices para preparar a los niños y jóvenes, y a
estos con herramientas para un ejercicio pleno y responsable de su sexualidad.
En particular, se busca que sepan evitar embarazos no deseados, explotación,
bullying o contagios, pero también que sepan cómo enfrentarse a fenómenos de
cierto modo emergentes, como la pornografía o las diversas formas de preferencia
sexual.
En los
programas educativos debe mantenerse lo ya enseñado en materia de sexualidad.
La anatomía y fisiología del cuerpo humano, las diferencias sexuales, los
métodos anticonceptivos y el modo de contraer y evitar las enfermedades de
transmisión sexual. Este es un piso mínimo que no puede disminuirse. Sin
embargo, es necesario incorporar nuevos conceptos y mayores técnicas, para que
quienes habrán de acceder a una vida sexual, lo hagan con responsabilidad y
consideración a sí mismos y a sus parejas. Mucho de lo que hoy vemos y nos
molesta de las prácticas sexuales, parece guardar relación con los modos en que
malamente se educó a los niños y a los jóvenes en el pasado. Es importante
comenzar a revertir las cosas desde su origen cultural y educativo. De otro
modo, seguirán repitiéndose los tristes fenómenos que cíclicamente se
manifiestan.
Etiquetas:
educación sexual,
sexualidad
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